No tengo tiempo. Es difícil cumplir con todos. Me cuesta llegar a casa sin pensar en cuestiones laborales. Mis hijos me demandan presencia. Quién no ha exclamado algunas de estas frases cuando diseña la agenda de actividades o se prepara para iniciar la jornada productiva. Y no resulta sencillo conciliar el trabajo nuestro de cada día con la actividad familiar. En ese proceso no hay recetas mágicas, pero sí depende de la actitud de cada uno frente a la necesidad de balancear el trabajo con la familia, dice Guillermo Fraile, director del Centro ICBC Conciliación Familia y Empresa del IAE Business School.

-Hay estudios académicos que dicen que los empresarios le dedican más de 50 horas al trabajo y solo 15 a los hijos, ¿cuáles son los riesgos que se corren?

-El riesgo es no entender que la demanda de los hijos es pasiva. ¿Qué significa esto? Que con los hijos hay que actuar proactivamente para atenderlos por iniciativa propia y no por necesidad de los hijos. En cambio, en el trabajo la demanda es activa, se tienen siempre cosas para hacer en la agenda laboral, aunque no siempre tiene cosas para hacer en su tarea de padre. El riesgo más importante es incorporar la conciencia, ya que la poca dedicación a los hijos es un tema real por que los hijos no demandan. Sabiendo que esa cantidad de tiempo dedicada a los hijos solo se incrementará por iniciativa de uno y no por iniciativa de los hijos. El riesgo es acostumbrarse a eso. Los hijos no van a pedir más. Se cambia si nace de uno.

-¿Hay otra forma de consolidar el patrimonio familiar? ¿Pueden recuperarse las horas de los años productivos?

-Esto es, por sobre todo, una filosofía de vida. El patrimonio familiar es, en definitiva, el depósito de recuerdos que uno va acumulando a partir de los proyectos que genera. Y lo que realmente une a la familia son los buenos recuerdos que puede generar a través de los proyectos familiares. ¿Cómo se consolida ese patrimonio? Creando buenos proyectos, por eso siempre hay tiempo de recuperarlos y consolidarlos. Por más que las tareas laborales sean muy grandes, uno siempre puede tener la capacidad de generar proyectos familiares que consoliden ese patrimonio. El trabajo debe ser un proyecto familiar, porque si no se entiende así sería un proyecto antagónico, que compite con la familia. Por eso también el trabajo debe estar dentro de esos proyectos que generan recuerdos. Un caso concreto es el Día de los Chicos, una actividad que realizamos anualmente en el IAE con las familias.

-¿Por dónde pueden diseñarse políticas que tiendan a balancear los objetivos laborales con los familiares?

-Son tres los ámbitos para el diseño de las políticas. Uno tiene que ver con la sociedad, otro con el trabajo o empresa y el tercero con la propia familia. Desde la sociedad deben diseñarse políticas a través de los gobiernos, que tiene que entender que las sociedades más sanas resultan mucho más económicas en gastos innecesarios. Con lo cual es importante facilitarles a los padres que puedan tener una vida balanceada a través de las leyes. Segundo, políticas del objetivo laboral: las empresas deben ser conscientes que cuando sus empleados encuentren mucho más facilitada su tarea laboral conciliada con su tarea familiar, serán personas más íntegras y cumplirán mejor sus funciones laborales. Esto a través de facilitarle la tarea para hacer una vida personal balanceada. Y, desde la familia, la decisión personal y definitiva de los padres en poder consolidar una vida laboral y familiar es responsabilidad de uno y no un producto solamente de políticas gubernamentales o de la empresa.

-¿Necesariamente familia y trabajo son términos antagónicos?

-Todo lo contrario. Quien los transforma en términos opuestos son los propios padres, que siempre tienen cargo de conciencia en la familia por la cantidad de tiempo que le dedicamos al trabajo. Tienen que ser, por sobre todo, proyectos complementarios y sinérgicos, porque la persona humana dedica la mayor cantidad de su tiempo al trabajo o a la familia y es ahí donde encuentra la fuente de felicidad. El 65% de los empresarios encuentra su principal fuente de felicidad en la familia y la segunda en el trabajo (25%), el resto en los amigos, en el deporte o en la sociedad. La gente está muy contenta con su trabajo y por sobre todo con su familia. Con lo cual es absurdo pensar que son términos antagónicos; si los dos parten de una misma base que son fuentes de satisfacción, hay que saberlos complementar y transformarlos más que en dos ámbitos competitivos en complementarios.

-Si mi familia fuera una empresa, ¿cómo debería administrarla?

-La familia es una empresa, porque es un emprendimiento y eso es un proyecto viviente. Con una diferencia: la sustentabilidad de este proyecto familia está dado en la unidad y en el afecto, y no en lo económico. El fin último de la familia es la unidad, que necesita sustentabilidad económica para poder lograrlo; pero no es el fin propio de la familia. Al contrario, en la empresa, el fin propio es lograr una sustentabilidad económica para poder lograr sus objetivos. En cambio acá el objetivo final de la familia es lograr esa unidad. ¿Cómo administraríamos nosotros esta empresa? Con el diálogo permanente entre las partes que permita la confianza. Solo ella es la que une y la que permite crecer a las partes. Incluyendo padres con hijos y viceversa. La clave de la administración familiar es la confianza y después la autoridad. Como toda comunidad, necesita un ámbito para desarrollarse y una de las cualidades es que haya una autoridad. Que no significa autoritarismo, sino gobierno para que haya orden. Con confianza y autoridad, la familia como empresa garantiza su unidad.

-Si mi lugar de trabajo fuera como mi familia, ¿cómo le puedo sacar más provecho?

-Viviendo los valores en el trabajo que se viven en familia. Viendo a los pares o empleados como colegas que hay que ayudar a ser más felices, que crezcan y que desarrollen todas sus capacidades, que es lo que buscamos en familia. Cuando uno ve a sus colegas como competidores destruye esa unidad tan necesaria en los ambiente de trabajo y la vida laboral se hace insoportable. Cuando uno crece con sus colegas, está tomando los criterios familiares para poder conseguir una comunidad más consolidada. Es la mejor forma de sacar provecho a la vida laboral.

-¿Está comprobado que ese balance familia-trabajo reduce los niveles de estrés?

-Absolutamente. Las investigaciones nos dicen que las personas que tienen más capacidades de conciliar son las que menos se han estresado, las que menos han tenido sensaciones negativas en los últimos meses (dolores de cabeza, mal sueño). Es una forma de afrontar la vida. El estrés es una consecuencia, no una causa, de no saber hacerlo.

Actualidad Laboral / Con información de La Gaceta