En Estados Unidos prolifera un lucrativo mercado negro de combustible. Pero a diferencia de lo que ocurre en México, los ladrones no se roban la gasolina, sino que la compran en grandes cantidades en estaciones de servicio usando tarjetas de crédito clonadas y luego la revenden.
Esta actividad puede ser mucho menos riesgosa que vender drogas y otros delitos y se puede ganar 1.000 dólares al día revendiendo el combustible robado en obras de construcción y estaciones de gasolina inescrupulosas, o a camioneros dispuestos a ahorrar dinero, según investigadores y expertos en este fenómeno.
“Es algo bastante rampante”, afirmó Owen DeWitt, cuya firma Know Control, de Texas, se enfoca exclusivamente en ayudar a las gasolineras a evitar el robo de combustible. Indicó que esta actividad es particularmente intensa en la ruta interestatal 10, que va de Jacksonville, Florida, hasta Los Ángeles. “California y Florida son los dos peores estados. Texas está tercero”.
El mercado negro de diésel pasó a ser un gran negocio cuando se empezó a popularizar la clonación de tarjetas de crédito por el 2006, según DeWitt. Los ladrones instalan en las gasolineras aparatos que les permiten robarse la información de los clientes. Luego la transfieren a la faja magnética de tarjetas falsas. En los últimos años esta operación se ha hecho más sofisticada.
El mercado negro ha crecido rápidamente en parte porque se roban pocos cientos de dólares a la vez y los fiscales no les dan prioridad a esos casos. Pero a medida que crece la magnitud de estas operaciones, las autoridades están prestándoles más atención.
El departamento del comisionado de Agricultura y Servicios al Consumidor Adam Putnam es el que maneja estos casos en la Florida. Putnam dice que los consideraban delitos “sin víctimas”, o que “justificaban castigos menores”, pero estaban “haciendo más dinero que otras actividades delictivas con castigos mucho más severos”.
El Servicio Secreto, que investiga delitos financieros, se interesó en el tema porque los bandidos están clonando tarjetas de crédito. El agente Steve Scarince dice que Miami, Los Ángeles y Las Vegas son sitios “calientes”, donde se roban unos 80 millones de litros (20 millones de galones) anuales de diésel.
“De las bandas que hemos estado investigando el último par de años, la que menos gana se lleva 5 millones de dólares anuales. Y hay grupos que hacen más de 20 millones”, declaró Scarince. “Los pandilleros de Los Ángeles se están dedicando a delitos financieros en vez de callejeros porque son mucho más rentables y si te pillan, te dejan en libertad bajo palabra”.
El mismo fenómeno se registró en México, pero allí el robo de combustible se ha convertido en una operación de escala casi industrial, que abastece incluso a fábricas y cadenas de gasolineras. Las autoridades mexicanas calculan que el robo de combustible le cuesta alrededor de 1.000 millones de dólares anuales al país.
Es, además, una industria peligrosa. A principios de julio, nueve personas fueron asesinadas en una disputa entre bandas en Huehuetlan, Puebla.
El robo de combustibles no tiene la misma magnitud en Estados Unidos, pero de todos modos es muy rentable.
Un caso del 2014 revela lo beneficiosa que puede ser incluso una operación de menor escala.
Agentes de Los Ángeles vigilaron durante diez meses a un grupo con siete camionetas con tanques con capacidad para 1.200 litros (300 galones) de combustible cada una. Usaban unas 900 tarjetas de crédito robadas para llenar esos tanques tres veces por día. Transferían todo el diésel a un camión cisterna con capacidad para 14.000 litros (4.500 galones), que vendían en estaciones de servicio.
Los agentes calculan que se robaban unos 16.000 dólares diarios en combustible, o potencialmente 7 millones de dólares anuales. Documentos presentados ante los tribunales indican que la operación funcionó unos cinco años antes de ser desbaratada.
“Hay robo de combustible desde que funcionan las gasolineras”, declaró Jeff Lenard, vicepresidente de la Asociación Nacional de Tiendas en Alexandria, Virginia. Pero en la actualidad “tratan de robarse cientos, si no miles de galones”.
Los ladrones usan decenas de tarjetas fraudulentas a la vez, insertando una tras otras para llenar los tanques escondidos. Una banda se robó 100.000 dólares en diésel en solo dos gasolineras del centro de la Florida. En otros casos, un ladrón estaciona una camioneta bloqueándole la vista al empleado mientras otro bombea diésel directamente de un tanque subterráneo a través de un agujero en el piso del vehículo, según los investigadores.
Las autoridades han estado tratando de conseguir sentencias duras y en Gorman, Texas, un hombre fue condenado a 50 años de cárcel en el 2015 por robo de combustible. Otro fue condenado a diez años en agosto pasado en Haskell, Texas.
Hay formas de detectar estos robos, sobre todo instalando sistemas que pueden suspender el suministro de gasolina al detectar alguna irregularidad. Pero son costosos. Y hay otras consideraciones relacionadas con la seguridad.
En el 2014 estalló una camioneta mientras llenaba combustible en un tanque secreto en el condado de Miami Dade. Hace dos años un individuo que se había robado 6,600 litros (1.650 galones) de diésel recorrió una autopista a alta velocidad escapándole a la policía hasta que se estrelló contra una barrera.
“Imagínese que hubiera chocado contra un autobús escolar lleno de niños”, comentó Ned Bowman, director ejecutivo de la Asociación de Tiendas y Petróleo de la Florida. “Un auto lleno de tanto combustible es como una bomba en la calle”.
Actualidad Laboral / Con información de AP