El sociólogo polaco Zygmunt Bauman fue quién en 1999 acuñó el concepto de 'modernidad líquida' para definir una sociedad basada en la fluidez, el cambio permanente y la capacidad de adaptación. Un concepto que, trasladado al ámbito empresarial, equivale a flexibilidad y adaptabilidad totales, unas características que son vitales para la supervivencia de cualquier organización en el actual entorno cambiante, convulso e incierto marcado por el Covid-19.
La agilidad es el elemento que marca la diferencia entre las empresas del siglo XX y las del siglo XXI. Y es que las organizaciones líquidas consiguen adaptarse a lo que venga sin demasiado esfuerzo, como por ejemplo cambios en el organigrama, en las configuraciones de los equipos, en los puestos de trabajo...Además, en este tipo de compañías es esencial la cooperación entre diferentes profesionales, equipos y departamentos, y se valora más la contribución a un propósito común compartido por todos.
Por líquidas, nos referimos a organizaciones sin tantas barreras, más transparentes, con más y mejor comunicación en todas las direcciones. En este ambiente de trabajo, además, es más fácil que tengan cabida el trabajo por proyectos, colaboraciones freelance, teletrabajo indefinido o sistemas de horarios flexibles que favorezcan la conciliación de la vida laboral con la personal. Porque no debemos olvidar que, cuando hablamos de trabajo líquido, en realidad estamos hablando de la importancia de la persona, de su talento y del valor que puede aportar a al proyecto y la organización.
Saber dejar atrás lo anterior es otra característica de las empresas líquidas. Es necesario analizar la capacidad de la empresa para desprenderse de los modelos que han superado su fecha de caducidad, y desaprender lo aprendido para introducir un nuevo modelo de gestión menos jerárquico y más transversal; menos basado en el control y más apoyado en indicadores como la opinión que tienen los clientes de la empresa.
Reinvención del modelo
Sin embargo, abandonar los viejos esquemas de jerarquías y los procedimientos burocráticos no se consigue de la noche a la mañana. Es una transformación radical, de la cual no existe una fórmula mágica.
El cambio pasa por separar estrictamente las personas de los puestos. De esta manera, los empleados sabrán quiénes son en la organización por sus capacidades y el perfil profesional que se les reconoce, no por el puesto de trabajo que ocupen ni por su ubicación en el organigrama.
Trabajadores líquidos
¿Y cómo son las personas que operan en este tipo de organizaciones? Un trabajador líquido es un empleado digitalizado, un profesional que se focaliza en los objetivos y que huye de la cultura en la que se premia el presencialismo. Es un trabajador que, de una manera u otra, está haciendo cambiar a las empresas.
Los jóvenes pueden tener ventaja porque han crecido en entornos más cambiantes de los que tocaron a los 'X' o a los baby boomers, por lo que posiblemente sean más ágiles que las generaciones precedentes a la hora de desechar modelos que han perdido vigencia y en adoptar nuevos.
Actualidad Laboral / Con información de Equipos y Talento