Una palabra hiriente es tanto violencia como lo es un ojo morado. No importa si es psicológica, física, económica, patrimonial, sexual o por discriminación, todas estas son diferentes formas de violencia.
Este 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, y en el ámbito laboral, tal vez como en todas las aristas de la vida, hay un trecho largo por cambiar.
Hablar de violencia en el entorno laboral tiene la dificultad de que los conceptos a los que se avoca parecieran intangibles, tanto como decir que una mujer con independencia financiera tiene la oportunidad de ejercer su libre desarrollo.
Es inevitable referirse a estructuras que aún no se crean, como un Sistema Nacional de Cuidados que ayudará a que más mujeres participen en el mundo laboral.
La violencia económica-laboral
Tomar un trabajo sin ningún tipo de prestación, sin seguridad social, es la manera en que las mujeres pueden lograr la flexibilidad que les permita atender sus otros roles, los que no son remunerados, ese tipo de violencia está normalizada.
“Cuando nos hablan sobre violencia contra las mujeres en los ámbitos laborales, siempre nos vamos a pensar en la sexual, en el acoso, volteamos a ver la violencia física, pero nunca pensamos que pueden ser esas violencias económicas”, dice Verónica Hernández Guadarrama, directora ejecutiva de IDEIB Consulting.
La violencia económica va ligada a la brecha salarial por género. Ésta atenta contra la independencia y el derecho de las mujeres a igualdad de oportunidades, refiere la experta en temas de género.
Debido a las interrupciones que las mujeres tienen en sus carreras laborales para destinar ese tiempo a cuidados y trabajo no remunerado, cuando retoman la vida laboral, también son víctimas de discriminación por edad, por lo que se dificulta su acceso a un trabajo con buenas condiciones.
Para hablar de violencia laboral contra las mujeres es necesario observar un contexto multifactorial, dice la directora ejecutiva de IDEIB Consulting. También desde todas las etapas de vida, sobre todo cuando empiezan con su etapa productiva hasta la jubilación.
La interseccionalidad permitirá hacer políticas públicas integrales. “Esta es una responsabilidad de varias partes, entre ellas, además del Estado, y de la sociedad, de las empresas, también de las propias mujeres, que tienen que trabajar en su propio empoderamiento, conocimiento de sus derechos laborales para exigirlos”, advierte.
Actualidad Laboral / Con información de El Economista México