La belleza del mercado laboral con competencia perfecta sigue maravillando. En este tipo de mercado no hay necesidad de que el gobierno intervenga, puesto que (de forma casi mágica), se da un equilibrio entre las empresas que buscan trabajadores y los trabajadores que buscan empleo. Si el gobierno fijara un salario mínimo muy alto, se generaría desempleo, puesto que los empleadores no estarían dispuestos a contratar a tantos trabajadores si les tienen que pagar un salario más alto. Por el contrario, si el gobierno estableciera un tope salarial, el número de trabajadores demandados por las empresas superaría el número de personas dispuestas a trabajar por ese salario. Más allá de su estética académica, las lecciones de este modelo deberían estar siempre presentes en el diseño de políticas públicas. Pero, como dice el economista Dani Rodrik, “es un modelo, no el modelo”, y hay muchas posibles fallas de mercado que también deberían considerarse. Entre ellas, el monopsonio, que cada vez genera más atención.
No tan conocido como el monopolio, el monopsonio se genera cuando hay muchas personas buscando trabajo y solo hay pocos empleadores, quienes pueden darse el lujo de ofrecer un salario menor, al que tuvieran que ofrecer si hubiera más competencia por los trabajadores. Además de ser malo para el trabajador, este modelo genera un resultado que es ineficiente en el sentido económico. Es decir, hay potenciales contrataciones que beneficiarían tanto a las empresas como a los trabajadores, pero estas contrataciones de beneficio mutuo no se llevan a cabo.
Por muchos años, la posibilidad teórica del monopsonio no se consideraba importante para el análisis práctico ni para el diseño de políticas públicas. Pero, varios estudios recientes sugieren que el problema del monopsonio es relevante y creciente en el tiempo.
El rol de las políticas públicas
El problema del monopsonio tiene, al menos, tres implicaciones para las políticas públicas del mercado laboral. La primera tiene que ver con el salario mínimo. En un modelo de monopsonio, un pequeño incremento del salario mínimo puede aumentar el empleo. Lo cual, podría explicar los estudios empíricos que no encuentran los efectos negativos de los aumentos del salario mínimo que, el modelo de competencia perfecta predice. No obstante, cuando el salario mínimo llega a un nivel crítico, seguir incrementándolo tendría el mismo efecto dañino que se explicó anteriormente para la competencia perfecta: aumentar el desempleo (o la informalidad). En este sentido, la existencia del poder monopsónico puede justificar el uso del salario mínimo para mejorar el funcionamiento del mercado laboral, pero no su uso desmesurado.
La segunda implicación tiene que ver con la importancia de los sindicatos. Según el Consejo de Asesores Económicos de Estados Unidos, los sindicatos pueden proveer un contrapeso al poder de negociación y al ejercicio unilateral del poder monopsónico, promoviendo mayores salarios, mejores condiciones de trabajo y hasta un nivel más eficiente del empleo. En otras palabras, la existencia del poder monopsónico podría justificar un intento de revertir una tendencia de largo plazo hacia menores niveles de sindicalismo. De hecho, un estudio reciente encontró que el impacto negativo del monopsonio en los salarios es menor, cuando hay un mayor porcentaje de trabajadores representados por un sindicato. Este estudio también demostró que el vínculo entre productividad y salarios es más fuerte cuando los sindicatos tienen mayor representación.
La tercera implicación es tal vez la más obvia. Igual que existen esfuerzos orientados a combatir y regular los monopolios, los expertos están empezando a analizar cómo regular los monopsonios. Por ejemplo, Alan Krueger y Eric Posner proponen reforzar el escrutinio de las fusiones entre empresas para detectar efectos adversos en el mercado laboral. Igualmente, Krueger y Posner sugieren prohibir los convenios que impiden a trabajadores de salarios bajos, buscar empleo en empresas que compiten con su empleador actual. También proponen prohibir los acuerdos entre sucursales de una sola empresa, a no competir por los mismos trabajadores.
Monopsonio versus competencia perfecta
El debate sobre las mejores políticas públicas ante la existencia de los monopsonios está apenas comenzando. Las políticas orientadas a fortalecer el poder de negociación de los trabajadores o limitar el poder de los empleadores, tienen mayor justificación ante la evidencia del poder monopsónico, pero no debemos olvidar por completo las advertencias del modelo “clásico” de competencia perfecta sobre un exceso de intervención del Estado. En la opinión de David Kaplan, especialista senior, los errores de “alabar demasiado las virtudes del mercado laboral libre” e “ignorar las consecuencias no anticipadas de intervenir demasiado en un mercado” son igualmente comunes y peligrosos.
Actualidad Laboral / Con información de Factor Trabajo - David Kaplan