Cada vez hay más organizaciones que entienden que se puede aprender más de los errores que de los éxitos, y sin embargo, hablar de fracaso sigue siendo un tabú difícil de romper. Algunas organizaciones, como Ingenieros sin Fronteras, han ido más allá e incluso han apostado por compartir con el público sus fracasos. ¿Por qué y cómo lo hacen? A continuación comparto algunos ejemplos de cómo las organizaciones pueden aprovechar el fracaso.
Crear entornos de intercambio seguros
Una manera de lidiar con el estigma cultural asociado es creando espacios para la reflexión profunda y reporte “sin culpables”. El caso del hospital de niños de Minnesota es conocido por implementar un sistema de reporte anónimo de incidentes, el cual fue la base de una reducción dramática en los errores médicos. Una gran parte del cambio de modelo va ligado al estilo que han promovido algunos líderes en altos cargos organizacionales basados en modelos de comunicación abierta y espacios de reflexión segura.
En definitiva, se trata de tratar el fracaso como un resultado posible y natural. Un buen ejemplo de ello es la labor que hace el Instituto de Fracasos Brillantes de promover una visión positiva del fracaso. Otros han llegado incluso a celebrar ferias de fracasos, en donde se explican ejemplos concretos de proyectos fallidos.
Las prácticas más comunes incluyen narración, reseñas del antes y el después de la acción, revisión pre-mortem y otros. Algunas organizaciones están empezando a compartir experiencias a través de interesantes informes de fracasos como los recopilados por Ingenieros sin Fronteras, y una sección del Panorama de la Efectividad en el Desarrollo 2013 del BID, que buscan construir una memoria institucional y un aprendizaje organizacional a partir de los errores.
Generar diferentes respuestas para diferentes tipos de fracasos
La forma de entender el fracaso está directamente ligada a nuestros patrones culturales, y en muchos casos el fracaso suele considerarse como algo negativo. Sin embargo, un artículo de
Harvard Business Review sugiere que debemos considerar diferentes tipos de fracaso, y que no todos son negativos. Hay fracasos previsibles derivados de la rutina, inevitables en sistemas complejos, e “inteligentes” cuando se producen en la frontera de la experimentación. Casi siempre se da el caso que sólo los fracasos evitables, los que implican desviaciones deliberadas de los procedimientos y protocolos, son realmente reprochables; como ocurre en procedimientos quirúrgicos y médicos que requieren alta precisión.
La conclusión es que podemos aprender y mejorar reconociendo que no todos nuestros fallos son iguales y estableciendo diferentes respuestas institucionales según el caso concreto.
Centrarse únicamente sobre los casos relevantes para mejorar el trabajo actual
Otra barrera que nos suele impedir aprender de nuestros errores es la falta de incentivos, normalmente expresada como una falta de tiempo para las tareas no relacionadas con las actividades principales de la organización. Marilyn Darling enfatiza que el aprendizaje debe ser relevante para el trabajo real (“just in time”) y que valga la pena, en el sentido de que debe producir más valor que el tiempo que toma (“para su propósito”). En la misma línea, el EAST framework para cambiar el comportamiento del equipo de Conducta en la Oficina del Gabinete del Reino Unido recomienda “hacerlo fácil” como uno de sus cuatro principios básicos para el cambio. Una buena práctica es relacionar las lecciones del pasado con un problema o desafío del día a día, de esta manera la reflexión se hace útil y relevante para el trabajo actual.
Experimentación como base para el aprendizaje
Muchos autores entienden la experimentación como algo relacionado con la verificación de hipótesis o los fallos “inteligentes”. La experimentación es adecuada para contextos donde los costos del fracaso son bajos y los desafíos pueden abordarse de diferentes maneras, o no existe una solución clara, o donde los diferentes enfoques tienen probabilidades similares de éxito o fracaso. Las compañías como Facebook y otras redes sociales prueban continuamente nuevos diseños de plantilla, nuevas opciones y funcionalidades y revisan continuamente lo que no funciona. Este modelo sería factible en otros contextos si se introducen enfoques graduales y creación de entornos que permitan la experimentación y la desviación positiva (aquellos que logran solucionar sus problemas actuando diferente a su comunidad) especialmente en temas de gobernanza y capacidad institucional del Estado.
El fracaso y el error son algo tan común como nuestros éxitos, pero para hacerlo necesitamos modificar nuestra manera de comprenderlo. Si quieres saber más sobre cómo aprender del fracaso, echa un vistazo a las
Infoguías del BID sobre el aprendizaje del fracaso para una selección de fuentes relevantes.
Actualidad Laboral / Información del BID