Hay un nuevo orden con serias consecuencias para el empleo. Las sinergias que se derivan del desarrollo de las ingenierías del software, robótica, telecomunicaciones y microelectrónica han creado memorias y arquitecturas muy eficientes, mayor movilidad y ubicuidad de la información y máquinas que combinadas con otras ramas del conocimiento generan un universo nuevo: la Digitalización.

Un nuevo mundo que además produce una sensación de bienestar al usuario. Más que la sustitución del hombre por la máquina es la aparición de nuevos productos y costumbres. Una nueva frontera. ¿Pero qué pasa si esa nueva frontera, la ambicionada digitalización comporta más empleo perdido que creado?

Durante la mayor parte del siglo XX la dinámica seguida por el empleo en Occidente pareció confirmar la idea de "destrucción creativa". La desaparición de empleos propia del proceso de innovación que acompaña a las irrupciones tecnológicas acababa con nuevos modelos de negocio que generaban nuevos empleos en un proceso sucesivo y continuo.

Una especie de revolución incesante de la estructura económica, a modo de un equilibrio dinámico.

En términos muy generales quienes han destacado los efectos negativos de las dos primeras revoluciones industriales (vapor y electricidad) han hecho hincapié más en las condiciones de trabajo y en los salarios que en la creación o destrucción de puestos de trabajo; ésta se achacaba sobre todo a las fases del ciclo económico. Y los pesimistas siempre se les ha contestado de la misma forma: a fin de cuentas, hoy hay muchos más puestos de trabajo que hace cien años. Argumento no muy sólido, pero efectivo.

¡Ah, pero esta vez es distinto! Hay tres argumentos poderosos que marcan qué va a pasar con este proceso de digitalización de la economía y la sociedad:

A.- En las revoluciones anteriores producción y empleo crecían al mismo ritmo. Hoy, el crecimiento del PIB no se ha visto acompañado por el del empleo tradicional.

B.- Antes la máquina sustituía al hombre en un ámbito limitado de tareas que requerían sobre todo fuerza física, mientras que la Digitalización intervenir también en tareas cognitiva e inmateriales.

C.- Ha coincidido la creación paulatina de un solo mercado mundial de bienes y servicios con las posibilidades que ésta ofrece de deslocalización de la producción, tanto en manufacturas como en servicios, y la incidencia de este proceso en el desempleo.

Hay quizá una última razón, ésta de orden sociológico: la sociedad parece mostrar hoy un menor grado de tolerancia hacia situaciones de desempleo masivo.

Como toda nueva tecnología la Digitalización genera empleos antes inexistentes, pero no es menos cierto que los nuevos empleos asociados a la Digitalización ocupan a un número reducido de personas.

La lista de nuevos empleos es extensa: nueva robótica; aplicaciones de la informática gráfica; creación de juegos; explotación de aplicaciones relacionadas con la Ciencia de Datos, hackers, militares para la ciberguerra, genetistas, especialistas en seguridad de las comunicaciones, etc., aplicaciones basadas en uso de la inteligencia artificial.

Y hay muchos más: instaladores de redes y equipos avanzados, mantenimiento y control de instalaciones a distancia, explotación del procesamiento de datos basados en la Nube, gestores de servidores web y de redes sociales, periodismo de calle con soporte digital, servicios de telemedicina; proveedores de infraestructuras para banda ancha; etc. Y así podríamos detallar centenares de empleos que migran de lo analógico a la digitalización. ¿Pero todos estos empleos mantienen el equilibrio dinámico de las anteriores revoluciones?

Lo impresionante de esta relación no debe ocultar que muchos de estos empleos son muy productivos y están globalmente ubicados. Y prácticamente todos ellos suponen un cambio en la forma de ejercer los puestos de trabajo, de gestionar y hasta de remunerar estos trabajos. Un cambio hasta en los costes de producción o de la comercialización de los productos y los servicios, la logística o la energía necesaria para producirlos.

