¿Quién no ha tenido que aclarar alguna vez una frase que podría tomarse de diferentes maneras? A menudo, los comentarios aparentemente bienintencionados esconden mensajes sutiles no tan agradables.
Desde luego, no queremos decir que siempre que haya una segunda interpretación posible haya una sombra de sospecha sobre las intenciones del emisor; pero sí es importante, si se quiere ser un interlocutor inteligente y elegante, conocer las implicaciones que conllevan frases muy frecuentes que podrían afectar a las personas a las que nos dirigimos. Unos simples ajustes pueden mejorar tu conciencia sobre las relaciones sociales y evitar malos entendidos en el futuro.
Con ese fin, hay algunas frases que las personas que se caracterizan por su inteligencia emocional han borrado de su diccionario. Siempre es más fácil cambiar algunos aspectos de lo que decimos que dar explicaciones o pedir disculpas después de soltarlas.
“Pareces cansado”. Decirle a una persona que notas su cansancio es insinuar que tiene mal aspecto o que desprende mal humor. Es mucho mejor preguntar directamente: la persona que tienes enfrente percibirá tus palabras como signo de preocupación, y no como un comentario grosero.
“Siempre…” o “Nunca…”. Seguro que ya lo sabes: no todo es blanco o negro, y mucho menos las personas. Ser tan categórico podría ser tomado casi como un ataque directo; es mejor centrarse en los hechos, y en todo caso, aludir a la frecuencia.
“Como dije antes …”. Si dices esta frase a menudo, dará la impresión de que culpas al interlocutor por tener que repetir lo que has comentado anteriormente. Suena mucho mejor si reflexionas sobre lo que puedes hacer para trasladar el mensaje de una manera más clara e interesante.
“Buena suerte”. Evidentemente, parece una frase de lo más inocente; pero las mentes más suspicaces podrían interpretar que no tienen las habilidades suficientes como para no depender simplemente de la suerte para lograr un resultado positivo. Es mejor que recuerdes a la otra persona que seguro que obtendrá lo que merece.
“Lo que tú quieras”. Si alguien te hace una pregunta y respondes con una vaguedad de este estilo, la otra persona podría interpretar que no tiene interés en absoluto. Aunque sea un esfuerzo extra, procura dar tu opinión de la forma más sincera y correcta posible.
“Bueno, al menos nunca yo nunca he…”. Ésta es quizás una manera agresiva de recordar los errores del pasado de tu interlocutor. Asumir la responsabilidad de cada uno es una buena manera de prevenir que la tensión de una conversación difícil suba todavía más.
“Has perdido muchísimo peso”. Un cumplido que probablemente conlleve las mejores intenciones, pero con un toque crítico. Da la impresión de que has estado juzgando varias situaciones, y que has resuelto que por suerte la otra persona ha experimentado un cambio físico. Comentar simplemente el buen aspecto del otro sin caer en las comparaciones de ningún tipo es una buena solución.
“Eras demasiado bueno/a para esa persona”. La ruptura de un vínculo, ya sea personal o profesional, puede ser una situación traumática. Juzgar de esa manera la relación entre ambos sugiere que tu interlocutor tiene mal gusto o ha estado perdiendo el tiempo. Es mucho más práctico decir algo como “¡Él/ella se lo pierde!”.
“Estás muy bien para tu edad”. No insinúes que la edad, o cualquier otro rasgo propio de una persona, es de partida insuficiente para que una persona sea atractiva, inteligente o agradable. Mejor centrarse directamente en los aspectos positivos sin tomar en cuenta otras características que, además, ni siquiera pueden elegirse.
“Voy a hacer una pregunta absurda”. Si comienzas así una frase estarás proyectando ansiedad y una imagen insegura de ti mismo, y ten claro que la otra persona estará prevenido y tendrá una respuesta diferente a la que daría por defecto. Procura atacar las conversaciones de una forma más activa.
“Lo intentaré”. Desde luego, dar una respuesta semejante no parece una garantía de nada. Procura dar tu palabra y, si hace falta, explayarte algo más sobre cómo piensas alcanzar aquello a lo que te has comprometido.
“No es mi culpa”. Las frases defensivas crean por sí solas un clima de tensión que no favorece a una comunicación sana y fluida. No des por hecho que nadie te está acusando de los errores; incluso podría dar la impresión de que estás señalando con el dedo a otro responsable.
“Es un incompetente”. Hacer una observación tan negativa de un compañero de trabajo delante de otros empleados podría no traerte consecuencias negativas, pero desde luego es seguro de que no te traerá un gran porvenir. Si realmente lo es, las otras personas se habrán dado cuenta y es inútil que hagas esa clase de observaciones de personas que posiblemente se esfuerzan por hacerlo lo mejor posible. Si simplemente es tu apreciación, podría resultar que intentas ningunear a otras personas como método para posicionarte mejor.
“Así es como se ha hecho siempre”. Parecer anclado en el pasado te colgará en la solapa la imagen de que no eres una persona lo suficientemente abierta como para conceder que, sobre todo en los tiempos de las nuevas tecnologías, hay maneras más efectivas de realizar las tareas de siempre.
Actualidad Laboral / Con información de Forbes