Los trabajos de cuello rosa se resisten a las iniciativas, para eliminar los roles de género en todos los ámbitos de la vida, incluido el laboral. Por ejemplo, se han insertado en la Economía Social y Solidaria (ESS), un modelo que propone una alternativa justa para la generación de ingresos. Cuando hablamos de trabajos de cuello rosa nos referimos a aquellos históricamente feminizados. Por ejemplo, el cuidado, la salud o la educación.

Son empleos esenciales para la sociedad. “Pero a menudo se pagan menos, están devaluados y carecen de oportunidades claras para avanzar en la carrera”; por eso son “menos atractivos para los hombres”. Señala el informe "Más allá de los trabajos de cuello rosa y la economía social 2023", de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Esa es la definición para los trabajos de cuello rosa. La descripción de la ESS, por su parte, es que se basa “en el trabajo colaborativo de las personas, y la propiedad colectiva de los bienes”; de acuerdo con la Secretaría de Economía (SE). En este modelo, “los socios centran su acción en el trabajo colaborativo, buscando un equilibrio entre resultados económicos y objetivos sociales”. Lo conforman, en su mayoría, los ejidos, comunidades, organizaciones de trabajadores, sociedades cooperativas y empresas que pertenezcan a trabajadores.

Según el documento de la OCDE, “las mujeres representan una mayor proporción de la fuerza laboral de la economía social y solidaria. En relación con su participación en la fuerza laboral total en varios países”. En ese sentido, pueden “ayudar a aumentar la participación de las mujeres” en el mundo del trabajo. Pero, si no se cuenta con una perspectiva de género, no necesariamente ayudaría a mejorar sus condiciones laborales.

La ESS se ha especializado “en sectores sociales, en particular en salud, servicios de atención, educación y trabajo social”, es decir, en trabajos de cuello rosa.

Si lo hace una mujer, vale menos



Este tipo de empleos son esenciales para la sociedad, como lo demostró la crisis por la covid-19. El problema es que, debido a la desigualdad que sigue imperando; cuando en una ocupación existe una alta concentración de mujeres, “se tiende a propagar y/o reforzar estereotipos discriminatorios; en torno a los trabajos en sí, y las personas que los ocupan”, explica la OCDE.

Esto se debe, agrega, a estereotipos que nos hacen suponer que las mujeres son, más adecuadas para ciertos trabajos. En ese imaginario social construido por dichos prejuicios, se piensa “a las mujeres como más cariñosas. Por lo tanto, están mejor preparadas para trabajar en la economía del cuidado, y la educación”.

También hay hombres laborando en estos sectores de cuello rosa. Sin embargo, “existe una segregación horizontal y vertical”. Es decir, las mujeres yacen en los puestos de base con los menores salarios; y los hombres, ocupan los cargos directivos con más poder y mejor pagados. Y si bien las brechas de género en la ESS son menores, en particular en la remuneración, siguen teniendo obstáculos para el acceso a puestos de liderazgo, dice la OCDE.

Acciones para despintar el cuello rosa



Las recomendaciones de la OCDE están dirigidas a impulsar la igualdad de género “en la ESS y más allá”. Es decir, señala, en todos los sectores de la economía. El primer punto es “aumentar la conciencia sobre las cuestiones de género y los roles de las mujeres”. Esto se logra mediante capacitación y sensibilización. Pero, sobre todo, con un seguimiento al proceso de desaprender estereotipos.

Trabajo flexible es lo siguiente. Esto aplica también a la ESS y quizá con mayor razón. Pues al percibirse como un trabajo para la comunidad y solidario, se corre el riesgo de que las mujeres se vean orilladas, a aportar más trabajo. Tanto en la ESS como en la economía en general, se necesitan “horarios de trabajo a tiempo parcial o flexible. Así como mejores perspectivas de avance profesional”.

Documentar las buenas prácticas es otra recomendación. Hay mucho que aprender de la ESS, pues muchas entidades en esa economía “brindan servicios de cuidado infantil a sus empleados y miembros, por ejemplo, en India y Brasil”.



La evidencia sobre la igualdad de género en la ESS, “también se puede utilizar para respaldar lecciones transferibles a la economía en general. Muchas iniciativas a nivel nacional en la ESS ya incluyen dimensiones de género”. Pero todavía se requieren datos comparables a nivel internacional, sobre la composición sectorial específica y la calidad del trabajo.

La OCDE enfatiza un punto: mejorar la remuneración. Finalmente, si las cooperativas o entidades de la ESS pagan bajos salarios, se debe a la poca valoración de los servicios esenciales, a los que suelen dedicarse. “Dada la importancia de la ESS como empleador, su concentración en sectores esenciales y la alta prevalencia de mujeres en la ESS. Mejorar la calidad del trabajo dentro de la ESS puede tener efectos de amplio alcance, en particular en las mujeres”.

.

Actualidad Laboral / Con información de El Economista México