El gobierno ha pedido a los venezolanos que firmemos en contra de la resolución tomada por Estados Unidos. Entiendo que también ha solicitado a los planteles educativos que sus alumnos redacten una carta en ese mismo sentido.

Desde hace algún tiempo he querido escribir sobre la novela más relevante de George Orwell (1984), que junto a la Rebelión en la granja, debería ser estudiada y repetida hasta el cansancio en todos los planteles educativos de Venezuela y de toda América Latina. En esa obra y con su fino estilo satírico, Orwell describe una sociedad totalmente controlada por el Estado (el Gran hermano) que con el pretexto de "cuidar" a los ciudadanos, le impone una serie de reglas y restricciones que terminan por sofocar todas las libertades individuales.

Desde hace tiempo sabemos que el Estado venezolano se ha convertido en un Estado policía, cada vez que se inmiscuye en nuestra vida privada limitando hasta el extremo nuestra libertad de acción y de pensamiento. Esto de las firmas y las carticas son un ejemplo de ello.

Venezuela se parece mucho a la historia que describe Orwell en su obra 1984: "En una supuesta sociedad policial, el Estado ha conseguido el control total sobre el individuo. No existe siquiera un resquicio para la intimidad personal: el sexo es un crimen, las emociones están prohibidas, la adoración al sistema es la condición para seguir vivo. La policía del pensamiento se encargará de torturar hasta la muerte a los conspiradores, aunque para ello sea necesario acusar a inocentes".

Todos sabemos que en Venezuela la verdad lleva muchos años siendo manipulada, tal y como lo hacia el famoso Ministerio de la Verdad de Orwell: "El Ministerio de la Verdad -que en neolengua (La lengua oficial de Oceanía) se le llamaba el Minver- era diferente, hasta un extremo asombroso, de cualquier otro objeto que se presentara a la vista. Era una enorme estructura piramidal de cemento armado blanco y reluciente, que se elevaba, terraza tras terraza, a unos trescientos metros de altura...podían leerse, adheridas sobre su blanca fachada en letras de elegante forma, las tres consignas del partido: "La guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza".

Para esta fecha ya todos sabemos que la intención del Estado es controlar a los ciudadanos y aunque todavía el Ministerio de la Verdad y la Policía del Pensamiento no funcionan con esos nombres, lo cierto es que los esfuerzos por obligar a la gente a pensar de una manera única han sido y continuarán siendo enormes. Hoy más que nunca las libertades individuales están siendo coartadas hasta el extremo más aberrante.

Si usted, que está leyendo esta columna no está convencido de la aseveración anterior le pongo este ejemplo hipotético:

¿Se sentiría usted presionado a firmar una carta dirigida al presidente Obama si el que se la presenta para su firma es su jefe en el ministerio, instituto autónomo, o empresa del Estado?

¿Cuál sería su respuesta si le piden que firme la cartica antes de hacer cualquier trámite ante un organismo público?

¿Y si se la piden por ejemplo, como requisito para ser atendido en un hospital o ser beneficiario de una beca o pensión?

Por último, ¿usted firmaría la cartica si le informaran que se trata del inicio de una nueva lista Tascón y que la intención es separar a los firmantes entre imperialistas y no imperialistas?

Yo no le voy a decir si la firma o no la firma. Esa es su decisión personal, el problema es que precisamente el Estado nos agobia con tantos controles que ya la decisión dejó de estar en uno mismo. Esas son las cosas del amor del gran hermano. Por eso dicen por allí que hay amores que matan.

Juan Carlos Varela / Abogado

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