Nuestra vida cotidiana está orientada a los madrugadores: los exámenes en los colegios se hacen preferiblemente por la mañana temprano. Muchas oficinas y tiendas abren al amanecer y a los trabajadores de la construcción les gusta martillear con el primer rayo de sol. Cualquiera que tenga un problema con madrugar, se le considera un dormilón o haragán.
Sin embargo, las personas tienen diferentes ritmos circadianos, como se les llama en cronobiología: el reloj interno funciona de manera diferente según el cronotipo, descubrieron los científicos estadounidenses Jeffrey C. Hall, Michael Rosbash y Michael W. Young, quienes recibieron el Premio Nobel de Medicina en 2017.
Los madrugadores suelen empezar a trabajar temprano, se concentran enseguida y pueden dejar de trabajar antes. Esto crea la impresión de que pueden aprovechar más el día. En cambio, la gente que se va tarde a la cama, está en plena forma cuando a los otros se les cierran los ojos. Suelen afrontar su vida cotidiana de forma más relajada y, según los estudios, suelen ser más creativos e innovadores.
Los genes deciden
Un estudio de 2016 identificó 15 genes similares que determinan cómo funciona nuestro reloj interno. Siete de estas secciones genéticas son parecidas a genes que ya se conocen y que presumiblemente regulan el ciclo de sueño-vigilia. Esto se demostró mediante el estudio de la composición genética de alrededor de 90.000 personas.
En las personas búho, la temperatura corporal sube más tarde que en los madrugadores y en ellos también se pospone la secreción de la hormona que regula la melatonina. El estudio también mostró que las mujeres tienen más probabilidades de levantarse temprano que los hombres.
Eficiencia en función del horario preferido
La conexión entre los procesos fisiológicos en el cerebro y el cronotipo respectivo ha sido ahora corroborada científicamente por investigadores del Instituto Leibniz de Investigación Laboral de la Universidad TU Dortmund (IfADo): según el estudio, las habilidades cognitivas como la capacidad de aprendizaje, de comprensión, de reflexión y de memoria difieren claramente según el cronotipo.
Para ello, se evaluaron el nivel de atención, la memoria laboral y las funciones cognitivas de 36 sujetos durante el momento del día que estaban particularmente activos.
El resultado fue contundente: las habilidades cognitivas y el aprendizaje motor son significativamente mejores en el momento preferido.
Cambios de biorritmo con la edad
A pesar de la predisposición genética, nuestro reloj interno está sujeto a fluctuaciones en el curso de nuestras vidas: la mayoría de los niños pequeños son muy madrugadores y, a lo largo de los años, su biorritmo se desplaza hacia atrás. Con las fluctuaciones hormonales durante la pubertad, la mayoría de los adolescentes se levanta tarde. Solo después de la pubertad se estabiliza el cronotipo real, genéticamente predeterminado.
Quienes no escuchan a su reloj interno, dañan permanentemente su salud y corren el riesgo de padecer enfermedades como obesidad, dificultad para concentrarse y diabetes.
Entonces, querido madrugador, si sus genes le indican que es excelente en aritmética por la mañana, entonces alégrese y hágalo, pero sea considerado con los demás que solo son capaces de realizar grandes hazañas más tarde y a quienes les gusta quedarse despiertos hasta de madrugada.
Nadie tiene que disculparse por el hecho de que su propio reloj interno funcione de manera diferente. Si es posible, debemos adaptar la rutina diaria a nuestro cronotipo individual; no es una excusa, sino una cuestión de predisposición genética.
Actualidad Laboral / Con información de DW