Saber guiar a las personas a través del liderazgo es una tarea complicada, dado que requiere que la persona que sirve de guía contenga aspectos personales muy concretos ligados a la empatía, control de emociones, capacidad para comunicar mensajes claros y saber lidiar con elevadas cargas de trabajo.

Ser líder es una condición que tienen, de forma natural, algunas personas. Sin embargo, un artículo publicado en INC, revela que la capacidad para dirigir un equipo también se puede entrenar.

Ser extremadamente agradecido. El agradecimiento es una táctica que redunda en la empatía que expresamos hacia otras personas. Saber conectar con estas emociones de reconocimiento implica trabajar en la observación y valoración del trabajo de otras personas, al tiempo que se practica la comunicación con ellas.

Adoptar una actitud de servicio. A menudo, en las posiciones de liderazgo se olvida que las relaciones profesionales son una cuestión que van más allá del respeto a una posición. Entender que una empresa se construye a través del trabajo de unas personas con otras, independientemente del cargo que ostenten es fundamental a la hora de que ese respeto se consolide como una aspiración o actitud que imitar.

Desarrollar una mentalidad de abundancia. Una de las cosas que suele impregnar el pensamiento en los negocios es la creencia de que siempre hay algo por mejorar, que faltan recursos, talento o tiempo para avanzar. Para cambiar este tipo de pensamiento destructivo se debe focalizar la mente en todos los logros, avances, esperanzas de mejora y proyectos que redunden en un enfoque positivo que lleve a la acción.

Dedicar tiempo a las pasiones. Pensar que lo más importante de un trabajo es el sueldo limita nuestra capacidad de motivación. El tiempo es lo más valioso que poseemos las personas, por ello, hay que tratar de dedicar tiempo a nuestras pasiones, amistades y compañeros de trabajo, tratando de cambiar las rutinas y mejorando nuestra capacidad creativa.

Marcarse metas. Los objetivos son la mejor herramienta para nutrir esa pasión profesional y motivación laboral. Este reto constante revierte en una mejora de la capacidad de sobreponerse a las crisis, controlar las repentinas caídas de ánimo y mejorar nuestros márgenes de error.

Admitir las propias debilidades. Hay dos tipos de empresarios, los que necesitan mantener el control de cada puesto de trabajo y aquellos que delegan y confían en los demás. Los primeros son una clara muestra de lo que representa ser un líder débil, que no quiere que los demás vean en qué no es experto o dónde podría mejorar.

Acentuar los puntos fuertes. En vez de tratar de enfocarse en la debilidades, hay que tratar que el trabajo al que no se llega lo realicen otras personas más capaces, aprender de ellas, y fortalecer nuestras fortalezas, dejando que otros se impregnen de esas habilidades.

Darse la prioridad a uno mismo. Si bien la adopción de una actitud de servicio es una pieza fundamental a la hora de tener una mentalidad de crecimiento, darse la prioridad a uno mismo, sobre cualquier otra persona, es posiblemente aún más importante ya que si el líder no se encuentra bien ni física ni emocionalmente, de nada servirá que trate de guiar a otros.

Uso del tiempo presente. Los plazos empresariales siempre hacen que los líderes miren al pasado para evaluar los resultados y mejorar los beneficios del futuro. Sin embargo, es importante centrarse en el ahora, en lo que está sucediendo y disfrutar del camino, pues es la única actitud que permitirá un verdadero avance.

Actualidad Laboral / Con información de Equipos y Talento