En el uso cotidiano del habla, no somos una máquina de decir palabras sin parar. Diariamente todos utilizamos una herramienta muy poderosa: el silencio.
El espacio de silencios es lo que permite que las conversaciones se entiendan y no sean una sucesión de palabreríos. Este aspecto es, también, el que distingue a los expertos en oratoria, de todos los demás. Pueden ser muy buenos tus conceptos e ideas; sin embargo, cuando estás abrumando al público hablando como un loro sin siquiera darles un respiro, ahí pierdes puntos.
Lo que dice el silencio
Cuando estás frente al auditorio en cualquier formato, presencial o virtual, incluso si es solo audio y no te ven, es importante preparar tu presentación y ensayarla varias veces, agregando pausas significativas, que hablen por sí mismas. De esta forma lograrás:
Como vemos, el silencio tiene múltiples ventajas, y además, es la herramienta que nutre otro superpoder de los buenos oradores: la escucha.
Aquí se explican cinco formas para practicar el uso del silencio en charlas, conferencias, discursos, clases y cualquier otro momento:
Determina de antemano cuándo harás silencio
Así como diseñas la presentación, necesitas tener un timming muy concreto del ritmo que tendrá. La sugerencia es que primero la estructures en un esquema simple, como el de un buen comienzo, el nudo y un final glorioso.
Luego, divide esas secciones, especialmente el medio y el cierre, en subsecciones. Y dentro de ellas, estipula cuáles serán los momentos de alto impacto. Justo antes o después de esas cumbres de tu oratoria puedes hacer pausas de 5, 10, 15, 20 o más segundos. Lo que sientas que va con el momento.
El cerebro se dispersa luego de 30 segundos de escuchar palabras de corrido
Los estudios de neurociencias han concluido en que luego de medio minuto de escuchar hablar a alguien, el cerebro tiende a dispersarse. Este desvío de atención puede ser letal frente al público.
Para esto, puedes usar pausas breves dentro de las frases que pronuncias, no necesariamente cada 30 segundos, aunque sí saber que deberás moverte en escena, cambiar de posición, y micro momentos sin expresión oral cuando proyectas una nueva imagen en pantalla; es decir, dar respiros.
Deja que las personas reflexionen
Cuando compartes mucha cantidad de información, e incluso si vas llevando la presentación de menos a más, en un “crescendo”, es necesario que hagas pausas para dar espacios de reflexión e internalización de la información.
Otras técnicas para combinar son formular preguntas retóricas -que se responden por lo general con sí o no, son preguntas cerradas-, hablar más lento en ciertos momentos y variar tus tonos de voz y matices, por ejemplo.
Escucha lo que expresa el silencio
Empezando por ti, obsérvate durante los silencios: ¿Te incomodan? ¿Se te acelera el corazón? ¿Piensas que debes poner palabras en todo momento?
Luego, percibe lo que sientes del público durante los momentos sin hablar: ¿Se mueven? ¿Hay personas que toman notas? ¿Respiros de alivio frente a la catarata de palabras anterior?
Ser orador no es sólo pararse en el frente y hablar: es también saber leer y calibrar al público permanentemente, y los silencios provocados son uno de esos momentos clave que te darán la noción de cuál es la afinación de tu audiencia en ese instante.
Permite que tu mensaje se comprenda
Como te he comentado, el silencio enfatiza las ideas y ayuda a potenciar la esencia de lo que quieres que la gente recuerde; y para esto es importante que reconozcas tu estado emocional antes, durante y después de hacerlos ante el público.
El hacer pausas es indispensable para que las personas incorporen tu contenido, que aprendan y que lo resignifiquen en su interior.
Es necesario que te amigues con “no decir nada” y que lo disfrutes serenamente sin necesidad de accionar tu mente controladora en ese momento.
Pensar “¿Acaso pensarán que me he olvidado lo que sigue?”, “¿Qué estarán suponiendo?” o cosas por el estilo en tu cabeza no te ayudarán a relajarte y reposar en el silencio. Simplemente, déjate estar, y con tu intuición y tu dominio del tema, elige el momento apropiado para seguir y recobrar tu relato, ahora nutrido de silencios de gran valor.
Entonces, te invito a que “Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, no lo digas”, como indica este célebre proverbio árabe. Mejor, haz silencio.
Actualidad Laboral / Con información de Entrepreneur / Daniel Colombo