Junio, antes que nadie. Todo más barato... O septiembre, que es el mes en el que se dice que veranean los ricos (aunque los que lo son de verdad no están encasillados en ese mes y pueden veranear en cualquier momento del año)... Julio, ¿cuando lo hace todo el mundo?; o agosto, que supuestamente es el de menos carga de trabajo... Si realmente pudieras escoger cuándo irte de vacaciones de verano... ¿Cuál sería tu elección?
Quien busque viajes y estancias más baratas o sin problemas de masificación planificará su descanso en junio y en septiembre, que son meses no habituales. Son aquellos que quieren estar de vacaciones cuando el resto no se las toma, fuera de los periodos estándar.
También se da la posibilidad de disfrutar dentro de un marco vacacional lógico y común, aunque otros escogen cualquier mes que no sea agosto, porque trabajar en agosto -dicen- es algo así como tener otros 30 días de vacaciones, pues hay menos trabajo.
Hay quien busca la gran oportunidad para alejarse del jefe, o de esos compañeros a los que no soportan. La clave es no coincidir con ellos, y eso nos asegura un mes añadido de tranquilidad y asueto.
Y como los hay para todos los gustos, también están los que desean que prime la eficacia. También en verano. Ovidio Peñalver, socio director de Isavia, se refiere a aquellos que establecen turnos eficientes con su superior o con su mano derecha.
¿Se puede escoger?
El problema, sin embargo, es que no se puede elegir libremente, porque la mayoría de nosotros -incluso los que crean su propia compañía y son sus propios jefes- estamos sometidos a circunstancias y condiciones que hacen prácticamente imposible veranear cuando queremos.
La estacionalidad de multitud de trabajos hace que sea difícil irse de forma arbitraria. En otros casos, la obligación es tomarse vacaciones durante el mes de menor actividad (generalmente suele ser agosto). Depende de nuestra pareja, de la familia o de las obligaciones que ésta impone; de nuestro sueldo y de las posibilidades que éste nos ofrece; del jefe o de los compañeros; de la antigüedad que tengamos en la compañía; incluso de los clientes y proyectos (así, un autónomo, se podrá tomar vacaciones sólo cuando sus clientes se lo permitan).
La mayor parte de las organizaciones regulan los turnos según un criterio de adjudicación, y muchas no son partidarias de variarlos; otras indican expresamente cuántos trabajadores se pueden ir de vacaciones de forma simultánea para mantener la actividad de la empresa.
Jorge Cagigas, socio de Epicteles, sugiere que "además del cuándo hay que plantearse el cuánto. Hay que recordar que el hecho de contar con un mes de vacaciones se planteaba cuando se desarrollaban trabajos físicos que no implicaban tanto un desgaste mental. Las vacaciones se concibieron más extensas para recuperarse de ese desgaste".
Cagigas plantea si hoy tiene sentido un mes de vacaciones, "ya que en los trabajos de tipo más intelectual lo ideal es tener un descanso de otra naturaleza. Lo recomendable son vacaciones más segmentadas, periodos más cortos, siempre que se pueda y que el trabajo lo permita".
Ovidio Peñalver coincide en que se debe plantear si es mejor tomarse un mes entero o partido. También depende... Hay quien no desconecta hasta finales de la tercera semana, mientras que otros ya se han olvidado del trabajo y sus problemas al salir por los tornos de la puerta el día que empiezan las vacaciones.
Extraños seres alérgicos al tiempo libre
- Las vacaciones pueden ser un problema para quienes forman parte de ciertas tribus laborales que pueblan las oficinas. No es que no quieran escoger el mes para irse. Es que, simplemente, les cuesta tomarse tiempo libre:
- Una de estas especies laborales son aquellos que se creen insustituibles. Entre sus pesadillas está pasar una larga temporada alejados de su puesto de trabajo y, a la vuelta, comprobar que su ausencia prolongada ha pasado inadvertida en la compañía... o que todo marcha aún mejor que cuando estaban. Los hay que ni siquiera se toman días libres y, cuando lo hacen, gastan horas y horas de sus vacaciones llamando al trabajo para comprobar que todo va bien.
- Para ciertos 'workaholics' en sentido negativo, veranear se puede convertir en un problema. Este tipo de empleados sufre especialmente si tiene una excesiva dedicación a captar el favor del jefe. El tiempo libre es una oportunidad perdida evidente.
- A estos se puede añadir a los que se considera miembros del grupito del jefe, que son los que tienden a prolongar la jornada yéndose con él de copas, o a eventos y todo tipo de actos fuera de la oficina o ajenos al trabajo. También los hiperconectados, dispuestos a contestar llamadas o 'emails' a cualquier hora. Son los que han dicho sí a la disponibilidad total las 24 horas del día. Y, asimismo, quienes viven instalados en una multitarea absurda. Son los ocupados aparentes. Todos ellos cometen el error de no distinguir entre vida propia y vida profesional.
Actualidad Laboral / Con información de Expansión