El auge de la IA generativa se ha convertido en una bendición para las empresas que quieren automatizar la creación de hojas de cálculo, la redacción de textos genéricos y otras tareas monótonas en nombre de una mayor "eficiencia". La tecnología se ha apoderado de la fascinación de los CEO y del sector privado, lo que ha llevado a muchas empresas a probar la IA (con resultados dispares). Mientras que los altos mandos y la clase directiva están totalmente a favor de la IA, se ha prestado menos atención a las personas a quienes afectará realmente esta nueva tecnología.


Las tareas mundanas que hasta ahora han sido objeto de sustitución suelen estar a cargo de trabajadores principiantes. Los jefes asignan estas tareas a los recién contratados con la esperanza de que se hagan rápido, bien y sin necesidad de que nadie les explique cómo se hacen. Este trabajo se presentaba como una parte fundamental de su desarrollo, una forma de "ganarse los galones" en el mundo laboral.


Aunque enfrentarse al trabajo duro sin directrices no es una buena forma de empezar una carrera, las empresas no dan otra opción. En las últimas décadas, muchas compañías han acabado con los programas de formación, descuidado la tutoría y no se han responsabilizado de fomentar el desarrollo de los jóvenes. Ahora, con la llegada de la IA generativa, las compañías están empezando a automatizar muchas tareas, eliminando toda posibilidad de "enseñar" a los empleados jóvenes.


No es de extrañar que varias encuestas hayan revelado que los miembros de la generación Z están especialmente preocupados por el efecto de la IA en sus carreras; en una encuesta reciente realizada por la plataforma de ofertas de empleo ZipRecruiter, el 76% de los miembros de la generación Z indicaron que estaban preocupados por perder sus puestos de trabajo a manos de ChatGPT.


Los jóvenes están abocados a una calamidad profesional. Puede que se sientan más cómodos utilizando ChatGPT y otras tecnologías de IA que sus compañeros de mayor edad, pero la obsesión de sus superiores por la inteligencia artificial amenaza su capacidad de desarrollar una carrera profesional. Los altos cargos llevan décadas desentendiéndose de los trabajadores más jóvenes, que son la columna vertebral de sus empresas. Y si ya no querían darles formación, no es de extrañar que estén dispuestos a deshacerse de ellos por completo.


Ya nadie quiere enseñar


Incluso antes del auge de la IA, los jóvenes se enfrentaban a una crisis al comienzo de sus carreras profesionales. A primera vista, parece que la generación Z está entrando en el mercado laboral en un buen momento. Encontrar trabajo es mucho más fácil que antes en Estados Unidos por su bajo nivel de desempleo y los salarios de los trabajadores jóvenes crecen a buen ritmo. Pero si miramos más a fondo, cada vez hay más señales que sugieren que a los jóvenes les va a resultar mucho más difícil labrarse una carrera profesional.


La generación Z se queda atrás incluso antes de su primer día de trabajo. El coste de la universidad se ha disparado en EEUU, y muchos llegan a su primer trabajo con una gran deuda. Un estudio realizado en 2022 por el Banco de la Reserva Federal de San Luis (Misuri, Estados Unidos) reveló que la carga de deuda media de los estadounidenses de la generación Z era un 13% superior a la de los millennials, y que aproximadamente el mismo porcentaje de ambas generaciones tenía una deuda estudiantil pendiente de 50.000 dólares o más.


¿No quieres ir a la universidad? Mala suerte. A pesar del reciente rechazo, el número de trabajos que requieren un título universitario ha ido creciendo durante décadas. Incluso la búsqueda de un primer empleo puede complicarse para los Z. Un análisis de LinkedIn de 3,8 millones de ofertas de empleo de 2017 a 2021 señalaba que el 35% de los puestos de nivel inicial requerían al menos 3 años de experiencia. Y, ¿si intentas ir por la ruta de las prácticas para obtener esa experiencia? Buena suerte. Una encuesta de 2021 de la Asociación Nacional de Universidades y Empleadores de Estados Unidos concluyó que más del 40% de las prácticas no son remuneradas y que el salario medio por hora de los becarios remunerados era de solo 20,76 dólares en 2020, una cifra muy ajustada en muchas de las principales áreas metropolitanas de Estados Unidos.


