Ser jefe de la sección de política de un medio de comunicación es un trabajo en el que no se pone el sol o, dicho en otras palabras, una especie de sacerdocio laico. El ejemplo sirve para otras muchas profesiones vinculadas a una dedicación intensa. En la jefatura de la sección de política de uno de los principales diarios europeos, The Guardian, el sol, en cambio, se pone cada día. Anushka Asthana y Heather Stewart comparten el puesto de editoras (jefas) con una figura laboral conocida en muchos países europeos: el job sharing. Dos personas para un único puesto de trabajo.
El concepto es aparentemente sencillo, tiene ventajas y desventajas, pero su ejecución requiere de una extrema coordinación y generosidad. Las dos periodistas británicas, según explicaban en la publicación Management Today, se presentaron juntas para optar a este puesto de trabajo. Con una sólida experiencia previa en el ámbito de la información política, consideraban que esta jefatura era para cada una de ellas un excelente reto profesional, un paso adelante, pero el problema era la dedicación intensa que el puesto exige y el peaje que podía suponer para poder seguir viendo a sus hijos. Concurrieron juntas y lograron el puesto, y hace ya tres años que funcionan con esta fórmula.
El job sharing se puede llevar a cabo en muchas profesiones pero lo que es obvio de entrada, señala Gina Aran, profesora de Comunicación Colaborativa (UOC), es que hay que vincularlo con puestos de trabajo con sueldos altos ya que supone dividirse la nómina. En el Reino Unido, Alemania o Suiza es una fórmula extendida, y en algunas ocasiones la nómina a compartir se eleva por encima de lo que cobra una única persona.
Los informes del Reino Unido indican que esta modalidad de compartir puesto de trabajo crece en los sueldos que llegan a los 40.000 euros (o sea, sin dividir serían de 80.000). Y hay también empresas especializadas en facilitar la búsqueda de partners a aquellos que quieren optar en pareja a un determinado puesto de trabajo.
El recorte salarial es contundente y de entrada se podría pensar que una reducción de jornada, o la opción de un trabajo a tiempo parcial de forma voluntaria son caminos menos lesivos económicamente. Pero lo que esta figura aporta es la posibilidad de optar a un puesto de responsabilidad sin renunciar a la conciliación del ámbito laboral con la vida privada. O sea, avanzar en la carrera profesional sin tener que dedicarle miles de horas.
Pese a las puertas que abre esta nueva figura, el debate está servido porque también tiene sus trampas. La primera vuelve a centrarse en el debate sobre la desigualdad de género ya que puede ser un camino para que, de nuevo, las mujeres, empujadas por llevar la carga exclusiva de los cuidados, opten por una fórmula que supone una merma retributiva. Asimismo, el job sharing puede ser visto como una “forma moderna” de ir precarizando el mercado laboral.
Pero se trata así de sacar partido de la flexibilidad. El job sharing funciona con un reparto pactado de horas entre las dos personas que comparten el puesto, y en la mayoría de ocasiones los partners trabajan tres o cuatro días a la semana, o por semanas alternativas, y se establece un sistema de comunicación común y constante. Se recomienda que siempre haya un tiempo compartido de presencia conjunta. Como forma de trabajo tiene sus ventajas y sus inconvenientes, explica el profesor Ricard Serlavós, del departamento de dirección de personas y organización de Esade. No significa “partirse” el trabajo sino que ambos realicen el mismo aportando sus capacidades y conocimientos laborales en una conexión colaborativa donde no caben, evidentemente, los egos. Se aprovecha también el empujón de los “lunes”, es decir, que la energía del inicio de la semana para avanzar en el trabajo se multiplica por dos. El problema del presencialismo –horas en la empresa no productivas– desaparece. Y también el absentismo.
El principal problema, señala Serlavós, puede llegar desde fuera. Las personas no son iguales y es fácil que los clientes tengan sus preferencias a la hora de querer tratar y negociar con alguien en concreto. Una cuestión que también puede suceder de puertas adentro, tanto para las personas que trabajan bajo las órdenes de este “equipo doble” como para la dirección de la empresa. Se puede analizar desde muchos puntos de vista, señala Serlavós, pero hay que ser consciente de que el mundo camina hacia estas nuevas fórmulas de organización del trabajo. Las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial van a obligar más pronto que tarde a que el trabajo se reparta.
Irenka Krone-Germann y Anne Chambrier son dos economistas suizas que compartieron durante nueve años su puesto de trabajo en la secretaría de Estado de Economía. Juntas han lanzado también el proyecto Part Time Optimisation poniendo especial énfasis en promover el job sharing entre los trabajadores que ocupan puestos medios y altos. Suiza es uno de los países europeos con el índice más elevado de mujeres (el 59%) contratadas a tiempo parcial y la necesidad de conciliar utilizando esta fórmula, señalan, les impide acceder a puestos de responsabilidad. El job sharing es lo que denominan “la tercera opción”.
Pero no sólo hay que hablar de conciliación familiar. De hecho, explica Serlavós, en España se podría hablar de una fórmula similar con la figura de la jubilación parcial. Si una persona que se acerca a la jubilación decide reducirse la jornada (entre un 25% y un 50%), se exige lo que se denomina un contrato de relevo. O sea, la contratación de otra persona por el tiempo que deja de trabajar el primero. En muchas ocasiones se produce una especie de mentoring entre quien tiene más edad y el más joven. Otra de las situaciones en las que el job sharing puede ayudar es para aquellos que en un momento determinado de su carrera profesional quieren volver a estudiar, sin que esto suponga un freno laboral.
El job sharing ya existe en partidos políticos, entre médicos, directivos, profesores... El debate sobre la organización del tiempo interpela cada vez a más personas que buscan vías más “humanas” de organizarse la vida, de evitar que esta transcurra inexorablemente atada a los horarios laborales. En España, salvo algunas excepciones, aún es más una cuestión teórica que no se traslada a la realidad cotidiana. La mayoría de personas con contrato a tiempo parcial desearían trabajar más horas, no por estajanovismo sino porque los sueldos son insuficientes.
El job sharing puede sonar así utópico o elitista. Pero es una fórmula más para reflexionar sobre un mundo en el que buscar un equilibrio entre los intereses vitales y laborales es muchas veces imposible.
Actualidad Laboral / Con información de La Vanguardia