Aún si de niño no tuviste jardín en casa, es probable que en algún momento, hayas colocado una semilla en un poco de tierra para la clase de Ciencias. Si cuidaste bien esa semilla, después de unos días, la viste abrirse camino desde el suelo, y convertirse en una planta próspera. El liderazgo no es tan diferente. Al igual que una semilla, tu instinto de líder se encuentra dentro de ti, esperando que lo nutras y cuides. Lo único que tienes que hacer es decidirte a brindarle la atención que necesita. Si tu corazón te dice que es ya momento de regarlo, y ponerlo al sol, ¿cómo puedes dar el primer paso?
1- Acepta que eres un líder
No estás solo si te despiertas pensando que no eres un líder. Según un estudio, el 50% de las mujeres gerentes y el 31% de los gerentes hombres, dicen que han tenido esta inquietud en algún momento de sus carreras. Pero si te despiertas preguntándote, cómo puedes aprender a liderar; estás dejando entrar los primeros rayos de sol, que tu semilla de liderazgo necesita para crecer. Todos tenemos la capacidad de hacernos preguntas, a nosotros mismos y a los demás. Una vez que desarrolles esta habilidad, cuestionar puede llevarte a la posición de liderazgo que anhelas.
El consultar es la clave del liderazgo, incluso cuando ya estás en la cima. A medida que asciendas, inevitablemente llegarás a aguas desconocidas, sin un manual y con responsabilidades más grandes. Es por esto que constantemente, puedes pedir información y la opinión de otras personas.
2- Derriba los mitos del liderazgo
Los mitos de liderazgo son como el moho: pueden cubrir tu semilla, y dañar su capacidad para crecer. Algunos de los peores mitos, incluyen la idea de que los líderes nacen, no se hacen; y que los grandes puestos pertenecen a grandes líderes. A menudo asociamos el liderazgo con títulos o perfiles específicos; pero algunos ejecutivos tienen puestos clave, solo porque han pasado décadas en su industria. Se han "ganado" el papel de CEO a través del tiempo y el compromiso, pero cuando se trata de liderar son ineficaces.
Puedes darte cuenta de cómo se desmoronan estos mitos, cuando ves a líderes famosos a lo largo de la historia. La Madre Teresa no tenía una agenda compleja, se centró en ayudar a una persona a la vez. Martin Luther King Jr. no se fijó en cuántas personas tenía frente a su podio, solo habló con sinceridad sobre lo que creía. Así que deja de lado la idea errónea, de que el liderazgo es tener una oficina y encabezar el organigrama. No se trata de eso.
El liderazgo es un estado mental. Si tienes la actitud correcta, puedes ponerte al frente de cualquier cosa.
3- Pregúntate cómo puedes seguir regando tu semilla
Tú puedes levantar un pedazo de basura que otras 60 personas, decidieron no recoger al encontrarlo en su camino. Puedes devolverle la cartera a alguien, que la perdió en una calle concurrida; mientras otros pudieron optar por quedársela. Estos ejemplos nos muestran que el liderazgo está en las pequeñas cosas. También muestran que tú puedes ser el tipo de líder que quieras. Por ejemplo, si a alguien le gusta el ajedrez y no hay un club de ajedrez en su escuela; su primera pequeña acción podría ser ir con el director de actividades extra académicas, y pedirle que forme un grupo. No hay requisitos de edad o certificaciones para tomar la iniciativa.
Más que solo dar el paso inicial,
el liderazgo requiere de un esfuerzo continuo. Si no corres la voz de que hay un nuevo club de ajedrez, y consigues un lugar para que se reúna, ¿adivina qué? No mucha gente se le unirá. Una vez que te hayas respondido qué tipo de líder quieres ser, deberás seguir preguntándote, qué puedes hacer para llevar ese liderazgo al siguiente nivel.
4- Rodéate de líderes que influyan en ti de forma positiva
La mayoría de las personas están fuertemente influenciadas por los que las rodean. Y, la influencia también puede venir de tus compañeros de oficina. Esto no solo moldea tu salud, sino también bienestar general. Es importante que te fijes de qué tipo personas te rodeas. Construye una red de apoyo de personas positivas, que compartan tus valores y atraigan naturalmente a las personas. No solo te enseñarán lo que necesitas saber para avanzar, sino también a ser un ser humano motivado, sano y feliz.
La cosecha nunca se detiene
Todos conocemos a alguien que se volvió muy bueno tocando la guitarra, cocinando o incluso haciendo malabares. Ninguna de esas personas nació siendo campeona, pero querían serlo. Eligieron trabajar y perfeccionar su oficio. También podemos trabajar para perfeccionar nuestras habilidades de liderazgo. Simplemente tenemos que esforzarnos, por desarrollar la capacidad que existe en nuestro interior.
Esto incluye dejar de lado a una mentalidad limitante, y encontrar a personas que nos sirvan de ejemplo. Este no es un compromiso momentáneo. Igual que las semillas necesitan ser regadas más de una vez; tienes que trabajar todos los días para lograr que tu liderazgo florezca.
Cuando esas acciones te lleven al éxito, no solo se te pedirá que asumas más responsabilidades; sino que también podrías inspirar a otros, a trabajar en lo que más les importa. Es un viaje de toda la vida sin destino. El hecho de que no haya un punto final, es lo que hace que el liderazgo sea un hermoso proceso. Siempre habrá una manera de cambiar las cosas, y esa cosecha bien vale el agua y el sol que usarás en el camino.
Actualidad Laboral / Con información de Entrepreneur