En el complejo mosaico de retos globales, pocos hilos conductores son tan críticos como el bienestar mental de nuestra mano de obra. Más allá de ser una obligación moral, la salud mental de los empleados es una piedra angular estratégica para el éxito de las organizaciones, ya que influye en la productividad, la innovación y la prosperidad económica.
En Europa, la crisis de salud mental es cruda. La encuesta del Eurobarómetro 2023 reveló que el 46% de los encuestados se enfrentaron a problemas emocionales o psicosociales el año pasado, pero más de la mitad no buscó ayuda profesional, lo que indica la existencia de grietas en la infraestructura sanitaria cuando las personas son más vulnerables.
Polonia refleja la inestabilidad regional. El año pasado se produjeron casi 1,3 millones de bajas por enfermedad debidas a trastornos mentales y del comportamiento, lo que se tradujo en 23,8 millones de días de ausencia por enfermedad. Eso supone el 10 % de todas las ausencias causadas por incapacidad laboral temporal. Los trastornos mentales y del comportamiento ocupan un lugar destacado entre las enfermedades.
En una investigación de IQS encargada por PZU, el 84% de los polacos declararon que la salud mental es el área más importante que afecta a su bienestar general. Numerosos estudios confirman que el trabajo influye en la salud mental de los empleados, lo que demuestra la necesidad de acciones activas para apoyar la resiliencia mental de los trabajadores.
Casi el 90 % de los empleados consideran necesario que los empresarios introduzcan un programa que se ocupe de la salud mental y esperan que la empresa ayude a quienes lo necesiten, facilitando también el acceso a apoyo especializado si es necesario. A pesar de estas cifras, sólo el 18,5 % de los empleados polacos consideran que existe apertura en su organización a la hora de informar sobre problemas mentales.
La agitación a la que se enfrentan los empleados abarca desde el estrés laboral exacerbado por la pandemia hasta la ansiedad climática. Las consecuencias van más allá de la angustia individual. Los problemas de salud mental no resueltos, que aumentan el absentismo y el abandono, al tiempo que reducen el compromiso, disminuyen sustancialmente la productividad y aumentan los costes para las organizaciones con el paso del tiempo.
Dado que la cultura interna determina la percepción externa, una mala salud mental se traduce en pérdida de reputación, pérdida de clientes y disminución de ingresos.
Abordar esta crisis es una misión crítica para la sostenibilidad de la organización, la resiliencia de la sociedad y la optimización de la fuerza laboral global en el panorama del siglo XXI, definido por la volatilidad, la incertidumbre, la complejidad y la ambigüedad.
Aunque los retos parecen monumentales, existen soluciones en múltiples frentes. Las políticas en el lugar de trabajo, la ética cultural y el acceso a las prestaciones de salud mental enmarcan la actuación de los empleadores para impulsar un cambio positivo.
Sin embargo, a pesar de estar en una posición única para influir en los resultados, muchas empresas no han dado suficiente prioridad a la salud mental dentro de sus ecosistemas. Esto exige centrarse urgentemente en normalizar las conversaciones sobre salud mental en el tejido empresarial.
Para hacer frente a estos retos, es imprescindible formular políticas, prestaciones y normas culturales en el lugar de trabajo que den prioridad a la salud mental.
Actualidad Laboral / Con información de Revista EyN