A pesar de que la vacuna del coronavirus ya es un hecho y que varios países ya han arrancado su plan de vacunación, la pandemia sigue presente en nuestras vidas y no entiende de fechas más o menos señaladas para los seres humanos. Todos nos vamos a ver obligados a adaptarnos a unas Navidades diferentes como antes tuvimos que hacerlo a la llamada ‘nueva normalidad’. Y todo ello supone que nuestro cerebro se 'resetee' y se prepare para unas semanas donde no estarán presentes, por primera vez en muchos años, determinados eventos sociales como las grandes comidas y cenas familiares, las cenas de empresa, Año Nuevo o los encuentros en plazas y lugares emblemáticos de muchas ciudades para oír las campanadas de Fin de Año.


Según los expertos es normal que este proceso nos descuadre y nos genere ciertas sensaciones como el vacío, la confusión, la nostalgia o lo que ellos denominan disonancia cognitiva, o lo que es lo mismo, verse obligado a tomar decisiones que nos pueden generar malestar como dividir y organizar a nuestra familia para reencontrarnos en las comidas y cenas tan típicas de estas fechas.


Pero, ¿por qué nuestro cerebro tiende a tomárselo peor cuando las restricciones afectan a determinadas fechas que considera más importantes como el verano o la Navidad? “Somos personas de costumbres y de rutinas marcadas. Cuando estamos estudiando en el colegio sabemos que desde junio ya no vamos a tener clase y podemos descansar y lo mismo nos ocurre cuando trabajamos con el mes de vacaciones en verano. A nivel psicológico nos preparamos para que este mes de Navidad lo tengamos para nosotros, para disfrutarlo de otra manera y forma parte ya de nuestro aprendizaje.


¿Cuál es entonces el mecanismo que podemos seguir para adaptarnos a una situación que, además, no está en nuestras manos cambiar? La solución pasa por echar mano de nuestra capacidad de resiliencia, cambiar el modo en el que nos enfrentamos a la situación y sustituir la actitud de queja o de inconformismo por otra de acomodación que nos ayude a exponernos lo mínimo posible a un posible daño emocional. “Es normal que nos invadan sensaciones de tristeza o nostalgia. Dentro de lo que puede ser lógico sentir a nivel emocional durante las Navidades podemos añadir cosas extras: la memoria de lo bien que estábamos el año pasado y que éste no podemos cumplir las expectativas que teníamos”, explica Montserrat Amorós, docente de los Grados de Infantil y Primaria de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR). “De alguna manera hay que hacer un esfuerzo para que ese sentimiento de tristeza, que es normal sentirlo, no se estanque. Porque lo que sería complejo es que ese sentimiento se prolongue a lo largo del tiempo. Podemos de alguna manera darnos un tiempo estas fiestas para sentir tristeza pero debemos hacer también algún esfuerzo para que no todos los días tengamos esa sensación”, añade.


La psicóloga insiste en la necesidad de buscar alguna motivación que nos produzca bienestar: “Anteponer algún tipo de emoción que nos produzca bienestar. Desde comprarnos nuestro postre favorito, darse un capricho aunque sea algo muy simbólico, o bien una videollamada con la familia para animarse y no sentirse tan despegado o solo”.


Para Amorós la experiencia previa del confinamiento puede ayudar a afrontar mejor estos momentos y buscar alternativas que nos hagan sentir que estamos perdiendo un valioso tiempo: “No es la misma situación, pero sí que hemos aprendido a estar solos o en pequeños grupos burbuja. A veces basta con mirar la casa, ver qué podemos hacer, a qué podemos jugar, en qué podemos invertir el tiempo. Puede ser un buen momento para pintar la casa, cambiar los muebles de sitio, rescatar a nivel nostálgico los viejos juegos de mesa... Disfrutar de las pequeñas cosas y compartir en confinamiento de cocinar, la repostería, todas aquellas recetas que nos enseñaron hace años y que ahora podemos consultar en internet... Y con los niños, por supuesto, mantener la misma ilusión de la magia de la Navidad y compartirla con ellos”.


