14-09-2017
El mayor test de la CGT francesa para enfrentar la reforma del código de trabajo del presidente Emmanuel Macron no fue favorable para el ahora tercer movimiento gremial francés. La división del sindicalismo frente a la reforma lo debilitó y solo concurrieron 60 .000 personas para la CGT y 20.000 para las fuerzas de seguridad. En todo el país marcharon 400.000 personas, según la central obrera.

La marcha en París finalizó con la violencia de los anarquistas y los “casseurs” (hooligans) en la cabeza de la manifestación, que mantuvieron fuertes enfrentamientos con la policía con bombas molotov, piedras y botellazos, tras su ola de destrucción en las cercanías de la plaza de Italia. Otras 180 manifestaciones se produjeron en Marsella, Toulouse,Lyon,Nantes,Nice, Le Havre,Bordeaux y Rennes.

 

Con pasamontañas y vestidos de negros, los anarquistas coparon desde el inicio la marcha en París y la frenaron para avanzar a un enfrentamiento con la policía, en la avenida de L'Hopital, que une el hospital de la Pitié Salpetriere y la Plaza Italia. A su paso rompieron vidrieras en el área de la Bastilla, arrasaron con los kioscos vidriados que encierran la publicidad en las avenidas. Intentaron ingresar a un banco, donde dejaron los vidrios rotos y las paredes pintadas. Se enfrentaron directamente con la policía a botellazos y molotov, con la cara tapada. La policía dispersó con gases y un camión hidratante. La marcha fue frenada y embotellada para no confundir sus reivindicaciones con la de los violentos.

 

La CFTC, actualmente el primer sindicato de Francia y más moderado, y Fuerza Obrera (FO), decidieron no participar en las marchas. Van a continuar negociando con los empresarios, en una táctica diferente de la CGT “porque ahora hay otras formas de lucha” dijeron. Se preservaron para otras marchas. Un nuevo método, en un país que siempre ha condicionado a las reformas presionando desde la calle. Aunque una porción muy pequeña de sus militantes marcharon contra la reforma del código del trabajo y la ley laboral, y sus “ordenanzas”, que serán aplicadas el próximo 21 de septiembre. El mismo día que la CGT ha vuelto a convocar a sus simpatizantes a otra manifestación para oponerse.

“Es una primera marcha que se anuncia exitosa, con una muy fuerte movilización en la provincia” dijo Patrick Martínez, el líder de la CGT. El dijo que estaba de acuerdo con las reformas laborales “pero rechazo darle plenos poderes a la patronal”.

En la plaza de la Bastilla había un aire de fiesta nostálgica, resignada. Un “dèjá vu” del pasado, sin demasiados jóvenes entre los manifestantes.

 

A los globos institucionales de la CGT en el aire, del olor inconfundible a salchichas merguez, la música de La Internacional y los puños en alto, era el humor individual el que aportaba la originalidad a la fiesta. Y una palabra obligatoria “Faineant" (haragán). Muchos se habían convertido en “hombres sándwiches” para responder a esa dura adjetivación del presidente francés, que acusó a los franceses de ser “haraganes y cínicos”. ”Macron, el rey de los haraganes” se leía en la espalda de un dirigente de la CGT.

“Macron, los haraganes marchamos hoy “ sostenía un grupo de maestras militantes, preocupadas por los derechos del futuro de las maestras“.

Los sindicalistas fustigaron las “declaraciones provocadoras insoportables del presidente de la República. Nosotros sabemos que el quiere continuar las reformas. Va a tenerlas en las jubilaciones, el seguro de desempleo, las formaciones profesionales. El eterno debate es como luchar. No son estas jornadas a repetición las que van a hacerlo caer del pedestal. El rol de las organizaciones sindicales es transformar este descontento en colonia vertebral unitaria, hacer un verdadero frente de resistencia social y democrática. Es la perspectiva de una huelga general, como la de diciembre de 1995, que debe ser debatida desde ahora y paralizar sectores económicos claves”, sugirieron. Los políticos se sumaron a la marcha. El derrotado y ahora desertor candidato socialista Benoit Hamon y Alex Corbier, de Francia Insumisa, participaron mientras Jean Luc Melénchon, fundador de Los Insumisos, marchó en Marsella, la circunscripción que el representa.

Alejandro es psicólogo y manifestaba junto a sus amigos. El cree que “la reforma es liberal y una continuidad de la que inició el presidente socialista Francois Hollande. Yo trabajo en un hospital, donde se necesitan muchos psiquiatras y cada vez somos menos. Esta reforma no va a ayudar. Hay una lógica global y siempre va a beneficiar a los patrones y no a los trabajadores” aseguró.

Encontrar un nuevo método de protesta es el debate. Un diagnóstico con el que coincide Elsa, 37 años, estudiante y que trabaja en el “planing familiar” en Francia. ”La reforma no va a dar nada para la gente que trabaja y solo van a beneficiarse siempre los mismos. Para eso tenemos que unirnos los que estamos en contra. Los últimos años no ha decidido tanto la calle en Francia. Nosotros debemos encontrar otras formas de movilización” sugiere.

Para los manifestantes, el problema de la reforma es que debilita los derechos de los trabajadores en las empresas pequeñas porque permite la libre negociación entre empleados y patrones y presumen que el patrón impondrá su voluntad. También limita las indemnizaciones y precariza el empleo, con mayores facilidades para despidos económicos.

Actualidad Laboral / Con información de Clarín