Desarrollar una mentalidad fuerte se ha convertido en la antesala de un liderazgo efectivo, que a su vez es el paso necesario para llegar a un rendimiento efectivo de la empresa o proyecto que lidera. Los líderes con esa característica piensan a lo grande, desechan sus miedos y muestran una gran confianza en sí mismos. Toman los obstáculos simplemente como tal: como barreras que se sortean para llegar a una meta en común. Pero, ¿qué separa a los líderes con una mentalidad fuerte de los que carecen de ella? Básicamente, las creencias que sostienen sobre sí mismos, sobre los demás y sobre el entorno que los rodea.

  • Admiten cuándo no conocen la respuesta o la solución adecuada.

  • En lugar de sentirse amenazados, valoran y buscan rodearse de personas más inteligentes o que complementen sus capacidades.

  • Reconocen aquellas áreas en las que se sienten más débiles y buscan la mejora constante.

  • Siempre tienen la línea de horizonte un paso más allá de donde se encuentran, de modo que les sobra ambición para seguir avanzando hacia una versión siempre más evolucionada de sí mismos.

  • Prefieren hacer lo correcto a tomar decisiones que conlleven simplemente el aplauso de los que les rodean.

  • Reconocen que no son máquinas, y por lo tanto, asumen sus emociones y las ponen de relieve en las ocasiones adecuadas.

  • Saben que pueden (y deben) influir en la gente, pero no manejarlos a su antojo ni controlarlos simplemente por la posición que ocupan.

  • Ven en las dificultades y en los tiempos de crisis la oportunidad propicia para hacerse más fuertes, conocer las sendas a recorrer en el futuro y mejorar como gestores y como líderes.


Actualidad laboral / Con información de Forbes