Las últimas estadísticas laborales de Estados Unidos esconden una paradoja: el mercado, por un lado, desafía la lógica de la tasa de interés con demanda sostenida y, por el otro, se anuncian cesantías entre sectores altamente calificados.


En general, se descalifica el problema de los despidos de ejecutivos y programadores argumentando que estos reingresan rápidamente a la fuerza laboral. Lo que pocos analizan es que, en realidad, se reemplaza a muchos de estos empleados con inteligencia artificial. Por su parte, la reinserción laboral sucede tras la migración a organizaciones más retrasadas en la revolución tecnológica en curso. O sea, demoran su obsolescencia, no la frenan.


La tendencia a la negación de un problema masivo es parte del libreto oficial. Ni los gobiernos ni los liderazgos empresariales hablan del tema. Reimplementan el plan de comunicaciones de la pandemia e insisten con el “aquí, eso no sucederá”. Y el hecho que un algoritmo complejo ahora puede cumplir con una función que tomó años de entrenamiento plantea una realidad difícil de digerir para los electorados de todo el mundo.


Desde la revolución industrial, las máquinas desplazaron tareas manuales. Es por eso que el trabajo físico era el más expuesto a disrupciones tecnológicas. Ser abogado, banquero o programador eran oficios “seguros”. Lo eran.


Si bien la revolución de la inteligencia artificial es una nueva amenaza para el trabajo físico, de la mano de robots con habilidades incrementadas, esta vez, el cambio también arrastra una serie de empleos universitarios.


Este proceso en curso lo demuestran empresas de primera línea. Primero fueron los gigantes de la tecnología. Estos comenzaron el año con despidos. Sin embargo, IBM, Microsoft y Meta fueron casi las únicas organizaciones que admitieron un vínculo entre las bajas y la inteligencia artificial. Para otras, eran cuestiones “de mercado”.


Luego fue el turno de los grandes bancos. Una caída en deals es la excusa políticamente correcta por los despidos entre los lobos de Wall Street. Eso puede explicar por qué las grandes firmas terminan con tareas vinculadas a fusiones y adquisiciones. Pero, ¿por qué también terminan con empleos de trading?


Sólo Citigroup admitió ante el Financial Times que parte de su nómina se achicó por “inversiones en tecnología”. Hasta el momento, estos despidos no llegan a los millones y, como ya se apuntó, los cesanteados se reinsertaron rápidamente cancelando el impacto estadístico. Entre tanto, esto aleja el fantasma de una crisis de relaciones laborales y públicas de primera magnitud para las empresas involucradas.


Para la opinión pública, el reemplazo de más empleos por máquinas despierta demonios hollywoodenses y sindicales.


Los estados más “benévolos” del mundo aislarán a sus respectivas economías de esta nueva revolución económica, condenando a sus votantes al atraso y la pobreza. Se hará por vía legal o sindical, pero el resultado será el mismo. Menos productividad lleva inexorablemente a la pobreza.


Por otro lado está la crisis para la empresa en su propia fuerza laboral. Esta es una transición, y por lo tanto, debe ser gradual. Es imposible cumplir con el reemplazo en una semana y las empresas no pueden dejar de producir hasta tanto se completen los cambios tecnológicos.


Cada organización que admite el uso de nuevas tecnologías para reemplazar empleados empuja a sus mejores cuadros a buscar trabajo con premura.


Los más empleables de cada organización serán los primeros en encontrar una mejora. Esta será por la vía de una organización con un puesto similar con mayores promesas de estabilidad o por una actualización de habilidades tal que revalúe a la persona. Por ambas cuestiones, es poco probable que un equipo en vías de ser reemplazado por máquinas se quede a ver el final de una película conocida.


Y a este tema se le suma otro: pronto aparecerán estudios contables sin contadores, bufetes de abogados sin abogados, casas de bolsa sin traders, y una serie de entidades productivas libres de las ataduras del pasado; incluyendo las relaciones públicas, los sindicatos y las miradas de políticos cazando votos bobos. Si las empresas de hoy no se adaptan rápido, se quedarán en el camino.


Por lo tanto, las economías que quieren garantizar el bienestar de sus ciudadanos se deben preparar para un período turbulento comparable al de otros cambios económicos profundos. Las cosas como son.


Actualidad Laboral / Con información de Forbes Argentina