Una vez que los jóvenes consiguen por fin entrar en el mundo empresarial, se enfrentan a otra brutal realidad: las empresas no tienen ningún interés en ayudarles a ascender en su carrera profesional. Muchas no han mostrado la más mínima consideración por fomentar y desarrollar las capacidades de los trabajadores, dejando a los jóvenes a su suerte. Un estudio realizado en 2014 por Peter Cappelli, profesor de la Escuela de Negocios Wharton de la Universidad de Pensilvania, reveló que en 1979 "los trabajadores jóvenes recibían una media de 2,5 semanas de formación al año", pero que en 1995 había descendido a poco menos de 11 horas anuales. Capelli tampoco encontró pruebas de que las cosas hubieran mejorado en los años siguientes.


El Departamento de Trabajo de Estados Unidos descubrió en 2014 que, si bien el 70% de las empresas ofrecía "algún tipo de formación a los empleados", esta se dirigía principalmente a "directivos y trabajadores de nivel medio". Esta estadística es especialmente preocupante porque lo que se considera "algún tipo de formación" puede ser algo tan simple como leer el manual de RRHH. Además, el 30% de las empresas no ofrece ningún tipo de formación. Más recientemente, en una encuesta realizada en 2020 por Paul Osterman, profesor del MIT, algo menos del 50% de los empleados afirmaron no haber recibido formación laboral formal por parte de su empresa en el último año. Osterman también argumentó en un debate sobre la encuesta que las empresas no estaban proporcionando a los trabajadores los tipos de formación que ayudarían a mejorar sus habilidades o avanzar en sus carreras.


Cabría suponer que las empresas intentarían fomentar la tutoría entre los trabajadores para compensar la falta de formación, pero no es así. Una encuesta del Pew Research Center de 2023 reveló que solo el 44% de los trabajadores contaban con una, pese a que estas se relacionen con una mayor satisfacción del trabajador. Y aunque existen programas formales de tutoría, suelen ser voluntarios. Un estudio de la Oficina Nacional de Investigación Económica de EEUU descubrió que los programas de mentores voluntarios conducían a peores resultados que los obligatorios y que aquellos que más necesitaban la ayuda de un mentor eran menos propensos a solicitarla.


Esto puede deberse a que las culturas del lugar de trabajo alienan a quienes piden ayuda (a pesar de los beneficios de hacerlo), creando una sensación generalizada de que las organizaciones no se preocupan realmente por sus empleados. En una encuesta periódica de Gallup, solo el 24% de los encuestados en mayo estaban totalmente de acuerdo en que sus organizaciones se preocupaban por su bienestar, frente al 33% en mayo de 2021 y un notable 49% en mayo de 2020. Esta falta de atención está lastrando claramente a los trabajadores jóvenes que más desarrollo profesional necesitan. Workplace Intelligence, una firma de investigación de RRHH, indica que en una encuesta de 2022 con Amazon, el 74% de los Z y millennials indicaron que estaban considerando dejar su trabajo "debido a la falta de apoyo para el desarrollo de habilidades o la falta de opciones de movilidad profesional".


¿Por qué formarse cuando puedes enchufarlo sin más?


Sin formación ni desarrollo profesional real, a los jóvenes solo les ha quedado una forma de aprender a desenvolverse en el mundo laboral: el trabajo duro. En teoría, estos pequeños trabajos estaban pensados para familiarizarse con procesos más sencillos y demostrar ser lo suficientemente competentes como para asumir tareas más exigentes. Pero la realidad es que provocan una sensación de falta de propósito en el trabajo, ya que las tareas no parecen una contribución significativa a la empresa o una forma de progresar. Ahora, con la llegada de la inteligencia artificial generativa al lugar de trabajo, se acabó.


