Mafalda es una pequeña rebelde, incapaz de asumir el mundo tal cual se lo pintan. Cuestiona las creencias, propias y ajenas. Es contestataria y no se queda con una simple respuesta.
Toma en sus manos el poder del cambio y no lo percibe como algo demasiado grande para una niña de su edad. Inconformista, inteligente, sensible e irónica, sin duda, si Mafalda fuera nuestra coach, tendría infinidad de perspectivas con las cuales ponernos a reflexionar.
Estas son seis frases que permiten ver la complejidad del mundo desde la sencillez de Mafalda:
“Paren al mundo que me quiero bajar”
¿Cuantas veces no has querido bajarte del mundo? Las cosas no siempre son lo que esperábamos y pareciera que todo pinta mal.
Sin embargo, el vertiginoso ritmo en el que vivimos y las situaciones a nuestro alrededor, nos impiden tener paz y claridad, nos atrapa la inercia y la rutina y no podemos detenemos a encontrar nuevas perspectivas.
A veces nuestra necedad y soberbia al pensar “yo todo lo puedo”, “tengo que salir de ésta, porque así soy yo”, nos impiden reconocer que necesitamos un descanso, bajarnos del mundo que estamos viviendo para crear uno mejor, a partir de la reflexión y la conciencia.
“Ya que amarnos los unos a los otros no funciona, porque no intentamos amarnos los otros a los unos”
Ver el mundo al revés es quizá la perspectiva que necesitamos. Cambiar nuestro observador, cambiar los planes, tener un respaldo de múltiples opciones en caso de que algo no tenga los resultados que esperábamos.
La creatividad de un niño es inigualable. Observar la vida desde los lentes de la simpleza y la honestidad. Sin complicarnos con teorías, estadísticas y datos científicos.
Alguna vez le preguntaron a Albert Einstein, cómo había llegado a la teoría de la relatividad y respondió: “Haciendo las mismas preguntas que habría hecho un niño”.
“¿No sería más progresista preguntar dónde vamos a seguir, en vez de dónde vamos a parar?”
Vivimos quejándonos y enjuiciando las cosas que suceden a nuestro alrededor. Pero cuántas veces nos responsabilizamos de nuestra parte y hacemos algo para cambiarlo.
¿Cuántas veces no somos nosotros mismos quienes saboteamos las situaciones para comprobar que teníamos la razón al decir que algo acabaría mal? Y entonces mencionar la frase favorita del ego: “Te lo dije”, “Yo tenía la razón”.
¿Qué haces cuando te das cuenta de que algo no está funcionando? ¿Te quejas y esperas a que explote la bomba o pones manos a la obra para cambiar el curso de la situación?
“¿No será acaso que está vida moderna tiene más de moderna que de vida?”
El mundo actual y la tecnología nos han llevado por un camino lleno de actividades y de estímulos. ¿Cuántas horas de tu vida pierdes por estar absorto en otros asuntos que no tienen nada que ver con tus más grandes sueños? Vivimos siempre ocupados, somos multitareas… ¿pero cuántas de éstas realmente tienen un sentido y un significado profundo para nosotros?
Hemos ganando el poder para conectarnos con cualquier persona en el mundo en el menor tiempo posible y podemos enterarnos, en tiempo real, de todo lo que sucede a nuestro alrededor. Sin embargo, dejamos a un lado el poder de la presencia, para percibir la vida que sucede a cada momento y que no regresará.
“No vaya a ser que por buscar salidas, nos quedemos sin entradas”
Cuántas veces no nos obsesionamos con resolver un conflicto y le damos vueltas a la misma situación. Buscamos la opinión de otros; pensamos en lo que hicimos mal y lo que hicimos bien y caemos en un estado de exceso de análisis que al final nos produce una parálisis.
Nuestros pensamientos están tan clavados en el problema que las nuevas oportunidades se pasan de largo.
“Cuánto más te gusten tus decisiones, menos necesitarás que le gusten a otros”
Cuando verdaderamente nos gustan nuestras decisiones tomamos riesgos, ya que el enfoque está en obtener lo que soñamos y no en el temor a equivocarnos o en cumplir expectativas.
Por el contrario, cuando dudamos de nuestras propias decisiones buscamos obtener la aprobación de otros, pues creemos que de esa manera no seremos criticados por tomar una “mala decisión” o por fracasar.
Entonces desde un principio nos aseguramos de que estamos complaciendo a los demás. ¿Qué sentido tienen tus decisiones? ¿Para qué y para quién lo haces?
Actualidad Laboral / Con información de enews / Marcela Hernández y Hernández