En los países desarrollados, y cada vez en muchos más lugares, el desempeño y el esfuerzo individual de una sola persona se glorifica por encima del trabajo colectivo o en equipo. Esto es particularmente cierto cuando se trata de emprendedores y líderes empresariales. Es el caso por ejemplo de Steve Jobs, Jeff Bezos y Elon Musk, quienes se han convertido en personajes de culto considerados auténticos magnates modernos de la innovación.
Aunque esa categoría podría no servir para la mayoría de los CEO, incluso los más anónimos se benefician de su impulso: la mayoría de los CEO a lo largo del mundo ganan entre 50 y 100 veces más que su trabajador medio.
Es razonable preguntarse entonces si los CEO realmente valen tanto. ¿Están sobrevalorados? ¿Tienen sueldos excesivos? Al fin y al cabo, cualquier creación de valor siempre ocurre como resultado de un esfuerzo colectivo. Por ejemplo, las grandes variables de una empresa, como su cultura y el compromiso de los empleados, juegan un gran papel a la hora de determinar el destino de las organizaciones. ¿Por qué pagamos sueldos desorbitados a los CEO? ¿Por qué nos obsesiona tanto saber quiénes son los mejores?
A fin de encontrar respuestas, el profesor Tomas Chamorro-Premuzic revisó diferentes estudios científicos sobre el impacto de los CEO. Se centró en artículos publicados en revistas científicas con revisión por pares (artículos académicos). Para elegirlos, era importante que incluyeran indicadores fiables de los posibles atributos de un CEO (si su comportamiento era opaco o transparente, sus valores, su reputación, etc.). También mediciones relevantes de sus resultados empresariales (desarrollo de una cultura empresarial, beneficios obtenidos, rotación de trabajadores, etc.). Tras revisar toda esta literatura, ha llegado a tres conclusiones claves:
Los CEO importan Mucho.
Los líderes siempre importan, pero cuantos más altos sean su puestos, a más gente afectan. Por ejemplo, los managers de nivel intermedio tienen efectos principalmente sobre sus equipos, pero de los líderes del equipo directivo se espera que influyan y condiciones a la mayor parte de una empresa.
Sobre todo importan cuando son malos.
Aunque los buenos CEO marcan una gran diferencia, puede que importen mucho más los malos. Las consecuencias del liderazgo destructivo están bien documentadas, y son más graves si se está en la cumbre. La avaricia de Jeffrey Skilling les costó 63.000 millones de dólares a los accionistas de Enron. Carly Fiorina provocó una caída del 50% del precio de las acciones de HP mientras despedía a miles de empleados, se pagaba generosamente a sí misma y recorría el mundo de conferencia en conferencia. La temeridad de Stan O´Neal hundió a Merril Lynch, pero aun así él se supo ir con 161,5 millones de dólares de indemnización. Puede que estos casos parezcan extremos, pero simplemente son más grandes y famosos que otros miles de ejemplos menos conocidos.
Importan, pero cada vez más.
Aunque los CEO siempre han importado, la importancia que les atribuimos no deja de crecer. De hecho, según un interesante análisis histórico de 18.000 empresas durante 60 años, los efectos del papel de un CEO sobre el rendimiento de la empresa (la rentabilidad de las ventas, de los activos y el ratio precio-valor contable) han aumentado con el paso del tiempo, al menos en Estados Unidos. Aunque la investigación no identifica las razones exactas de una presencia cada vez mayor del CEO, una explicación plausible sería que nosotros –inversores, mercados, accionistas, etc – creemos que ahora son más importantes. En otras palabras, aunque no hay motivos para sospechar que el trabajo de un CEO sea hoy más relevante que en el pasado, puede que su consideración sí que haya crecido con el tiempo debido a una profecía autocumplida que les atribuye el éxito organizativo.
Dicho esto, incluso cuando los CEO se merecen los sueldos que perciben, eso no significa que la gente vaya a entenderlo ni aceptarlo.
Actualidad Laboral / Con información de HBR