Perspectivas
El zancudón


Hace no menos de dos semanas tuve que llevar a mi hija al pediatra; íbamos de vacaciones y nos preocupaba sus molestias en el oído. Este doctor es uno de los más reputados pediatras de Caracas, proveniente de una conocida familia de médicos y siempre ha sido agradable conversar con él, dentro de lo que puede resultar agradable tener que ir al médico. Es una persona joven que no llega aún a 40 años, pero a quien le tengo una sana envidia pues goza de un negocio próspero en torno a la salud y es de esa gente que uno está seguro que tiene tranquilidad financiera, dentro de lo que se puede tener en este país.

En esa oportunidad lo que más me llamó la atención fue su cara de cansado y mientras escribía en el récipe alrededor de 5 nombres comerciales de un medicamento, no pudo sino estallar en ira. ¡Esta gente cree que la salud es cosa de juego! Exclamó. Ya no sé qué antibiótico recetarle a los niños, pues de estos 5 que le estoy colocando acá es probable que no consiga ni uno!

Como es costumbre y como manda la tradición, uno toma aire al escuchar quejas como esta, para proceder a escupir todo el veneno que la situación actual del país nos inocula a diario y se me ocurrió la brillante idea, sin saberlo, de escupir para arriba. Comencé a comentarle como veía a diario a altos ejecutivos de muchas empresas dejarlo todo e irse del país, renunciando a su ego y a sus posiciones para irse a un lugar donde pueden conseguir pañales, medicinas y sobre todo seguridad personal.

Torciendo aún más la barra, comencé a recitarle todas las posibilidades que un profesional como él tendría en infinidad de países y cómo una práctica médica como la suya sería recibida con aplausos por cualquier ente Consular en el mundo civilizado.

Al salir de allí entendí todo el mal que había hecho con esos comentarios; sobre todo porque con uno de mis tres hijos me tocó dar traspiés y recorrer alrededor de 10 pediatras en Caracas hasta que llegué a este; una persona que cobraba lo justo, que atendía a cualquier hora sin importar si luego ibas o no a consulta y que siempre llega a la emergencia cuando más lo necesitaba. Lo mejor es que su diagnóstico siempre es atinado y como por arte de magia el muchacho se te cura con el tratamiento en el 99% de los casos ¿Y qué si, en esta ocasión, el pediatra me tomaba la palabra? ¿Dónde consigo uno como él?

Existen mil y un motivos para estar deprimidos por nuestra realidad, pero existen un millón de motivos para no contagiar esa depresión y terminar dando ideas para que otro más abandone el barco. Mucho más si esa persona con la que estas descargándote es justamente alguien necesario para ti.

Nuestro gobierno parte de una premisa completamente falsa y lleva más de 14 años con esa premisa; debe ser por eso, entre otras cosas, que también son escasos los resultados de acuerdo a sus supuestos objetivos. Ellos creen que no necesitan a la gente que piensa distinto a ellos; la bombardean, la atacan y vejan y les hacen difícil hasta las cosas más simples. Hace poco sostuvieron que harían un sacudón en el gobierno, que comenzaba con un ligero cambio en el gabinete de gobierno pero que no implicó soluciones para los ciudadanos. Obviamente, se sacudieron los mercados bajando dramáticamente los bonos donde todos somos accionistas, por la inestabilidad que suponía cambiar al ministro de energías.

Sin embargo, ningún cambio visible para el ciudadano.

En lugar de un sacudón que realmente importara lo que construyen realmente es un zancudón que está chupándose las esperanzas de la gente. Lo que no entienden es que ese zancudón pica hasta su propia gente y las está matando.

No hay medicamentos; ni los más básicos para tratar una gripe. Los que tenemos familia con tratamiento continuo lloramos esta pena, pues no hay medios para ir a comprar las medicinas al exterior ni tiempo para buscarlas farmacia por farmacia. Y dentro de poco quizá no habrá médicos o no los que conocemos y en los que confiamos.

La peor escasez está por venir y es la escasez de gente. Si no retenemos a los que quedan y si más bien los ahuyentamos con nuestro comportamiento, nuestros comentarios y nuestra actitud ya no habrá quien apague la luz. Les insisto en esta idea, existen mil y un motivos para estar deprimidos por nuestra realidad, pero también un millón de motivos para no contagiar esa desesperanza al de al lado, mucho más si esa persona es necesaria.

Ángel Mendoza / Abogado

@angelmendozaqui