Los migrantes asiáticos que trabajan como obreros de la construcción en Singapur, durante horas y horas por un salario miserable y viven hacinados en habitaciones compartidas, son casi invisibles en esta ciudad-estado próspera y bulliciosa. Lo cuenta un bangladesí en un diario, "Extraño para mí mismo" (Stranger to Myself). M.D. Sharif Uddin describe su existencia en esta ciudad ultramoderna, sus expectativas, la añoranza de su tierra y el dolor de estar lejos de su familia.


¿A quién le preocupa el dolor de aquellos que han sido arrancados para trabajar en el suelo de esta ciudad eternamente primaveral?", se pregunta en este diario con aires poéticos. Lo publicó en 2017 y el año pasado recibió un premio literario. En este, M.D. Sharif Uddin narra los altibajos de la vida de un obrero inmigrante en Singapur.  Se zambulle en el día a día de miles de trabajadores procedentes de los países más pobres de Asia que llegan en busca de un porvenir. "Incluso después de 11 años aquí, no disfruto de la vida", asegura a la AFP este hombre de 40 años. "Tengo que luchar todo el tiempo".


"Lo que aguantamos"


"La gente nunca entiende lo que nosotros, los obreros migrantes, aguantamos", añade.  En Bangladés "se creen que llevamos una vida de lujo en un país extranjero donde ganamos mucho dinero". Unos 280.000 obreros extranjeros trabajan en obras de esta ciudad de 5,6 millones de habitantes, transformada en los 30 años que siguieron a su independencia (1965), en una plataforma financiera de torres y centros comerciales.


En algunos sentidos, M.D. Sharif Uddin no es un migrante típico. En Bangladés era dueño de una librería, pero como era poco rentable tuvo que dejar a su mujer embarazada para buscar trabajo en el extranjero. No estaba preparado para su nueva vida.  Él, que en su país dirigía a un pequeño equipo, se encontró relegado a lo más bajo del estrato social, haciendo labores que rechazan la mayor parte de los singapuremses. Duerme en un cuarto con otros 25, obreros de la construcción y trabaja de 7 de la mañana a 7 de la noche. Él tiene la suerte de vivir en el centro pero muchos otros residen en los suburbios.


Su contrato estipula que trabaja 28 días al mes pero cuando hay que hacer horas extras para terminar a toda prisa una obra, no descansa ni un día. A su llegada ganaba 18 dólares de Singapur (12 euros, 13,3 dolares) por día. Actualmente, cobra 50 (32 euros, 36 dólares) gracias a una promoción como responsable de seguridad. De todos modos, esta suma es muy inferior al sueldo medio en la ciudad-estado, que carece de salario mínimo.


Una "vida de exiliado"


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En su diario cuenta su "vida de exiliado", lejos de su familia, incapaz de sentirse en casa en esta ciudad agitada. "A veces siento soledad entre la muchedumbre de migrantes, siento el peso de la edad pese a ser relativamente joven", escribe. "Tal vez mi exilio lejos de casa y de mi país, sea un castigo por pecados anteriores".


Es un lector asiduo. Aunque hacía tiempo que escribía un diario y poesía, su trabajo no se dio a conocer hasta 2013, cuando empezó a enviar poemas a una publicación de Singapur en bengalí. Entonces, le invitaron a lecturas de poesía y de literatura y aceptó que lo trajeran al inglés. Se vendieron 700 ejemplares. Un éxito debido, según Goh Eck Kheng fundador de la editorial Landmark Books, que publicó la obra, a "la profundidad de los sentimientos".


Muchos migrantes de países como Bangladés, Indonesia o China siguen llegando a Singapur a pesar de las dificultades. El ministerio de la Mano de Obra afirma que las leyes locales protegen a los obreros extranjeros y asegura que la mayor parte de las empresas tratan bien al personal. Los salarios suelen ser más elevados que los que percibirían en sus países de origen. "Muchos obreros extranjeros consideran Singapur como un país atractivo", según un portavoz del ministerio.


M.D. Sharif Uddin alaba a la ciudad-estado. Es más, dedica la obra a su fundador, Lee Kuan Yew, pero estima que se ignora "el trabajo y los sacrificios" de los obreros migrantes que contribuyeron a transformarla. "Nadie puede borrar los sufrimientos de los obreros grabados en cada ladrillo de Singapur".


Actualidad Laboral / Con información de AFP