22-09-2015
Una última cicatriz de la recesión más profunda desde los años 1930 es el fenómeno de los adultos jóvenes que enfrentan sus propias dificultades financieras, obligados a apiñarse en las casas de sus padres. Y los nuevos datos demuestran que, en lugar de mejorar, la tendencia se agrava.

En 2015, 15,1 por ciento de los jóvenes de 25 a 34 años vivían con sus padres, un cuarto aumento anual consecutivo, según un análisis de datos de la Oficina del Censo de Population Reference Bureau en Washington. Se trata de la proporción más alta desde al menos 1960, según el demógrafo Mark Mather, vicepresidente asociado de PRB.

“En este momento, los jóvenes tardan más en encontrar empleos con salarios decentes”, dijo Mather. “Los adultos jóvenes deben pasar más tiempo obteniendo la formación educativa y los conocimientos necesarios para poder ser autosuficientes. La recesión probablemente exacerbó esta tendencia”.

Algunas de las postergaciones pueden reflejar normas sociales cambiantes, conforme los jóvenes aplazan tanto el matrimonio como los hijos, dijo.

Este mercado de trabajo difícil para los jóvenes desde la recesión que concluyó en junio de 2009 también está contribuyendo a una tasa menor de movilidad. Los adultos menores de 30 normalmente constituyen la parte más móvil de una fuerza de trabajo estadounidense que está en movimiento constante desde el siglo XIX. Esa movilidad se ha considerado una ventaja clave del mercado de trabajo flexible estadounidense en comparación con lugares como Europa.

Los datos más recientes del Censo muestran que sólo 3.1 por ciento de los estadounidenses de 25 a 29 años se trasladaron en el último año entre estados, apenas la mitad de la proporción de 2002. Si bien las mudanzas entre condados del mismo estado –con menores probabilidades de producirse por empleos- han crecido en cierta medida, también se mantienen por debajo de los niveles previos a la recesión, según el análisis de PRB.

Economistas de Goldman Sachs que estudiaron el fenómeno de los “hijos que viven en la casa de los padres” en un informe del mes de agosto, encontraron razones para explicar la situación.

Los “millennials”, es decir las 82 millones de personas nacidas entre 1981 y alrededor de 2000, se han visto afectados por un subempleo crónico desde la recesión –piénsese en el graduado universitario que trabaja en una cafetería- y la deuda estudiantil creciente demuestra ser una carga duradera.

“Las tasas de subempleo juvenil por sobre la media representan por sí solas un tercio del aumento en la proporción de jóvenes que viven con sus padres y los efectos rezagados de la recesión probablemente representen un poco más”, escribieron David Mericle y Karen Reichgott de Goldman.

La tendencia tiene un lado positivo, dijeron. Probablemente, todos los hijos adultos abandonarán algún día la casa de sus padres, y la formación de un hogar resultará un enorme empuje para una recuperación inmobiliaria mediocre. Ya hay pruebas de que esto está ocurriendo en cierta medida.

Los economistas de Goldman están en ese bando. “Por consiguiente, continuamos viendo un fuerte aspecto positivo para la inversión residencial”, escribieron.

Actualidad Laboral / Con información El Nuevo Día