Los estudios académicos e innumerables anécdotas afirman que ser interrumpida, penalizada o mandada a callar es una experiencia casi universal para las mujeres cuando son superadas en número por los hombres en el ámbito de los negocios, y en muchos otros.
Unas cuantas estadísticas muestran cómo les va a las mujeres en estos lugares de trabajo: constituyen el 6,4 por ciento de los directores ejecutivos de Fortune 500 y el 19,4 por ciento de los miembros del Congreso de Estados Unidos de este año. Alrededor de una quinta parte de los miembros de la junta directiva de las empresas Fortune 500 en 2016 eran mujeres, según una investigación realizada por Deloitte y la Alliance for Board Diversity.
El martes 13 de junio, después de que Arianna Huffington, integrante de la junta directiva de Uber, hablara de lo importante que es incrementar el número de mujeres en el directorio, David Bonderman dijo que eso solo significaría que habría más habladera. Poco después, Bonderman dimitió del consejo. Sin embargo, incluso en empresas que no tienen una cultura masculina tan notoria, las mujeres han tenido que luchar para sentirse escuchadas y, como los números lo aclaran, avanzar hasta la cima.
Ese mismo martes, la senadora por California Kamala Harris fue interrumpida por sus colegas masculinos durante una sesión; por segunda vez en una semana.
“Creo que muchas personas no saben cómo se siente experimentar lo que Kamala Harris vivió y lo que experimenta cada mujer que tiene algún grado de poder”, dijo Laura R. Walker, presidenta y directora ejecutiva de New York Public Radio. “Es una situación en la que estás tratando de hacer tu trabajo y te interrumpen o te ignoran”.
Mujeres en una amplia gama de industrias y en todos los niveles de la administración de estas compartieron cientos de ejemplos en respuesta a una invitación de The New York Times para contar sus experiencias personales en Facebook. “Ni siquiera puedo contar el número de veces que he visto a una mujer ser interrumpida y callada por un hombre, solo para escucharlo repetir las mismas ideas que ella estaba tratando de presentar”, escribió una mujer, Grace Ellis. “Diría que esto sucede… unas dos o tres veces a la semana, al menos”.
Joyce Lionarons escribió: “Mi jefa me dijo que debía permitir que un hombre la interrumpiera cuatro veces antes de protestar en una reunión. Si ella protestaba más a menudo, se generaban problemas”.
Erica Brown escribió que ha trabajado durante tres meses como destiladora y que prácticamente cada vez que va a recoger suministros, el personal le pregunta qué necesitaba “su marido”.
“Solía trabajar para una de los 10 librerías independientes más grandes” de Estados Unidos, escribió Bianca DiRuocco. “A menudo, una sugerencia hecha por alguna de las empleadas durante las reuniones con el dueño era descartada, pero una o dos semanas después reaparecía como una idea brillante del propietario. Sucedía tan a menudo que algunos empezamos a bromear en privado anotando nuestras sugerencias en el calendario para ver exactamente cuántos días después nuestras ideas pasarían de ser ridículamente imposibles a convertirse en una genialidad”.
Una cantidad considerable de estudios confirma esas anécdotas. Los investigadores han revelado que las mujeres son interrumpidas con mayor frecuencia mientras que los hombres dominan las conversaciones y la toma de decisiones en las oficinas corporativas, reuniones de gobierno, juntas escolares y el Senado de Estados Unidos, entre otros escenarios.
Victoria L. Brescoll, profesora asociada de comportamiento organizacional en la Yale School of Management, publicó un artículo en 2012 que demuestra que los hombres hablaban más en el senado estadounidense, a diferencia de las mujeres. Otro estudio titulado Can an Angry Woman Get Ahead? concluyó que los hombres que se enojan son recompensados, pero que las mujeres enojadas son percibidas como incompetentes e indignas de tener posiciones de poder en el lugar de trabajo.
“Si te quejas, eres excluida”, dijo Paula Minnikin. “Siendo la única mujer en una junta corporativa le pregunté al director, en privado, si podíamos considerar la posibilidad de contratar a dos mujeres más, puesto que estábamos remplazando a tres miembros del consejo. Dijo que no tenía dudas de que yo era uno de los miembros más fuertes, pero que no hay buenas mujeres. Yo era la excepción. Dijo que me confiaba su opinión porque soy alta y fuerte, como un hombre, y no confundo las cosas como una mujer normal. Me quedé estupefacta”.
Tali Mendelberg, profesora de política en la Universidad de Princeton, es coautora de The Silent Sex: Gender, Deliberations and Institutions, una compilación de estudios que examinan lo que sucede cuando más mujeres se unen a los grupos de toma de decisiones. Ella y Christopher F. Karpowitz, profesor asociado de ciencias políticas en la Universidad Brigham Young, encontraron que en las reuniones de la junta escolar los hombres y las mujeres no hablaban tanto tiempo, hasta que el 80 por ciento de la junta escolar era constituida por mujeres. Sin embargo, cuando los hombres estaban en minoría, tampoco hablaban menos.
“El hecho de que las mujeres sean superadas en número en cada situación las coloca en una posición donde a menudo se enfrentan a los estereotipos basados en el género”, dijo Deborah Gillis, presidenta y directora ejecutiva de Catalyst, empresa que trabaja para el avance de las mujeres en los negocios. “Las mujeres son demasiado duras, demasiado suaves, pero nunca justas. Lo que esto significa es que las mujeres son vistas como competentes o agradables, pero no como ambas”.
Algunas mujeres están trabajando para poner fin a estos desequilibrios de género en sus propias organizaciones.
Walker, de New York Public Radio, dijo que presionó para que hubiese más mujeres en posiciones superiores y en el directorio. “Creo que esto no solo le da poder a las mujeres en toda nuestra organización, sino que también mejora las discusiones”, dijo. Ella también está presionando para aumentar el número de mujeres que hacen podcasts.
Jacqueline Hinman, presidenta y directora ejecutiva de CH2M Hill Companies, una empresa de ingeniería con sede en Colorado que ha gestionado proyectos como el tren ligero de Toronto y las instalaciones olímpicas de Londres, trabaja en un campo donde escasean las mujeres. Ahora, sin embargo, las mujeres constituyen entre el 30 y el 40 por ciento de su consejo y están bien representadas en los cargos superiores.
Hinman explicó que le ha llevado años de trabajo llegar a ese punto, y parte del impulso provino de clientes, cada vez más mujeres, que querían trabajar con equipos de ingeniería que fuesen diversos. También le dejó claro a sus subordinados que, en parte, serán juzgados por los avances de las mujeres y minorías en sus equipos.
“Los hombres que vienen a trabajar en nuestras compañías se asombran por el número de mujeres en todas partes”, y agregó: “les encanta”.
Actualidad Laboral / Con información de The New York Times