El comportamiento de la economía como un todo y el de cada uno de sus sectores y subsectores impactan de manera diferente a los trabajadores: favorecen a unos y golpean a otros; unos consiguen engancharse en un empleo formal, después de haber estado cesantes; otros en esta misma situación no logran vincularse nuevamente y, ante las necesidades hogareñas que requieren atención, comienzan a deslizarse hacia la informalidad.

Francisco Gómez es un santandereano de 35 años de edad, comunicador social y periodista, con una maestría en Asuntos Internacionales, bilingüe, radicado en Bogotá, que en su hoja de vida exhibe una experiencia laboral de 10 años, tanto en el sector público como en el privado.

Después de más de nueve meses de estar cesante, entregar hojas de vida, presentar algunas entrevistas de trabajo, recientemente obtuvo un empleo formal.

Aunque Gómez es soltero y sin hijos, sostenerse y cumplir con obligaciones contraídas antes de perder el empleo le significó consumir sus ahorros y endeudarse, no obstante contar con el apoyo y solidaridad de su familia y su novia.

El desespero y la angustia que le producía estar desempleado le dieron paso a un estado anímico de alegría ahora que está devengando nuevamente.

Claro está, explica, en el proceso de buscar un empleo tuvo que olvidarse de los buenos cargos que tuvo en el pasado y que le significaron unos ingresos salariales satisfactorios.

Un caso muy diferente al de Francisco Gómez es el de Cielo Villamil, bogotana de 41 años, publicista graduada en la Universidad Jorge Tadeo Lozano, “con una carrera laboral larga”, según ella lo enfatiza.

Su formación le permitió desempeñarse como correctora de estilo y editora de la página web de un ministerio, lo que le permitía pagar, como trabajador independiente, su seguridad social y la de sus hijos.

Cielo, no sobra aclarar, es madre soltera cabeza de familia y, por lo tanto, responde por las obligaciones del hogar, apoyada por su hija, que al tiempo que trabaja está terminando su carrera de diseño de modas.

Un día cualquiera, Cielo se quedó sin trabajo; la entidad pública a la que prestaba sus servicios no le renovó el contrato.

Durante tres o cuatro meses alternó, como trabajadora independiente, su labor de correctora de estilo con la atención de una pequeña distribuidora de productos de aseo y la entrega de hojas de vida.

Cielo lamenta que el mercado laboral ya no tenga en cuenta a profesionales como ella, que ya superan los 40 años. Su conocimiento y experiencia no son aprovechados por potenciales empleadores.

Pasar hojas de vida fue un proceso muy desgastante, y decidió dedicarse de tiempo completo a su distribuidora y a la venta de prendas de vestir.

Confiesa que desearía tener mejores ingresos y que estos fueran estables, ya que no le alcanzan para aportar ni a salud ni a pensiones.

Actualidad Laboral / Con información de El Tiempo