Ya sea por la empresa, por intereses personales o ambos, algunos colaboradores incurren en comportamientos deshonestos, y no sólo dañan su reputación, también a sus organizaciones. El valor de la integridad nos define no sólo laboralmente, también en lo personal.


El Reporte Global de Integridad 2024, realizado por EY, indica que a pesar de que se promueve la cultura de la ética, aún prevalece cierta predisposición de los colaboradores, de todos los niveles, de incurrir en actos deshonestos para obtener mejores resultados para sus empresas o beneficios personales.


Dentro de las organizaciones, cada vez es más común que los colaboradores “no metan las manos al fuego” por sus líderes: creen que podían tener comportamientos no éticos. El 38% de los encuestados considera que una situación financiera personal o la carrera, puede llevar a sus ejecutivos a tener acciones sin integridad.


Rafael Huamán, forensic & integrity services Leader de EY para América Latina, explica que entre las acciones que dañarían la identidad, están proveer información falsa a la gerencia, ignorar conductas éticas en sus equipos y falsificar datos de clientes, por mencionar algunas.


En este sentido, también existen líderes que piensan que si le va bien a la organización, también a ellos, por eso 46% sacrificaría su integridad para obtener ganancias cuestionables en el corto plazo.


Los mismos encuestados consideran que “hay quien se hace de la vista gorda”, cuando de comportamiento poco ético se trata, 33% dice que lo tolera si está implicado el personal directivo o de alto rendimiento.


No obstante, existe la extraña percepción de una mayor cultura de la integridad, de acuerdo con la encuesta de EY, 64% de los trabajadores lo considera así.


Entre las razones para esta percepción, se encuentran:




  • La necesidad de cumplir con las exigencias de los clientes (35%).

  • La gestión de la gerencia (45%).

  • El impulso regulatorio (46%).


Y es aquí donde aparece la contradicción, refiere el reporte, ya que al ser la integridad un elemento clave para las organizaciones, que les da valor, éxito y sostenibilidad a largo plazo, que se conozca la falta de ética de algunas personas podría incidir en su reputación.


De los encuestados, 47% indica que al menos en una de las ocasiones en las que denunciaron una conducta indebida sintieron la presión para no hacerlo.


También está quien considera que no era su responsabilidad abordar esa situación, por lo cual no la reportaron (33%), y quien decidió no tomar cartas en el asunto porque sus preocupaciones no serían atendidas (39%).


Los retos internos y externos para la integridad


Los momentos difíciles, como los periodos de cambio o turbulentos en el mercado, son una prueba para mantener los estándares de integridad en las organizaciones. El porcentaje de Latinoamérica es más alto que el reportado a nivel global (50%).


Entender laxamente la integridad puede ser uno de los mayores riesgos internos, dice el 27% de los entrevistados en la región, ya que los colaboradores no interiorizan las reglas que deben regir su conducta. A ello se suman otros como la alta rotación o la falta de recursos.


Mientras que, a nivel externo, el entorno macroeconómico actual representa la mayor presión externa para que los colaboradores no actúen con integridad, de acuerdo con 39% de los ejecutivos regionales. La crisis de salud y las expectativas de desempeño financiero en el mercado son otros factores de riesgo.


Rafael Huamán afirma que la integridad aporta beneficios a las empresas y les permite diferenciarse claramente para asegurar su permanencia a lo largo del tiempo.


Por esta razón, es crucial fortalecer esta cultura en todos los niveles, más allá de evitar sanciones y multas, sino también para fijar los objetivos de las empresas sobre bases sólidas, ofrecer valor a los grupos de interés, generar confianza en el mercado, minimizar riesgos y proteger la reputación corporativa, además de atraer al mejor talento.


Actualidad Laboral / Con información de El Economista México