De la Fórmula 1 a la asistencia respiratoria: la industria automovilística pone su saber al servicio del sector hospitalario para fabricar respiradores que hagan frente a la pandemia de coronavirus, una iniciativa que suscita no obstante algunas dudas.
General Motors y Ford en Estados Unidos, PSA y Renault en Francia, y también ingenieros procedentes del mundo de la Fórmula 1, se pusieron manos a la obra ante la falta de disponibilidad de estos equipamientos médicos, esenciales en la situación actual.
Aunque no sin dificultades, como atestigua la fricción entre GM y el presidente estadounidense Donald Trump, quien reprochó al constructor de automóviles la tardanza en iniciar el trabajo y haber pedido demasiado dinero.
Así pues, mediante un decreto, el gigante de Detroit vio su factoría de Lordstown (Ohio) requisada para fabricar urgentemente respiradores.
Más fácil resultó con Mercedes, quien pidió a su escudería de F1, en paro temporal debido a la anulación de los Grandes Premios, que se pusiera a trabajar en ello.
El equipo seis veces campeón del mundo fabricó en un tiempo récord un aparato de asistencia respiratoria que permite aliviar los pulmones de algunos afectados por el COVID-19, permitiendo así reservar respiradores para los pacientes más graves. Además podrían fabricarse 1.000 unidades al día.
Mercedes F1 también forma parte de la iniciativa "Proyecto Pitlane", que reúne a otras escuderías como Red Bull, McLaren, Williams, Racing Point, Haas y Renault para colaborar en la fabricación de este tipo de aparatos.
La idea es poner al servicio de la causa las características de una escudería de F1, como la "capacidad de concepción rápida, de puesta a punto de un prototipo, y de montaje minucioso", indica la presentación del "Project Pitlane".
Pero algunos no ven con buen ojo la irrupción de la industria del automóvil en el sector médico.
La ONG "Bulletin of the Atomic Scientists" estima en un artículo reciente que el razonamiento por el que los constructores de coches son los más aptos no es correcto.
"Los respiradores pueden parecerse a las bombas o a los sistemas de aire acondicionado usados en el automóvil, pero pocos constructores fabrican los suyos y recurren a subcontratas especializadas", subraya.
Así pues, aunque en este momento tienen infrautilizada su capacidad de producción, siguen dependiendo de las subcontratas, alejadas de los centros de distribución, en un periodo en el que la circulación está restringida a escala planetaria y existen límites a la exportación, apunta la ONG.
Economía de guerra
Los ingenieros de coches se valen de su experiencia en la utilización de material puntero como impresoras 3D, afirman desde Renault. También se benefician de amplias capacidades industriales como las que posee el constructor francés en Guyancourt (Yvelines), en el mayor centro del país galo en investigación y desarrollo.
La ayuda al sector hospitalario en periodo de pandemia parte a menudo de iniciativas individuales.
En España, ingenieros de Renault han ideado por iniciativa propia máscaras fabricadas por impresoras 3D, señala la misma fuente.
Donald Trump recurrió a analogías con la economía de guerra para justificar su llamado a la industria del automóvil, poniendo como ejemplo la participación de Ford y de GM en la construcción de aviones en la II Guerra Mundial.
"Esas imágenes sencillas de líneas de producción de Ford fabricando bombarderos no nos llevarán muy lejos", estima el 'Bulletin of the Atomic Scientists', para el que hay una gran diferencia entre elaborar una máquina de impresión 3D y producirla en masa.
Pero, como indican los responsables del proyecto CLAP (ventilación en presión positiva continua), con el que está asociado Mercedes F1, "hicieron falta menos de 100 horas entre la primera reunión para discutirlo y la realización del primer prototipo". Unos plazos habituales en la categoría reina de la F1, pero no necesariamente en otras industrias.
Actualidad Laboral / Con información de AFP