Las máquinas se confabulan para matarnos a todos. O esclavizarnos. En el mejor de los casos, se quedarán con todos los puestos de trabajo, uno por uno.
Desde los libros de ciencia ficción de Isaac Asimov de hace ocho décadas hasta las tiras de hoy de “Dilbert”, la relación entre los humanos y las máquinas ha fascinado --y asustado un poco-- a la gente.
Se ha acuñado incluso el término “robotfobia” para aludir al desasosiego irracional que producen los robots y otras máquinas automáticas capaces de realizar tareas que desempeñan los humanos.
Steve Wozniak, uno de los creadores de Apple, planteó alguna vez que las máquinas nos transformarán algún día en sus mascotas. El físico Stephen Hawking y el empresario Elon Musk también advirtieron sobre el peligro de avanzar demasiado lejos y demasiado rápido en la creación de “robots que pueden pensar” usando inteligencia programada, que puede terminar dando a las máquinas conciencia de sí mismas, algo parecido a lo que ocurre en la serie de HBO “Westworld”.
Hawking declaró a la BBC en el 2014 que “el desarrollo de una inteligencia artificial completa puede representar el fin de la raza humana”.
Los investigadores hacen proyecciones de cuánto tiempo tomará para que exista realmente ese peligro, si es que llega a existir algún día.
Por ahora, las muertes a manos de máquinas en accidentes industriales son muy raras. No obstante, en julio del 2015, una técnica de 57 años falleció en un incidente que involucró máquinas automáticas en una fábrica de partes de automóviles en Ionia, Michigan.
Howie Choset, profesor de la Universidad Carnegie Mellon de Pittburgh y director de tecnología de una iniciativa público-privada que busca soluciones a los problemas que pueda generar la automatización de las fábricas en Estados Unidos, dice que el temor a las máquinas hace que su trabajo resulte más difícil.
“Hay que partir de la base de que la automatización y la innovación generan empleos”, declaró, pues permiten que surjan nuevos productos y nuevos procesos, que, por más automatización que haya, necesitarán personal humano para funcionar.
“Luego hay que preguntarse, ¿por qué las máquinas son diferentes’. Y la gente responde de inmediato que ‘los robots son inteligentes, hacen cosas que pueden hacer los humanos’, y existe un temor producto de la ciencia ficción”.
Choset compara el temor a las máquinas automáticas con el miedo que generaron en el siglo 19 los motores al vapor: “Los robots son simplemente la próxima generación de herramientas”.
La cantante Aimee Mann, con ayuda de la actriz Laura Linney, describió en forma humorística el peligro de dejar que las máquinas ayuden demasiado en un video de una canción.
A Mann le divirtió mucho una reciente entrega de la tira “Dilbert” sobre un jefe que no logra convencer a un robot de que deje de trabajar.
Chris Boggess, de 18 años, dice que le parece inquietante la cinta “I, Robot” del 2004 basada en las historias de Asimov, pero que comprende el valor de la automatización gracias a sus estudios en un programa de robótica de Butler Tech en la Colerain High School de las afueras de Cincinnati.
“Me encantó todo desde el primer día”, dijo Boggess. “Me gustan los robots y todo lo que tenga que ver con la tecnología”.
En caso de que algún día las máquinas sean capaces de amenazar a los humanos, Boggess “recomendaría hacerse amigo de ellas”.
Actualidad Laboral / Con información de AP