14-12-2022

La inflación encadenó su quinto mes a la baja en Estados Unidos en noviembre hasta situarse su tasa anual en el 7,1% el mes pasado, es decir, por debajo de lo previsto. El dato se hizo público justo antes de que la Reserva Federal eleve previsiblemente los tipos de interés de la primera economía del mundo a su nivel más alto desde 2007, en una horquilla entre el 4,25 y el 4,50%. La subida de los precios también se ha desacelerado en el último mes en la zona euro -por primera vez después de diecisiete- hasta el 10%, si bien se mantiene muy próxima al pico histórico que tocó en octubre en el 10,6%.


La presión sobre el bolsillo de los ciudadanos sigue siendo máxima y solo se moderará en parte el año que viene, coincidiendo con el frenazo económico y con el momento en que empiecen a afianzarse las medidas de normalización que están aplicando los bancos centrales. En ese escenario, la situación a este lado del charco seguirá siendo más delicada. La Eurozona afronta una coyuntura más difícil que EEUU en términos de inflación. Primero, por el escaso margen de maniobra que su banco central tiene sobre un alza de los precios que le viene dada en buena medida por factores exteriores.


Son factores, como la crisis energética que ha agravado la guerra en Ucrania, como el incremento que esta ha provocado en los precios de los alimentos y como las roturas que han seguido afectando a las cadenas de suministro globales después de la pandemia. A todos ellos se han sumado -desde el punto de vista interno- las respuestas monetarias y fiscales para atajar los efectos económicos de la Covid. En segundo lugar, el contexto es más complejo para la zona euro porque el propio BCE ha sido más lento en la respuesta a ese shock inflacionario de lo que lo ha sido la Fed. La entidad capitaneada por Jerome Powell lucha contra un aumento del IPC que tiene que ver mucho más con el sobrecalentamiento de la economía y con una tasa de paro que se sitúa cerca de mínimos del último medio siglo.


Pese a que la subida de los precios no será tan intensa en la zona euro el próximo ejercicio, se mantendrá aún en el entorno del 5,5%. "Esperamos que la tasa de inflación mensual duplique la de EEUU a finales de 2023", apunta Eoin Walsh, socio y gestor de carteras en TwentyFour Asset Management, filial de la gestora suiza Vontobel. Esta previsión, que conlleva una fuerte pérdida de competitividad para el área del euro, está sujeta sin embargo a intervenciones gubernamentales como la limitación de los precios energéticos, cuyo impacto en la tasa de inflación oficial es difícil de cuantificar todavía. Precisamente, el aumento de los costes energéticos ha contribuido a elevar la inflación de la zona euro hasta casi el 11% este año, más de cinco veces el objetivo del BCE.


Desde la gestora estadounidense Wellington Management prevén que la inflación energética siga siendo más alta en la Eurozona que en el resto del mundo los próximos años, dada la probabilidad de que continúe la escasez en el mercado del gas natural licuado. Sin embargo, recuerdan que el aumento de los precios en Europa no responde únicamente a las materias primas, dado que la inflación subyacente, que excluye de su cómputo los alimentos frescos y la energía, se mantiene en el 5%. "Creemos que es probable que esta dinámica persista, y que la inflación europea siga siendo mucho más alta que en los últimos 10 a 15 años y potencialmente más alta que la media de los mercados desarrollados", sostienen John Butler y Eoin O'Callaghan, estrategas macroeconómicos de la firma.


Alzas salariales entre el 5 y el 6%


Mientras, el mercado laboral se encuentra en niveles récord de tensión y los indicadores adelantados que manejan los expertos sugieren que el aumento salarial podría situarse entre el 5% y el 6% en los próximos trimestres. En esta línea Franck Dixmier, director de inversiones global de Allianz, incide en que no deberían pasarse por alto los posibles efectos secundarios vinculados a las negociaciones salariales en curso, así como la incertidumbre sobre los costes de la energía. Aunque los precios energéticos han bajado recientemente, la necesidad de reponer existencias para 2024 podría pesar mucho el año próximo.


Este escenario coincidiría con las perspectivas de la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés). El organismo viene advirtiendo a Europa de que el invierno más complicado en términos energéticos no será este, sino el que viene, por lo que ha recomendado a los gobiernos que adopten medidas teniendo en cuenta ese horizonte temporal (su director ejecutivo, Fatih Biral, les urgía esta misma semana a pactar un tope al gas). Pese a ello la moderación de los precios energéticos puede ayudar a que la recesión prevista en el área del euro entre finales de este ejercicio y principios del que viene sea más corta y más superficial de lo que podría haber sido, como apunta Martin Skanberg, gestor de renta variable europea de Schroders.


En lo que tiene que ver con el mercado de trabajo, Philip Lane, economista jefe del BCE, ya ha dejado claro que serán necesarias varias subidas de tipos más para combatir cualquier repercusión inflacionista de las demandas salariales. Eso sí, ha reconocido también que la inflación de la Eurozona está cerca de máximos, por lo que el emisor podría decidir ralentizar el ritmo de las futuras alzas. La presidenta del banco central, Christine Lagarde, ha incidido en que la recesión no será suficiente para contener por sí sola los precios, dejando claro que la entidad seguirá endureciendo su política para tratar de reconducir la inflación a niveles más cercanos a su objetivo.


Actualidad Laboral / Con información de La Información