La IA ya ha empezado a quitar puestos de trabajo, pero el particular desdén de las empresas por sus jóvenes significa que afectará más a los trabajadores principiantes. Lleva mucho trabajo "entrenar" un gran modelo lingüístico, el tipo de IA que utiliza ChatGPT y otros productos similares. Pero una vez hecho ese trabajo, a las empresas les sale mucho más barato comprar nuevas herramientas tecnológicas que formar a una persona real, sin importar las consecuencias. Para los empresarios, lo único que importará es si algo es barato y fácil.


El consuelo para estos jóvenes, según el argumento de los estos dirigentes, es que los más expertos en tecnología se convertirán en los responsables de estas nuevas máquinas. En realidad, esto significa que los jóvenes tendrán que solucionar el diluvio de errores que cometerán estas herramientas de IA sin rostro, sabiendo que recibirán menos reconocimiento porque el "trabajo" procede de una máquina. Esto puede crear una crisis profesional: habrá menos formas de demostrar que se es capaz de asumir un trabajo más significativo. Los ascensos dependerán del favoritismo, con las mejores tareas "reales" reservadas a los que tengan más labia en lugar de a los que trabajan más duro. La IA potencia la cultura de gestión débil.


No es de extrañar que los CEO y los altos cargos estén tan entusiasmados con la integración de la IA. La empresa de datos Qualtrics afirma que, en una encuesta realizada en mayo y junio, el 64% de los jefes considera emocionante el "impacto potencial de la IA" en su lugar de trabajo. Solo el 39% de los trabajadores de primera línea está de acuerdo, y el 46% describe la tecnología como "aterradora". Otra encuesta de Boston Consulting Group registra una división similar: el 62% de los mandos intermedios y directivos están entusiasmados con la posibilidad de utilizar la IA en el trabajo, frente al 42% de los empleados. Aunque los optimistas vaticinen que dentro de 10 años existirán empleos que ahora no podemos imaginar, es difícil creer, dadas las formas en que las empresas han desplegado la nueva tecnología, que la automatización conducirá a una sociedad en la que más personas tengan más oportunidades económicas.


Formar a los niños: son la esperanza


¿Qué le queda a la mano de obra joven? ¿Qué hace un joven en una oficina donde no se le forma, no se le orienta ni se le da un trabajo 'de verdad'? ¿Qué ocurrirá cuando la inteligencia artificial automatice trabajos como la introducción de datos y el archivo de documentos?


La ironía es que la responsabilidad de las empresas para con sus empleados es en realidad mejor para el negocio. Los estudios sugieren que las empresas que invierten en formación laboral y desarrollo de habilidades son más eficientes y cosechan mayores márgenes de beneficio. A pesar de esta evidencia, a las empresas les cuesta entender el valor de la inversión en sus empleados. Como escribían recientemente desde el Centro Stern para la Empresa Sostenible de la Universidad de Nueva York, las empresas no suelen disponer de métodos para medir el valor del capital humano más allá de los simples costes laborales, lo que significa que los consideran al mismo nivel que otros costes como la factura de la luz. La economía de la podredumbre considera el crecimiento inmediato de los ingresos como la única métrica valiosa a tener en cuenta, más importante que el valor a largo plazo del crecimiento de un empleado.


Hay una forma mejor de trabajar, pero me temo que la única manera de que las empresas aprendan los peligros de la automatización será a través de un doloroso ejemplo público de una empresa que confió demasiado en la IA, como el fallo comercial de Knight Capital que le costó 440 millones de dólares. La IA puede mejorar a los seres humanos, ayudarlos, pero sustituirlos por la IA es una decisión miope por parte de los contables que no pueden ver el valor de una persona. Merece la pena plantearse si las inversiones en IA deberían sustituirse por programas reales de formación y tutoría con recompensas económicas.


Los jóvenes se enfrentan a un ajuste de cuentas en el que el aumento de los costes de la universidad y la falta de oportunidades de futuro chocarán frontalmente con un tejido empresarial que no reconoce el valor de invertir en seres humanos reales. El resultado será una economía más débil con menos personas preparadas para afrontar los verdaderos retos que plantean las nuevas tecnologías. Todos salimos perdiendo.


Actualidad Laboral / Con información de Business Insider