Sobre cómo explicar la situación a los niños, la psicóloga recomienda hablarles siempre con total sinceridad: “Los niños nos han demostrado que son mucho más flexibles y que entienden la situación desde el principio de la pandemia. Simplemente hay que explicarles lo que está pasando y entenderán que la situación es distinta como también han tenido que adaptarse a la nueva realidad en el colegio: que a veces hay algún confinamiento pero que todo esto va a pasar. Pero dejándoles claro que la magia de Navidad estará y que los Reyes van a llegar a todos los hogares”, explica. “Sí que es cierto que hay familias que lo van a pasar peor que otras navidades pero se lo deben explicar a sus hijos. Si antes recibían muchos regalos a lo mejor este año se recibirán menos pero eso no quiere decir que se reciban con menos ilusión. Todo lo entenderán si nos sentamos con ellos y no les engañamos”.


Por su parte, Pau Forner Navarro, experto en inteligencia emocional y creador de la web habilidadsocial.com pone el foco en las personas que por razones de distinta índole - como estudiar o trabajar fuera de España o haber perdido a algún ser querido recientemente- puedan sentirse especialmente solos estas fiestas. Forner insiste en la necesidad de diferenciar entre estar solo y sentirse solo. “En días como estos puede ser complicado de entender, pero si cuando te sientes solo lo interpretas como algo terrible, probablemente te deprimas. Si por el contrario lo interpretas como una oportunidad para reflexionar y conocerte mejor, probablemente no te afecte tanto. Por fortuna, todas estas emociones negativas están provocadas por pensamientos. Y esto es una gran noticia, porque significa que tienes poder para cambiarlas”, recuerda.


También recomienda echar mano del miedo y transformarlo en una especie de salvavida” al que agarrarnos en los momentos de debilidad: “Aunque parezca increíble, el sentimiento de miedo puede ayudarnos durante estas fiestas ya que, si tenemos un momento de bajón, podemos recordar que estamos haciendo este esfuerzo para proteger a los nuestros de un posible contagio. Como digo, tenemos dos opciones: permitir que nos supere o convertirlo en una motivación o justificación de nuestra actitud prudente”.


Forner coincide con Amorós en dos claves para no sentirse solo en Navidad: recurrir siempre que se pueda a la tecnología para reunirse con los seres queridos a través de llamadas o videoconferencias, y aprovechar la coyuntura para darnos un capricho: “Aunque todos sabemos que los objetos y el shopping no sustituyen a nuestros seres queridos, puede que esta Navidad sea el mejor momento de darte ese capricho con el que llevas tanto tiempo soñando. No es malo darnos este tipo de 'recompensas', y más aún este año”.


Además, este especialista en inteligencia emocional nos anima a utilizar otros recursos para mitigar la sensación de soledad:


No dejar de lado el ejercicio físico: “Mente y cuerpo van unidos. Lo que le pasa a uno tiene consecuencias sobre el otro... y al revés. La soledad también tiene efectos negativos sobre tu salud física. Pero solo 30 minutos de ejercicio durante tres días a la semana son suficientes para cambiar ese estado y empezar a recuperarte”.


Descubrir los beneficios de la meditación: “Un estudio de 2012 descubrió que la meditación puede reducir los efectos perjudiciales de la soledad. En concreto, meditar 15 minutos al día durante 8 semanas redujo los pensamientos negativos asociados a la soledad en un 18% comparado con el grupo control”.


Contarle a alguien como nos sentimos: “Piensa en algún amigo o compañero que resida cerca de ti, que haya dado apoyo en el pasado o que, simplemente, estés a gusto con él. Aunque pueda parecer difícil, llámale. Seguro que te reconforta. Lo más probable es que empatice contigo, porque todo el mundo se ha sentido solo y perdido alguna vez”.


Aceptar las emociones o sentimientos tal y como vienen: “Te sientes solo y deprimido cuando interpretas pensamientos como ‘tendría que estar en mi casa’, ‘esto no es justo’ o ‘echo de menos a mi familia’ como algo horrible. Por lo tanto, la solución es no juzgarlos ni luchar contra ellos cuando te vuelvan a invadir. Cuanto más te resistes a un pensamiento, más fuerte se hace”, comenta el experto.


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