“La duración es muy importante”, explica Damien Léger, el doctor que dirige el Centro de Investigación del Sueño en el hospital Hôtel-Dieu de París. Hay que tratar de dormir durante 20 minutos. Si se excede ese tiempo se corre el riesgo de caer en lo que los científicos denominan sueño de ondas lentas, un estado de actividad de las ondas cerebrales que se basa en el letargo que se considera importante para consolidar los recuerdos. Pongan una alarma. Caer en el sueño de ondas lentas podría dejarnos en un estado que Léger llama “embriaguez del sueño”, en lugar de con una sensación de rejuvenecimiento.

Piensen que las siestas son un derecho fundamental, no un pequeño lujo. Léger escribió recientemente un informe para un grupo de estudio en el que argumenta que se debería dar tiempo a todos los trabajadores para la siesta, un respiro particularmente importante para aquellos que trabajan en turnos nocturnos o duermen seis o menos horas diarias de manera habitual.

Esa privación crónica del sueño está asociada con hipertensión, diabetes, depresión, obesidad, cáncer e incluso un mayor riesgo de muerte. La investigación demuestra que los periodos cortos de sueño mejoran el desempeño cognitivo, el tiempo de respuesta y el estado de ánimo. En un estudio, los sujetos que tomaron una siesta vespertina pudieron responder el doble de veces un problema en un videojuego en comparación con aquellos que no lo hicieron.

Establezcan unas cuantas condiciones previas. Encuentren un espacio seguro, como una oficina desocupada o un área de descanso, donde es poco probable que los molesten. Usen un antifaz para bloquear la luz. No es necesario que no haya ningún ruido para poder quedarse dormidos, pero si están en un lugar especialmente ruidoso, como una fábrica, usen tapones para los oídos. Tampoco es necesario recostarse. Pueden sentarse y apoyar la cabeza en el escritorio para hacer la siesta. “Lleven una almohada pequeña para la cabeza”, añade Léger. El momento ideal para la siesta dependerá de sus horarios de sueño, pero la mayoría de los trabajadores diurnos experimentan un pico de somnolencia por la tarde. Léger espera que algún día, “echarse una pestañita” remplace al café después de la comida. “Las siestas son mucho más poderosas que la cafeína”, comenta, “y no tienen efectos secundarios negativos”.

Los pacientes suelen contarle a Léger cómo se escabullen al baño o a sus autos estacionados para dormir la siesta durante su jornada laboral. Su cansancio los avergüenza. Pongan su granito de arena para ayudar a acabar con el estigma de las siestas hablando sin pena de lo cansados que se sienten. Digan a sus colegas que tienen la intención de dormir 20 minutos. “Tomar una siesta no tiene nada de malo”, concluye Léger.

Actualidad Laboral / Con información de The New York Times / Por Malia Wollan