La globalización ha traído una verdad que ya casi nadie cuestiona: el mercado de trabajo es internacional, y sus ramas llegan a todas partes. A las tradicionales carreras con un enfoque trasnacional (profesionales de los negocios, la salud o el derecho), se unen multitud de perfiles como profesores, programadores o especialistas en marketing o diseño web. “Toda actividad profesional se abre a la posibilidad de una relación internacional o a brindar opciones de trabajo en terceros países: el comercio en la red, la rama biosanitaria, las profesiones liberales, las comunicaciones...” afirma Dámaso López, vicerrector de Relaciones Internacionales y Cooperación de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).



“No hay una que sea la más demandada. En un momento determinado pueden reclamarnos médicos, enfermeros o profesorado. Son oportunidades que crea el mercado laboral, pero pueden desaparecer y aparecer otras”. Pero trabajar en un entorno internacional no significa necesariamente tener que hacerlo en el extranjero: basta con hacerlo en una empresa con relaciones laborales con otros países, un departamento de expansión o una multinacional. De una u otra manera, los candidatos deben reunir una serie de competencias que resultan especialmente relevantes.


Más allá de los conocimientos puramente técnicos, que se suponen adquiridos en la universidad, Formación Profesional o el mismo mercado laboral, destacan la importancia de los idiomas y el dominio de un conjunto de habilidades transversales que pueden marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso: son las llamadas soft skills (habilidades blandas), relacionadas con nuestra capacidad para relacionarnos con los demás y muy demandadas en cualquier ámbito profesional (y aún más en un entorno multicultural). Estas son las claves del éxito:


El inglés solo no basta


Tener un buen nivel de inglés puede contribuir a que nuestra carrera profesional progrese más rápidamente. “La globalización en el mundo de los negocios no solo implica a las multinaciempatíaonales, sino también a cualquier pyme que quiera acceder a mercados exteriores. El conocimiento de idiomas, con el inglés a la cabeza, es muy importante como puerta de entrada al mundo laboral”, sostiene David Bradshaw, responsable de servicios de evaluación de Cambridge Assessment English para España y Portugal. Una habilidad que se puede atestiguar con certificados como el First, Proficiency o TOEFL.


El inglés importa, pero no es la única lengua que conviene conocer. También el español e incluso el chino, que se está abriendo paso de forma relevante en algunos mercados.


¿Puede ser demasiado tarde para aprender un idioma? Para Bradshaw, lo primero que hay que hacer “es desterrar el mito de que, a partir de los 40 o los 50, es imposible aprender idiomas. Se puede hacer a cualquier edad invirtiendo tiempo y con una buena motivación”. La constancia será fundamental, teniendo en cuenta que hoy en día el aprendizaje de los idiomas ha evolucionado mucho y prioriza las habilidades comunicativas.


Flexibilidad y empatía


Para Carolina Fernández, directora de Recursos Humanos de Telecoming, una empresa dedicada a desarrollar tecnología para monetizar servicios digitales, “la empatía nos permite eliminar cualquier barrera cultural para centrarse exclusivamente en el profesional o la persona, y agiliza los procesos de trabajo, evitando cuestionar ideas y entendiendo el porqué de las decisiones”. Además, cada país tiene una idiosincrasia distinta: el que un producto o servicio haya funcionado en un lugar, no significa que tenga que hacerlo en el resto.


Familiarización con el entorno internacional


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Hablar dos o tres idiomas ayuda (y mucho), pero moverse con naturalidad en un entorno internacional resulta igualmente fundamental. Algo que conviene cultivar desde la época formativa. Cursar parte de los estudios en otros países hará que la experiencia de ese estudiante “sea mucho más rica, y le ayudará a ser más flexible en sus relaciones con su medio laboral y lo preparará para aceptar mejor los cambios y las novedades”, asegura López, vicerrector de la UCM. Una vivencia internacional que puede ocupar un semestre, un curso entero o incluso alguno más.


Y una cosa más: residas donde residas, no dejes de exponerte al idioma tanto como te sea posible, buscando oportunidades para hacer intercambios de conversación con estudiantes de otras nacionalidades. “Esa mayor conciencia de lo que tienen otras culturas te enriquece y hace que, al final, estés desarrollando competencias que te permitan moverte por un entorno internacional de forma efectiva”, añade.


Integración, adaptación y trabajo en equipo


Trabajar en un contexto internacional es el mejor ejemplo de que cada miembro de un equipo tiene un bagaje cultural y profesional diferente. “Esas diferencias constituyen una riqueza de valor incalculable para una compañía, ya que personas que ven el mundo de forma distinta encontrarán soluciones diferentes a un mismo problema. La tolerancia, la capacidad de adaptación y la apertura de mente son necesarias para convertir esas diferencias internacionales en un activo de gran valor”, asegura Fernández.


Recuerda, además, que la vida no se termina cuando acaba la jornada laboral. Si trabajas en otro país, integrarte en la cultura local, experimentarla y disfrutarla tendrá un efecto muy positivo sobre tu bienestar: “Después de trabajar ocho horas, es importante apreciar el entorno, las costumbres, el clima o el ocio, para que la vida, en sus 365 grados, sea lo más enriquecedora para el profesional, su familia y el proyecto en el que esté inmerso”, cuenta Xavier Núñez, director de la escuela superior de informática EPITECH.


Herramientas tecnológicas y regulación local


En cada región existen unas leyes y procesos regulatorios distintos. El principal error que se comete “es extrapolar los procesos y regulaciones del país de origen al resto. Por ejemplo, las leyes de patentes o de procesos de registro pueden ser muy variables entre países”, cuenta Pau Forner, licenciado en Biotecnología, profesor de marketing digital y creador del blog Una vida online.


El dominio de las herramientas tecnológicas para trabajar en remoto y gestionar equipos resulta también esencial en este ámbito. Como a menudo es necesario realizar videoconferencias entre varios asistentes e incluso entre zonas horarias dispares, conviene manejar bien programas como Skype, Loom o Trello. Y ante todo, no olvides que tu disponibilidad puede marcar la diferencia: con clientes en diferentes husos horarios, es necesario hacer un esfuerzo para atenderles según sus necesidades.


Actualidad Laboral / Con información de El País