¿Estudias o trabajas? Esta pregunta no te valdrá para encontrar pareja en un país como EEUU. Ya sea como repartidores de periódicos, mozos de almacén o en una pizzería, es muy frecuente encontrar jóvenes estudiantes de instituto o universidad que compaginan las clases con un empleo, en la mayoría de los casos a media jornada. Y no sólo por motivos económicos –la universidad privada es allí más costosa–, sino fundamentalmente culturales.
Las compañías norteamericanas valoran en gran medida, de hecho, el que los candidatos a un puesto hayan trabajado durante su época de estudiante. No se trata de que tenga experiencia en el sector, sino de demostrar capacidad de esfuerzo y voluntad de trabajar.
"Como profesor universitario, me gusta que los alumnos estén comprometidos con sus estudios académicos. Pero al mismo tiempo, a los empleadores les gustan los candidatos que hacen algo más además de acudir a clase", comenta Paul Soper, del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Minessota, en un reciente artículo publicado por el periódico Minessota Daily.
Según datos del Departamento de Trabajo de EEUU, en la actualidad el 45% de los estudiantes universitarios norteamericanos trabaja. La cifra, lejos de parecerles elevada, ha provocado una cierta alarma social pues, hace sólo un año, el porcentaje era siete puntos superior. "El descenso en el número de estudiantes empleados es un problema nacional", señala Ishwar Khatiwada, director de investigación del Centro de Estudios laborales de la Northeastern University.
Un reciente estudio elaborado por esta institución concluye que la causa de que ascienda el paro juvenil radica en la competencia que ejercen los mayores de 55 años, segmento de la población al que también ha afectado la crisis y el desempleo, y que puede ofrecer a las empresas una mayor experiencia que los jóvenes.
Otro reciente informe elaborado por Citigroup y la revista Seventeen, que incluye a los alumnos de instituto y educación secundaria nocturna, estima que casi el 80% de los alumnos tiene un trabajo, de un promedio de 19 horas semanales.
Caminos paralelos
En España, el porcentaje es inferior, pero no inexistente. Siempre ha habido una parte de los estudiantes que se paga las clases gracias a un empleo. Alfonso Escámez (1916-2010), expresidente del Banco Central, empezó a trabajar con 12 años como botones en la sucursal del Banco Internacional de Industria y Comercio, después de que su padre muriera repentinamente en un accidente de tráfico.
Ahora bien, aun hoy, la mayoría de planes de estudios universitarios no ofrece una gran flexibilidad de horarios y, en ciertos casos, resultan incompatibles incluso con un trabajo a media jornada.
La diferencia entre España y EEUU, por tanto, estriba en la aproximación de la enseñanza al mundo laboral. Así como en Norteamérica existe interrelación entre empresa y universidad, en España ambos mundos siguen caminos paralelos –que según dice la Geometría, son aquellos que nunca llegan a cruzarse–.
Prácticas y 'minijobs'
Poco a poco, esto está cambiando. "Cada vez más, los responsables de RRHH de las empresas españolas se fijan no sólo en las habilidades y conocimientos de los candidatos a un puesto, sino en su actitud", apunta Margarita Álvarez, directora de márketing y comunicación de Adecco. "El hecho de haber realizado prácticas en compañías aporta un valor que no te da un plan de estudios. Pero no sólo eso. El contar con hobbies, tocar un instrumento o haber tenido un trabajo temporal durante la carrera, incluso cuando nada tuviera que ver con su vocación, son cuestiones que revelan que el candidato tiene inquietudes y que es una persona proactiva", añade.
En este contexto, los minijobs –entendidos no como una fórmula de explotación laboral sino como una vía de compaginar un trabajo con cargas educativas o familiares– se presentan como una puerta de entrada al mundo laboral.
A principios de este año, Adecco formó, junto con otras 21 grandes empresas de distintos sectores de actividad, el Observatorio de Innovación en el Empleo. Pese a la disparidad de opiniones en muchas cosas, hay unanimidad en torno a una cuestión: "Son pocos los demandantes de empleo que han hecho prácticas con anterioridad", señala Álvarez.
Desde la universidad, se está produciendo también una evolución. La Universidad Nebrija, entre otras, cuenta con una bolsa de empleo en la que ofrece a sus alumnos oportunidades laborales, muchas de ellas en departamentos de sus propias facultades. Alicia Martínez Gallardo, estudiante de Comunicación Audiovisual y Periodismo de la Universidad Nebrija, es un ejemplo. Durante el curso, de lunes a viernes, trabaja por las tardes en la biblioteca universitaria. Y, este verano, ha realizado prácticas en Antena3. "Si un día necesito hacer un trabajo de clase, en la universidad me permiten faltar y recuperar las horas en otro momento. Son bastante flexibles", indica.
"Gracias al plan Bolonia, los alumnos de todas las universidades, públicas y privadas, tendrán que hacer prácticas. Poco a poco, también la mentalidad de las familias españolas está cambiando", opina Alfonso Sánchez-Macián, vicerrector de Ordenación Académica de la Universidad Nebrija.
La universidad española, en definitiva, afronta el reto de adaptar sus planes de estudios a las nuevas demandas laborales de las empresas, así como a la forma de entender el mundo de la llamada Generación Millenial, para la que conceptos como la 'asistencia obligatoria' carecen de sentido.
Actualidad Laboral / Con información de Expansión