Todos tenemos una imagen, es inevitable esconderla y fingir que somos alguien más. No muchos son conscientes de la importancia de tener la imagen bajo control y el resultado puede ser catastrófico: que tu público entienda justo lo contrario de lo que querías decir.
Más importante de lo que parece
Al buscar trabajo pensamos que el currículo, la formación profesional y la experiencia laboral son los tres pilares únicos de los que depende que nos den el puesto, pero sí, claro que son cosas importantísimas e incluso son los primeros filtros para que las personas de recursos humanos nos tomen en cuenta, pero una vez que logramos una entrevista viene la otra mitad del proceso: la de la imagen.
La imagen no solo se refiere a la manera en la que nos vemos físicamente, sino a cómo nos perciben la o las personas que están frente a nosotros. La coherencia al hablar, la fluidez, los gestos, la dicción y la forma en la que nos desenvolvemos forma parte de la opinión que causamos en un primer encuentro. ¿Y qué tan importante es causar una buena impresión en una entrevista de trabajo? Pues, básicamente de eso puede depender ganar o perder el puesto. Entonces regresemos un párrafo atrás, ¿es importante tu CV? ¡Por supuesto! No lo minimicemos, pero de nada sirve tener tres doctorados si a la hora de la entrevista no se es capaz de convencer al otro, lo que el papel justifica. El fondo sin forma, pierde sustento. Esta frase es… digamos que la ley de la imagen pública.
Inseguridades, ¿cómo superarlas y lograr tu objetivo?
La buena noticia es que cuando se es consciente de esto, es posible trabajarlo y colocar a la imagen en coherencia con el fondo.
Comienza con tu forma de vestir. Si bien la imagen pública va mucho más allá del tema físico, no olvidemos que la primera impresión –valga la redundancia– siempre será la primera. La ropa que utilizamos a diario y la forma en la que lo hacemos, es todo un código de símbolos que envían un mensaje. A esto se le conoce como semiótica del vestuario. El color, el corte, las texturas, los accesorios, el peinado, el maquillaje… envían un mensaje de nosotros y causan un impacto en quien nos percibe. En segundos, la mente decodifica los mensajes que enviamos por medio de nuestra imagen física y emite una opinión. Me gusta, no me gusta; lo compro, no lo compro; voto, no voto; te contrato o mejor le doy el trabajo a alguien más.
Aunque no suene bonito cosificar a las personas, a veces es importante pensar que nosotros, hagamos lo que hagamos, léase despachador de una tienda o director general de una empresa trasnacional, somos un producto cuya envoltura puede (o no) parecer más atractiva que la que trae el producto de la competencia. Los reclutadores –como haríamos cualquiera de nosotros– cuando están frente a tres cajitas cuyo interior desconocen, elegirán a la que mejor pinta tiene. Ahora, si el dueño de cada cajita tiene cinco minutos para explicar por qué el contenido de su caja es el más atractivo, está recibiendo una segunda oportunidad para convencer al reclutador de que su producto es el más conveniente, es decir, hay que saberse vender. Ese es el segundo filtro cuando nos encontramos en una entrevista cara a cara: lenguaje corporal y la forma de hablar.
Estoy perdido ¿quién me ayuda?
Conocer los colores que mejor te quedan, así como los accesorios y la ropa que mejor se ajustan a las formas de tu cara y de tu cuerpo son dos cosas básicas que te harán lucir tus mayores atributos y hacer que los reclutadores volteen a ver tu cajita; todo gracias a la atractiva envoltura que elegiste. Comunicar con claridad tus ideas hará que se interesen en el interior.
¿Cómo hacerlo? ¡Buenas noticias! Para eso existen los consultores de imagen pública. Al contrario de lo que se piensa, no necesitas ser un político, un artista o el CEO de una corporación para requerir sus servicios. Los consultores de imagen pública pueden asesorar a cualquiera que desee comunicar algo, que por alguna razón, no está logrando.
Algunos tips
El objetivo de lograr una imagen personal adecuada –al contrario de lo que comúnmente se piensa– no es lucir más guapo, sino transmitir sin palabras quién eres. Antes de comunicar hacia afuera haz el ejercicio de tú entender con claridad qué es lo que quieres decir. Entiende tu esencia, plantéate un objetivo y ten claro cuál es la audiencia a la que te quieres dirigir.
De ahora en adelante, no solo le prestes atención a cómo te ves, piensa qué mensaje estás enviando. Recuerda siempre que, a mejor imagen mayor poder de influencia.
Actualidad Laboral / Con información de Forbes México - Liz Pérez