15-07-2021

La pobreza laboral vuelve a repuntar tras la llegada del covid. Tener trabajo no es garantía de poder llegar a final de mes sin dificultades para 3,2 millones de personas en España; el 16,9% de los ocupados. Si desde el final de la Gran Recesión, la pobreza laboral era una realidad a la baja en el mercado laboral español; la pandemia ha roto esa tendencia y ha vuelto a disparar, la carencia material entre una parte no menor de los trabajadores. Especialmente, aquellos que tienen contratos a tiempo parcial y no son capaces de ganar lo suficiente; tal como refleja la encuesta de condiciones de vida del INE (Instituto Nacional de Estadística) publicada este jueves.


Seis décimas ha repuntado el porcentaje de trabajadores que reconocen, que tienen dificultades o muchas dificultades para pagar facturas básicas, pasando del 16,3% del 2019 al 16,9% del 2020. La pobreza ha subido con mayor o menor intensidad pero de manera generalizada entre toda la población española. En términos generales, la población española en riesgo de pobreza o exclusión social pasó del 25,3% al 26,4% en el último año. Y tener un trabajo, antaño sinónimo de una mínima garantía vital, ha perdido un poco más esa condición. El 25% de los trabajadores no podrá irse este verano de vacaciones, pues no puede permitirse pagarse una semana fuera de su domicilio habitual; en el 2019 era el 24,3%. El 8,3% de los ocupados no podrá poner el aire acondicionado tampoco en su casa, cuando un año atrás dicha proporción era del 5,3%.


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La vivienda, tanto de alquiler como de hipoteca, es una de las mayores preocupaciones para la población trabajadora. El 10% reconoce haberse retrasado con alguno de los pagos habituales en los últimos 12 meses, casi el doble que el año pasado. Y los recientes datos del IPC (Índice de Precios de Consumo), con un encarecimiento de precios en el último años del 9,3%; no auguran menores apuros para estos trabajadores, de cara a los datos de la encuesta del año que viene.


La pobreza laboral es una fenómeno que ya afectaba, a porcentajes importantes de la población trabajadora española; ya de antes de la crisis financiera, y el estallido de la burbuja inmobiliaria. En el 2004, primeros datos disponibles de la estadística del INE, el 24,7% de los trabajadores afirmaba llegar a finales de mes con dificultad o mucha dificultad. Tras el 'crack' de Lehman Brothers y la posterior crisis global, dicho porcentaje alcanzó su pico, concretamente en el 29,6% del 2014. Entonces, la economía española volvía a crear empleo, pero a costa de significativas dosis de precariedad. Posteriormente la calidad del empleo y, sobre todo, la baja intensidad de los contratos mejoró y en el 2019, se alcanzaron las cotas mínimas de pobreza laboral; hasta el 16,3%. Y entonces llegó la pandemia y esta volvió a repuntar.


Rostro de mujer


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La pobreza laboral está aparejada, en la gran mayoría de casos, en una baja intensidad del trabajo. Lo que técnicamente se conoce como estar "subocupado" y que, popularmente, se conoce como querer trabajar más horas, para poder cobrar más. Ello se traduce en contratos a tiempo parcial, de pocas horas al día, o relaciones laborales intermitentes -un día de trabajo, dos sin que el empresario le llame, luego vuelve a trabajar unas horas...-. La parcialidad es un fenómeno que tiene rostro de mujer, en tanto que tres de cada cuatro contratos parciales en España los tienen mujeres, según la encuesta de población activa. Otras encuestas recientes del propio INE apuntan en esa misma dirección, como la de estructura salarial, aunque los últimos datos de esta son del 2019. Según los mismos, una de cada cuatro mujeres gana menos de 901 euros al mes. Una nómina con la que difícilmente da para llegar a final de mes.


Más paro, más pobreza


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Y si entre las personas que han conseguido conservar su empleo, durante el primer año de pandemia, el final de mes se les ha puesto más cuesta arriba, entre los parados todavía más. 1,6 millones de parados en toda España, viven en riesgo de exclusión social, el 47,2% del colectivo y cuatro décimas más que el año anterior. Los gastos cotidianos anteriormente descritos, para el colectivo de trabajadores pobres, se multiplican para los parados; en una proporción similar y la vivienda también, es la factura que más ha aumentado en el último año. Las trabas para encontrar un nuevo empleo durante el último año, especialmente en los meses del confinamiento domiciliario, han complicado que este colectivo pueda encontrar nuevos ingresos para minimizar su situación.







Actualidad Laboral / Con información de El Periódico