11-12-2013

“Uno de los derechos humanos fundamentales es el derecho a una remuneración justa que permita una existencia digna. El preámbulo de la Constitución de la Organización Internacional del Trabajo identifica la garantía de un salario vital como una de las condiciones para la paz universal y permanente basada en la justicia social”, dice el economista principal de la OIT, Patrick Belser.

“Si bien no existe una suma universalmente aceptada que defina este tipo de salario, puede ser descrito como un salario producto de un trabajo a tiempo completo, que permita a las personas tener una vida decente considerada aceptable por la sociedad”, agrega Belser.

Estos ideales fueron formulados en 1919, pero casi cien años más tarde,  millones de “trabajadores pobres” tienen dificultades para llegar a fin de mes.

En el mundo en desarrollo, en particular, muchos trabajadores consideran que nunca han realmente ganado un salario adecuado. El patrón de crecimiento económico que las economías en desarrollo y emergentes han experimentado durante los últimos años no se ha traducido en “trabajo decente” para todos, es decir, en trabajo que satisfaga las aspiraciones de las personas en su vida laboral, ofreciéndoles un ingreso decente.

Aún en las economías avanzadas, donde el salario promedio es mucho más alto, la aspiración de un salario adecuado no siempre se hace realidad. Muchas personas perdieron su empleo o fuente de ingresos durante la crisis económica mundial y cuando encontraron un nuevo trabajo, el salario era más bajo que antes. Esta tendencia ha contribuído al aumento de las desigualdades en muchos países.

Ahora que la recuperación ha comenzado – aunque de manera lenta – muchos de los que ganan un salario decente temen perderlo. Se encuentran en un delicado equilibrio que, si se rompe, corren el riesgo de caer en la pobreza.

Soluciones

En los países pobres, la capacidad de las empresas de pagar es tan baja que los salarios con frecuencia son inferiores a los que muchos consideran necesario para tener una vida digna. Parte de la solución, sostiene Belser, es que los gobiernos adopten políticas que favorezcan el crecimiento económico y el aumento de la productividad, incluyendo mejores oportunidades de educación y formación.

“Pero el hecho de que en los países ricos haya trabajadores pobres demuestra que el crecimiento económico por sí sólo no es suficiente. Los sindicatos también pueden ayudar a obtener un salario justo”, explica Belser. “Esta es una de las razones por las cuales la OIT trabaja para fortalecer los sindicatos en todo el mundo. Son necesarios para permitir que los trabajadores y los empleadores negocien mejores salarios y condiciones de trabajo, y para que los salarios crezcan a la par con la productividad. Además, la OIT estimula a los gobiernos en todo el mundo a establecer salarios mínimos que tengan en cuenta no sólo los factores económicos sino también las necesidades de los trabajadores y de sus familias”.

“Las iniciativas a favor de un salario vital, como las lanzadas en el Reino Unido y Estados Unidos, así como las medidas adoptadas por las empresas multinacionales para establecer en sus cadenas de abastecimiento, también han sido útiles. Pero no deben ser consideradas como sustitutas de los sindicatos, de los salarios mínimos o de la negociación colectiva”, agrega Belser.

Varios estudios han demostrado que ofrecer un salario justo a los trabajadores puede aportar beneficios, tanto a los empleados como a los empleadores. Motiva el personal a trabajar más y mejor, y contribuye a crear un clima pacífico en el lugar de trabajo y una mayor productividad.

Este año se celebra el vigésimo aniversario del Día de los Derechos Humanos de la ONU. Las Naciones Unidas han destacado, entre otros, “los derechos económicos, sociales, culturales, civiles y políticos y el derecho al desarrollo”. Un salario justo está en el corazón de estas aspiraciones.

Con información de ilo.org

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