Según lamentó el abogado Antonio García Pereira, existen filiales de multinacionales que condenan las relaciones amorosas entre sus empleados, una intromisión en la vida privada “claramente ilegal e inconstitucional”.
En España algunas empresas, sobre todo multinacionales estadounidenses, han comenzado a crear códigos de conducta en los que se trata por escrito este tema, normalmente trasladando de departamento a uno de los miembros de la pareja.
Deloitte, por ejemplo, así lo recoge. Esta consultora exige que se comunique al superior correspondiente, evitando que uno de ellos evalúe o dé preferencia a su pareja. Se debe “mantener total separación de cualquier otra persona dentro de la firma con la cuál se tenga una relación de parentesco o vínculo afectivo”, se detalla entre los requisitos.
En EE UU, un 24% de los trabajadores dicen haber caído en este tipo de amor en su empresa en algún momento de su vida, según un estudio de 2013 de la consultora SHRM. El 42% de las compañías consultadas aseguran tener una política sobre el asunto o verbal o por escrito, un porcentaje creciente. En el 99% de los casos, el afecto con un jefe directo está estrictamente prohibido.
Las medidas más comunes pasan por transferir a uno de los dos tórtolos a otro departamento (51%); el asesoramiento; “una reprimenda formal por escrito”, se asegura; el cese contractual; o degradar al directivo a una posición no ejecutiva.
“Las relaciones no tienen por qué incidir en el trabajo. Hay que vestir la situación de normalidad”, opina Diego Vicente, experto en recursos humanos y profesor de Comportamiento Organizacional de IE Business School.
“Nuestros tribunales han declarado que las relaciones amorosas se encuentran dentro del ámbito del libre desarrollo de la personalidad, reconocida en la Constitución”, explica María Jesús Herrera, socia del despacho de abogados Sagardoy. “Solo cabría algún tipo de sanción si afecta a su trabajo”, añade.
También muestra dudas sobre códigos que pongan límites a esa libertad.
“Las políticas empresariales de prohibición de relaciones amorosas en el trabajo y de sanción de las mismas, además de no ser realistas con el entorno socio laboral, pueden, en mi opinión, exponer a las empresas a demandas por vulneración de derechos fundamentales”, explica Herrera.
“Un despido por esa causa lo consideramos susceptible de nulidad”, asevera Javier Rodríguez, socio y responsable de laboral del despacho de abogados Ontier. Solo concibe que se podría discutir un despido si afectara a su rendimiento.
El profesor de IE Business School cree que un romance “adulto, maduro y responsable” no tiene por qué afectar en el trabajo, ni siquiera con situaciones de parcialidad. “Estoy convencido de que haya casos de que se le exija mucho más a la pareja”. Incluso ve ventajas en estos afectos: “Es un halago para la empresa porque sus empleados están cómodos, habrá más claridad en el diálogo y surgirán ideas sin cortapisas”.
Cómo gestionar el romance
Si la pasión surge en el ámbito laboral, los responsables de recursos humanos pueden intentar gestionar la situación. Varias grandes empresas cuestionadas explican que no tienen normas internas sobre el asunto porque lo consideran parte de la esfera personal. Aunque un portavoz de una consultora de recursos humanos reconoce que varias compañías solicitan códigos escritos para evitar, por ejemplo, que fluya demasiada información de un superior a un trabajador, o haya distracciones.
Diego Vicente, profesor de IE Business School, no es favorable a estos códigos. “Si surge el amor no pasa nada. No hay que premiarlo ni castigarlo. Hay que depositar un voto de confianza en las personas”. Para él, la mejor política es el sentido común y mantenerse dentro de la legalidad.
“No hay que ponerse la venda antes que la herida. Creo que es absurdo que se hable de favoritismo en empresas maduras o que se piense que por estar enamorado no se rinde”, asegura.
Sin embargo, José Ignacio Jiménez, de Talengo, es favorable a estos protocolos, donde el departamento de recursos humanos debe actuar de árbitro, los enamorados deben reconocer abiertamente la relación y, si es el caso, cambiar de departamento a uno de ellos. “Al final, va a haber conflicto entre lo personal y lo laboral”, asegura.
Actualidad Laboral / Con información de Gestion.pe