Hay dos reflexiones concretas sobre todo esto:

Una. Noviembre de 2015. En la intervención de Jefe de Estudios del Banco de Inglaterra, Andy Haldane, ante el Congreso Nacional de los Sindicatos británicos planteó que el 50% de empleos en el Reino Unido estaban en riesgo tecnológico.

Dos. "The Future of Jobs: Employment, Skills and Workforce Strategy for the Fourth Industrial Revolution" dado a conocer con motivo de la cumbre de Davos del pasado Enero, donde al analizar una determinada muestra hablaba de 7 millones de empleos laminados, frente a 2 millones generados por la tecnología. Determinante.

La revolución industrial cambió la forma de producir; introdujo también, naturalmente, muchos productos nuevos. Transformó las estructuras de mercado, haciendo aparecer los grandes conglomerados industriales. Cambió incluso las relaciones de poder entre empresas y dentro de las empresas.

La Digitalización va más allá: aprovecha infraestructuras y dispositivos en régimen de autoservicio. Y genera nuevos modelos de negocio con grandes consecuencias potenciales sobre el empleo en dos direcciones principales:

1.- Todo lo que significa desintermediación: acceso directo del productor del bien o servicio al cliente final.

2.- Y lo que se ha dado en llamar torciteramente "economía colaborativa" y cuya futura regulación laboral y fiscal no está ni mucho menos clara.

Obviamente estos cambios tienen implicaciones directas sobre el papel del Estado. En la medida en que la revolución digital tenga un efecto negativo, aunque sea transitorio, sobre el empleo, sus avances supondrán una carga adicional sobre los presupuestos públicos.

Es difícil crear una conciencia social sobre este tema cuando la agenda política habla de crear empleo sin valorar dónde, cuándo y cómo. El concepto del pleno empleo está arraigado en España y el paro es el principal problema de los españoles.

Plantearse pues que algo puede destruir empleo en lugar de crearlo es imposible de asumir por el imaginario colectivo y mucho menos por quienes tienen que explicar este hecho. Y más cuando el elemento destructor facilita la vida, como pasa con la digitalización.

La tecnología es tan magnífica que permite que gente con poca preparación tenga muy buenos resultados. Esto lleva a una nueva organización de la sociedad. El mismo mecanismo que te da bienestar (tecnología) te quita empleo

Pero es inevitable que todas las acciones políticas y empresariales que se tomen para fomentar el empleo tendrán el correctivo de la pérdida de empleos por el efecto digitalización.

Este efecto tendría un valor aproximado del 10 % sobre el insumo trabajo, considerado horas por salarios. Inevitable. Por eso hay que crear una nueva agenda política que incorpore esta variable.

Hay que incorporar un cambio de mentalidad. Necesariamente hay que ir a un reparto de empleo entre los nuevos 3.000 millones de trabajadores que se han incorporado al mercado de trabajo productivo. Cambio de la mentalidad colonialista. Y sobre esa cifra global, aplicar los porcentajes españoles…

Y en resumen aplicar las cuatro R:

R.- Relajación. No asociar al estrés del trabajo el objetivo de tu vida.

R.- Reeducación.- Habilidades horizontales para situaciones nuevas. (Idiomas, cambios de trabajo…tecnología como oficio…). Y en las habilidades verticales una gran especialización.

R.- Reparto.- Del trabajo. Una determinada tarea no tiene por qué asociarse a una persona. Reparto del empleo que no de las ocupaciones.

R.- Redistribución.- Si producimos igual con menos trabajo y con menos capital (tecnología). Los medios de producción son más baratos. El aporte que se produce baja. Y baja el aporte fiscal. Habrá que plantearse poner nuevos impuestos sobre los elementos que provocan esta distorsión.

Es una hoja de ruta que puede ser compatible con dos importantes reflexiones la de Pyketty (El Capital) y la más reciente de P. Mason (Postcapitaismo). Es un debate que hay que asumir con más urgencia que la que muchos piensan.

Actualidad Laboral / Con información de Economía Digital / Gregorio Martin