Dirigir y guiar a un grupo de trabajo es siempre una tarea complicada. El líder debe entender las sinergias que en él se crean y adaptarlas para lograr los objetivos marcados por una empresa, lo cuales pueden ir vinculados a la obtención de unos resultados concretos o, incluso, a la instalación de una fórmula de trabajo que puede o no ser aceptada por todos los componentes del equipo.
Dirigir a personas, guiar el talento o gestionar equipos son términos, a menudo, acuñados dentro de los departamentos de recursos humanos. Sin embargo, se trata de una tarea difícil debido a la multitud de factores que puede desestabilizar el frágil equilibro que en él se crea, con el fin de lograr alcanzar las metas marcadas por las compañías.
Un ejemplo de esto son los elementos ligados a la personalidad de cada componente y los conflictos que entre ellos puedan surgir. Sus distintas capacidades individuales, deseos y aspiraciones son cuestiones a las que hay que sumar otros factores como el contexto personal del empleado (su situación económica y familiar), su contexto profesional (estado de desmotivación, frustración e improductividad) y la propia situación del negocio, donde intervienen procesos de cambio complejos como una reducción de plantilla o la cada vez más habitual transformación digital.
Entonces, ¿qué aspectos intervienen en el éxito de la gestión de personas? La previsión, la empatía y la comunicación son claves. Tal y como revelan desde Michael Page en un artículo, “es muy importante saber desde el comienzo qué es lo que se requiere y se espera” de la persona que va a desarrollar dicha tarea, es decir, la encargada de reconducir –en caso de que fuera necesario- las sinergias del grupo de trabajo.
Una tarea compartida por el propio líder del grupo, pues debe entender qué esperan los componentes del equipo de la empresa y qué busca la compañía de sus empleados. “Por ejemplo –continúa el artículo de Michael Page- se debe ser capaz de detectar qué tareas y metas tienen mayor prioridad, qué riesgos potenciales existen, qué problemas requieren atención inmediata y cuáles pueden ser resueltos más tarde”.
Una vez detectados las debilidades y fortalezas del sistema de trabajo, las dinámicas del grupo y las internas de los miembros que los componen, es vital trabajar la comunicación. Hay que asegurarse de que los trabajadores son conscientes de la situación y que comprenden la necesidad que hay de efectuar o no cambios. Algo a valorar es, por otro lado, y siempre que sea posible, que el equipo sea quien intervenga o participe de la toma de decisiones.
Este proceso debe llevar consigo, el tercero de los elementos: la empatía. Ser capaz de entender cómo reacciona una persona y los motivos que hay detrás de ella, así como canalizar esa energía negativa y productiva en su propio avance profesional para que, después, sea redirigida hacia la mejora del negocio.
Para ello, además de la empatía hay que saber delegar tareas y desarrollar las habilidades personales que permitan impulsar la motivación de las personas. En este sentido, según Michael Page, "algunas compañías ofrecen sesiones de coaching y cursos especializados para ayudar a los líderes a mejorar sus habilidades”.
Asimismo, los expertos recomiendan realizar cursos online o participar de sesiones interactivas, foros, sitios webs y blogs especializados, así como “pensar en jefes y responsables de equipo” anteriores y analizar qué se admiraba de ellos o que hicieron para dejar un recuerdo perdurable.
Actualidad Laboral / Con información de Equipos y Talento