04-09-2017
En el editorial de este domingo del diario español La Vanguardia, se hace un análisis de las mejoras económicas en Grecia y Portugal, dos países europeos que parecen haber superado la peor parte de sus crisis.

Grecia y Portugal, los dos países de la periferia del euro rescatados por la UE y el FMI durante la crisis, mejoran sustancialmente sus respectivas economías. Pero el segundo obtiene muchos mejores resultados tras haber abandonado –en parte– la dura política de austeridad exigida por sus rescatadores. En principio, esto reforzaría las teorías favorables a las políticas de expansión, con impulso de la demanda interna, para superar las crisis frente al llamado austericidio. Pero, sin embargo, un análisis detallado de la economía portuguesa no permite todavía cantar del todo victoria.

En Grecia el primer ministro Alexis Tsipras empieza a hablar ya de optimismo. Después de nueve años de depresión, las buenas noticias asoman en el horizonte: retorno a los mercados financieros internacionales, recuperación del crecimiento económico a tasas del 2% este año y el próximo, gracias a la mejora de las exportaciones y al récord de turismo, y descenso del paro desde el 28% hasta el 22%.

Son efectivamente buenas noticias para la economía griega, pero la situación del país bordea aún la emergencia social. No sólo porque la tasa de paro es aún la más alta de la UE, sino porque el desempleo juvenil es del 44%, porque en el mercado laboral hay un alto nivel de precariedad y porque el país apenas empieza a resurgir de una crisis que ha hecho retroceder el PIB un 25%, ha reducido en un 40% la riqueza de los hogares y ha provocado una caída de los ingresos familiares del 26%. No hay que olvidar, tampoco, que el país sigue sometido todavía al corralito bancario que, aunque se ha suavizado, preside la vida cotidiana de los griegos. Todavía es pronto, por tanto, para certificar en el país el fin de la crisis, ya que además está pendiente del actual programa de rescate, que acaba dentro de un año. Todo indica que, dado su elevado endeudamiento público, que supera el 180% del PIB, nada evitará que, si no hay una generosa reestructuración de la deuda, Grecia deba recibir otro rescate para hacer frente a sus pagos internacionales.

En Portugal, en cambio, se habla de milagro económico, porque crece a un ritmo del 2,9% anual, el más alto desde el año 2000, después de tres años de crecimiento continuado, y porque el desempleo ha bajado desde el 15% hasta el 8,8%. Esta gran mejora económica y social ha llegado de la mano del Gobierno socialista de António Costa que, nada más llegar al poder en el 2015, hizo bandera de dar marcha atrás en la austeridad a ultranza que aplicaron los gobiernos conservadores anteriores. Con una política de impulso de la demanda interna, con subida de los salarios y de las pensiones, ha reactivado la economía, ha aumentado la recaudación de impuestos y ha reducido el déficit público.

Hay que decir, sin embargo, que esa reactivación se ha podido producir, al amparo de la mejora económica internacional, después de que en los años anteriores, del 2011 al 2014, los gobiernos conservadores hubiesen aplicado un duro ajuste para sanear la economía y poder recibir un rescate de 78.000 millones de euros de la UE y el FMI. El talón de Aquiles de Portugal sigue siendo, sin embargo, su todavía elevada deuda, que supera el 130% del PIB, y que hace muy vulnerable a su economía ante una eventual subida de los tipos de interés. Su otro gran problema, que podría ser una bomba de relojería, es la fragilidad de su sistema bancario, que además puede asfixiar la recuperación al colapsar el flujo del crédito. El aumento de los salarios, que se ha hecho sin tener en cuenta la productividad, puede hacer perder competitividad a Portugal y comprometer, asimismo, su recuperación a medio plazo. Todo ello configura la otra cara de su mejora económica, que, en cualquier caso, es incomparablemente mucho mejor que la de Grecia.

Actualidad Laboral / Con información de La Vanguardia