Armando, un joven de 30 años, está buscando trabajo en el sector estatal pero apenas ha logrado reunir la cantidad necesaria para obtener la plaza que busca. Ha ido a ver a un prestamista y hasta ha colocado en venta algunos adornos y muebles de su casa para llegar a los 600 dólares que le piden en la empresa Cubataxi por un empleo de chofer.

Si no paga esa cantidad, me dice el propio Armando, le dirán que todos los puestos de trabajo están ocupados, aunque él sabe que siempre existe al menos un par de lugares “fantasmas” en la nómina de la empresa, a la espera del mejor postor.

El mercado clandestino de empleos en las empresas estatales de la isla no es un fenómeno surgido en la coyuntura económica actual. Desde los años 80 se escucha hablar de personas que han debido pagar por ocupar un puesto de trabajo, sobre todo en el turismo, incluso por acceder a estudios de nivel medio o universitario.

La agudización de la crisis económica, la inestabilidad legal del sector privado y el constante acoso al cuentapropismo por parte del gobierno, entre otras causas, han favorecido el enraizamiento de este tipo de contrabando e incluso su penetración en espacios bajo el dominio directo de los militares, como han sido los casos de empresas como SASA, dedicadas a la comercialización de recambios para autos o Rent-a-car de Gaviota, de alquiler de vehículos para el turismo, donde las plazas pueden alcanzar valores entre los 5 mil y 10 mil dólares.

María Elena Verdecia fue trabajadora de uno de estos puestos de renta ubicado en el aeropuerto José Martí, de La Habana, y nos comenta sobre los mecanismos de contrabandeo laboral:

“(…) el total de las plazas han sido compradas o han sido ocupadas por personas que tienen algún tipo de relación familiar o de amistad con funcionarios de la empresa”, asegura Verdecia, y continúa: “El Rent-a-car del aeropuerto es uno de los más codiciados, esa plaza cuesta 5 mil dólares, porque se sabe que ese dinero se puede recuperar en un par de meses. (…) Pero después que pagas los 5 mil, todos los meses tienes que mantener contento a los jefes, al de Personal de la empresa, a los inspectores pero aun así es una plaza muy codiciada, aunque peligrosa, por eso me tuve que ir de allí, sabía que en cualquier momento podía caer presa. (…) En ningún Rent-a-car entra nadie a trabajar porque ha caído bien o porque ha tenido suerte, es un negocio donde está enredado todo el mundo”.

Por otra parte, Juan Carlos, responsable de ventas de un puesto de renta de autos para el turismo, afirma que en el año 2001 debió pagar unos 2 mil dólares por su empleo:

“Tuve que pedir prestado el dinero a una tía de mi esposa que vive en los Estados Unidos (…), después se lo pagué en tres meses. (…) Pero en el 2001 no había tanto turismo como ahora, por eso los que entran tienen que pagar 3 mil, 4 mil y hasta tengo amigos que han pagado 6 mil porque se sabe que se le saca ese dinero fácil en unos meses (…). Yo no tengo miedo porque esto lo sabe todo el mundo, las plazas en turismo casi todas se venden, pregúntale a cualquiera por ahí”, dice Juan Carlos.

No solo obtener un empleo en el turismo supone un acto de compra-venta o de soborno, también en el “naciente” sector cooperativo se han replicado estos fenómenos, como ha sido el caso de los taxis ruteros, donde el costo de la plaza de chofer oscila entre los 100 y los 500 dólares.

Manuel, chofer de un microbús perteneciente a una de las cooperativas de La Habana, pagó en febrero de 2016 unos 200 dólares por su puesto de trabajo:

“Fueron 200 pesos (dólares) y entré a trabajar ese mismo día. La primera vez que fui a pedir un trabajo, yo que soy chofer desde hace 20 años, me dijeron que no había plazas (…), fui a ver a un vecino que trabaja en los ruteros y él me dijo cómo había que entrarle a la cosa. (…) Como a los dos días fui con el tipo del que me hablaron y, como te digo, empecé a trabajar al momento. (…) Ahora sé de gente que ha pagado hasta 500 pesos, cuando son los microbuses, porque para los carros (autos de 4 plazas) nadie paga más de 100 pesos”, asegura Manuel.

Comprar un empleo es algo común para los cubanos, tanto es así que aquellas personas de bajos recursos y para los que resulta extremadamente difícil conseguir el auxilio de un prestamista, ni siquiera se acercan a las empresas estatales a solicitar empleo.

Aunque Javier Echemendía, de 53 años, ha trabajado en la Empresa de Ómnibus Urbanos de La Habana desde finales de los años 80, asegura que, a pesar de haberlo intentado, jamás ha podido contratarse como chofer en empresas como Transgaviota o Transtur.

“Dondequiera te piden dinero por una plaza, así a lo descarado te dicen que si no pagas no entras, ¿y a dónde uno puede ir a quejarse si siempre son familia de tal o más cual dirigente o todo está arreglado por ahí para arriba? (…) Yo he visto que han aceptado a chiquitos con menos experiencia que yo, que en treinta años jamás he tenido un accidente, y es porque pagan la plaza. (…) Incluso para entrar como segundo jinete (plaza compartida por dos choferes) en Cubataxi hay que pagar. Esto no es para gente pobre”, dice Javier.

Para complicar la situación, empresas como Cubataxi han creado la figura del chofer secundario o “segundo jinete”, que es un chofer subcontratado por el chofer principal que actúa como dueño del auto estatal, un experimento que emula el escenario, en fase de eliminación, de los llamados “boteros” del sector cuentapropista y que convierte al Estado en un beneficiario indirecto de la explotación laboral.

El segundo jinete, prácticamente sin derechos laborales elementales, debe pagar al primero una suma diaria acordada, además del pago inicial por ocupar el puesto.

Con respecto a esto, Marcos, un chofer subcontratado, nos explica:

“Es un taxi estatal pero el chofer lo usa como si fuera un almendrón. Supuestamente yo debería ser su ayudante o copiloto en viajes largos, o cubrirle las vacaciones, cosas así, pero en realidad él lo que hace es sentarse en su casa mientras yo manejo más de diez horas al día para poder pagarle el dinero. (…) Yo por esa plaza pagué 300 dólares, más tengo que darle 30 dólares diarios, pero yo con eso estoy reuniendo para conseguir una plaza de chofer principal o comprar un Cocotaxi que también da su dinero y con menos problemas”, afirma Marcos.

Entre los trabajos más codiciados y por los cuales es preciso pagar, a modo de soborno, sumas de dinero que doblan en decenas y hasta en un centenar de veces el salario anual promedio de los cubanos, se encuentran aquellos vinculados al turismo y al acarreo de mercancías entre almacenes y grandes empresas, también aquellas dedicadas a la importación y exportación de productos, en especial los alimentos y las piezas de recambios para autos, de modo que empleos como el de un valet parking en un hotel o jefe de almacén, incluso de ayudante de almacenero o estibador, en cualquier empresa estatal, por ejemplo, están valorados por encima de los mil dólares.

Actualidad Laboral / Con información de Cubanet / Ernesto Pérez Chang