Europa envejece y, sin inmigración, estaría perdiendo población. Con 26,7 millones de habitantes más que hace dos décadas, el bloque ya pasó de los 500 millones de habitantes, pero el aumento es insuficiente para alimentar el mercado laboral y además es muy irregular.
De esos 26,7 millones de nuevos europeos, 26 millones son de Francia (8,29 millones), España (7,26 millones), Reino Unido (6,52 millones) e Italia (3,94 millones). El resto, incluyendo a Alemania, apenas aumenta población y muchos la pierden.
Los datos, de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde), la UE y un informe del Instituto de Política Familiar, muestran un continente más viejo y un mercado laboral que necesita mano de obra que solo podría venir por la inmigración.
La paradoja es que a la vez crece el miedo al inmigrante, reflejado en el auge de los partidos políticos xenófobos.
Los análisis de la Comisión Europea y la Ocde dicen que se podría compensar la falta de mano de obra incorporando a más mujeres al mercado laboral y alargando la edad de jubilación, pero también estiman que es casi imposible que la economía pueda seguir adelante sin un aumento de la llegada de inmigrantes.
Amparo González Ferrer, investigadora del Centro Superior de Investigaciones Científicas español y experta en población y migraciones, explicó a EL TIEMPO que “los inmigrantes –si no son personas que huyen de la guerra– responden bastante bien al ciclo económico y dejan de venir en gran medida cuando desciende el empleo y vuelven a hacerlo cuando hay demanda”.
Una de las formas de conseguir inmigración cualificada es retener a los estudiantes extranjeros, que además ya llevarían años viviendo en Europa. Según González Ferrer, este “es uno de los grupos que más están contribuyendo al incremento del nivel medio de cualificación de la fuerza de trabajo europea”.
Esta investigadora critica que los gobiernos europeos dejen la gestión de la inmigración en sus responsables del Interior “y contribuyan a separar la gestión migratoria de la gestión de los mercados de trabajo; todo por un puñado de votos”.
Los datos son alarmantes. En los últimos 20 años, Alemania perdió medio millón de habitantes, y en algunos países de Europa del este la situación es catastrófica.
Lituania perdió 727.000 y le quedan 2,9 millones. Bulgaria tiene 7,2 millones, tras perder 1,2 millones, y Rumanía perdió 2,8 millones, para quedarse con 19,9 millones.
Sin contar la inmigración, estarían perdiendo población Alemania, Austria, Bulgaria, Croacia, Estonia, Grecia, Hungría, Italia, Letonia, Lituania, Polonia, Portugal, República Checa y Rumania.
El envejecimiento es muy rápido. La UE tiene ya más mayores de 65 años (92,2 millones) que menores de 15 (79,1 millones). En Alemania, los menores de 15 años son solo el 13,1 por ciento de la población, y en Italia, el 14 por ciento. De seguir las actuales tendencias demográficas, en el 2050 un tercio de los europeos tendrá más de 65 años y solo una octava parte será menor de 15 años.
La edad media europea es de 41,9 años, cuando hace 20 años era de 36 años, y en el 2050 podría llegar a 50 años. Es un salto de 14 años en medio siglo. Hace 25 años, con 36 millones de habitantes menos, nacían en la UE 6 millones de niños al año. Hoy nacen 5 millones.
Ningún país europeo tiene un índice de fecundidad al menos igual al de reemplazo generacional (2,1). Francia e Irlanda llegan al 2,01; pero por debajo del 1,4 están Eslovaquia, España, Grecia, Hungría, Polonia y Portugal. El 31 por ciento de los hogares europeos no tiene hijos y del 69 por ciento restante, la mitad solo tiene uno. En Alemania, hasta el 78,2 por ciento de los hogares no tiene hijos.
Europa necesita jóvenes extranjeros, de ser posible bien cualificados profesionalmente, para no retroceder económica y demográficamente, para mantener sus sistemas públicos de pensiones y para que la demanda interna se mantenga.
Actualidad Laboral / Con información de El Tiempo, Idafe Martín Pérez