El Gobierno del mandatario japonés Shinzō Abe afronta una reforma de las pensiones para alargar la edad de jubilación lo máximo posible, en una población con predisposición cultural al sacrificio laboral. Sin embargo, las medidas ya adoptadas para estimular el retraso del retiro no están teniendo buena acogida. Las empresas tienen que afrontar el reto de contratar a trabajadores veteranos en un entorno competitivo y de alta productividad.
Japón es el espejo en el que se puede mirar Europa para vislumbrar su futuro. El país asiático está a la vanguardia del proceso del invierno demográfico que está comenzando a castigar a los países occidentales: un envejecimiento imparable de la población y bajas tasas de natalidad que hacen peligrar el relevo generacional.
Según el Banco Mundial (BM), Japón es el país del mundo con mayor proporción de personas que supera los 65 años de edad. En concreto, 27% de la población supera este límite. Más de 34 millones de habitantes están en disposición de jubilarse. Además, es la nación con mayor esperanza de vida superando los 84 años. Con una tasa de natalidad en declive, situándose entre las más bajas con 1,4 hijos por cada madre, la población japonesa está condenada a la reducción. Para 2060, la previsión del Instituto Nacional de la Seguridad Social contempla que el número de habitantes aumente en un tercio y los mayores de 65 años supongan el 40% de la población.
En el último año, la población japonesa cayó en 450.000 personas. El saldo negativo vegetativo se produjo por el descenso de los nacimientos, que se situaron en 921.000 alumbramientos. Por tercer año consecutivo bajaron del millón. Mientras los fallecimientos ascendieron a 1.300.000 muertes. Las cifras reflejan el problema estructural al que se enfrenta la economía japonesa y abre paralelismos con mucho países europeos como España. La esperanza de vida en el país europeo también se sitúa a la cabeza de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), solo por detrás de Japón, con 83 años de expectativa de longevidad.
Seguridad Social, ¿cómo se desenvuelve el sistema de pensiones?
Como en España, con el debate abierto sobre la sostenibilidad de las pensiones, la economía nipona sufre una importante tensión entre el número de personas en edad de ser beneficiarios del Estados de Bienestar y un decreciente menor de contribuyentes que sostengan el sistema.
La población mayor de 65 años en Japón ha disparado el gasto en la Seguridad Social, tanto en partidas de Salud como en pensiones. Esta partida ya supone un tercio del presupuesto del Gobierno y gran parte se financió con deuda. El alto endeudamiento, que supera el 200% del PIB (Producto Interno Bruto) desde 2009, es otro de los factores homologables a los países europeos del sur, al igual que el insuficiente crecimiento económico. El Gobierno de Abe solo ha logrado encontrar una fórmula para sostener el país y convencer a los futuros jubilados, para alargar la edad laboral hasta los 70 años y más allá. Es otra prueba de por dónde pueden dirigirse los países occidentales, aunque actualmente las medidas adoptadas no suelen ir más allá de los 67 años, adoptándose progresivamente, como sucede en España.
El Gobierno de Abe está ultimando una reforma del sistema de pensiones que permitirá retrasar la edad legal de jubilación hasta los 70 años, frente a los 65 actuales. El segundo paso será convertir esta edad en obligatoria y facilitar que los trabajadores puedan elegir jubilarse a los 75 años. El objetivo es convertir en normal que los ancianos continúen trabajando, en un país donde el culto y la adicción al puesto de trabajo es una seña de identidad. El reto no es fácil, aunque la realidad de Japón es que tampoco cuesta tanto encontrar ancianos buscando empleo o trabajando. Mikiko Kuzuno de 78 años lleva ya tres años trabajando en la pequeña planta de Warabi, donde ayuda a lavar y empaquetar toallas de mano húmedas que se entregan a los clientes en los restaurantes. Su turno es de tres horas.
Las necesidades económicas y la generosidad del sistema de pensiones para quienes deciden retrasar la prejubilación, crean la predisposición para que los mayores quieran seguir trabajando. Continuar con la vida laboral lleva una bonificación de un 8,4% anual acumulándose. Además, se puede combinar el cobro de la pensión con un trabajo remunerado siempre que los ingresos totales no excedan los 480.000 yenes (3.500 euros aproximadamente). Sin embargo, la mayoría de puestos vacantes del mercado laboral son trabajos de mano de obra intensiva, como la construcción, la atención de enfermería y mensajería, que tiene difícil encaje con empleados mayores.
Atsushi Morishita, de 72 años, dirige Tempos Holdings, una empresa que vende equipos de cocina, y está abierto a contratar a los trabajadores más veteranos. "En Tokio, tan pronto como la gente cumple 65 años, está perdiendo el tiempo jugando croquet o algo así, entonces pensé en darles una oportunidad", explica el empresario a Bloomberg. El 25% de la plantilla supera los 60 o más. Pero advierte de las dificultades de generalizar esta política de empleo. "Las empresas deben entender que los trabajadores de mayor edad suelen significar una menor productividad, por tanto los salarios y los niveles de producción deben gestionarse en consecuencia", explica. "En algún lugar como Toyota, donde se requiere una alta productividad, por lo que no creo que puedan hacerse", indica.
De momento, las medidas del Gobierno no están calando en la población. Una encuesta publicada por la Oficina del Gabinete en enero mostró que alrededor del 38% de los japoneses quería trabajar más de 65 años, mientras que más del 50% preferiría retirarse antes de esa edad. "Necesitamos cambiar la estructura de la sociedad económica para que se ajuste al modelo de una vida de 100 años", ha explicado a Bloomberg News Shinjiro Koizumi, diputado que encabeza la reforma del partido de Abe. "Si no lo hacemos no podremos reformar la Seguridad Social para dar esperanza a la próxima generación".
La mayoría de trabajadores que deciden continuar trabajando en lugar de jubilarse, lo hacen cobrando la pensión lo que no logra equilibrar los gastos con los ingresos del sistema. Solo alrededor del 1% de la población elige y aprovecha las bonificaciones para retrasar la jubilación.
Actualidad Laboral / Con información de El Economista España