Un problema, muchas causas
Si bien persisten retos enormes para la educación en México, los nada desdeñables avances que ha experimentado en las últimas dos décadas, tendrían que haberse traducido en alguna mejora económica. Sin embargo, aun cuando los trabajadores mexicanos hoy tienen más habilidades que hace dos décadas, no tienen acceso a mejores empleos. De acuerdo con estimaciones de Levy y Székely, entre 1995 y 2012 la informalidad en México apenas se redujo en dos puntos porcentuales, lo que afecta el nivel de productividad de los trabajadores. De hecho, según datos oficiales de México, la baja productividad es una de las principales causas del pobre crecimiento económico del país; entre 1991 y 2013, la productividad total promedio fue de -0,33%. Una primera posible explicación a este fenómeno es una economía crecientemente distorsionada que, al castigar la rentabilidad de las empresas más productivas que tienden a demandar mano de obra calificada, reduce las oportunidades laborales para los jóvenes que entran al mercado laboral con mayores niveles educativos.
La falta de alineación entre la oferta y la demanda de habilidades es otra posible explicación del problema en México. Teniendo en cuenta que desde 1990 los retornos a la educación superior han decrecido, podemos asumir que la oferta de trabajadores de mayor calificación supera a la demanda (como demuestra el estudio Educación y desarrollo en México, de Székely y Flores, publicado en 2017). Pero, ¿por qué no hay mayor demanda por la mano de obra calificada? Parte de esta historia podría explicarse por la pertinencia de las habilidades que el sistema educativo está desarrollando en los egresados. De acuerdo a la empresa Manpower, el 40% de los empleadores mexicanos tiene problemas para cubrir sus vacantes (lo cual, en el 46% de los casos tiene que ver con falta de habilidades o experiencia). México ha emprendido algunas acciones para atender este problema, entre las que se incluyen programas para el desarrollo de habilidades altamente demandadas en el mercado laboral (como son las socioemocionales). Asimismo, el año pasado el país suscribió un conjunto de recomendaciones de la OCDE para generar políticas que faciliten el desarrollo de habilidades a lo largo de la vida.
Una tercera explicación es la limitada participación laboral de las mujeres. Si bien las brechas de género en educación se han cerrado, la participación laboral femenina sigue siendo muy baja y la mayoría de las mujeres que trabajan, lo hace en el sector informal. Esto tiene que ver, entre otras cosas, con una organización social y un marco legal que todavía cargan en las mujeres las responsabilidades familiares (como lo ejemplifica la duración de las licencias por maternidad y paternidad, de 84 y 5 días respectivamente).
Más allá de la educación
Para solucionar los problemas del mercado laboral mexicano hay que ver más allá de la educación. Como menciona la OIT y demuestra el Índice de Mejores Trabajos, la informalidad y la estructura productiva del país están limitando la generación de empleos de mayor productividad y mejores salarios, afectando de manera negativa a aquellos trabajadores con más escolaridad. No tiene sentido formar a jóvenes profesionales si no hay incentivos para la creación de empleos formales y, bien remunerados a los que estos jóvenes puedan aspirar, así como condiciones legales para que las mujeres puedan emplearse equitativamente. Para fomentar el crecimiento económico en México, es necesario replantear el marco legal, la política fiscal, el sistema de seguridad social y las condiciones de acceso al crédito.
Actualidad Laboral / Con información de Factor Trabajo