Para la mayoría de los ciudadanos, la pandemia del coronavirus representa una circunstancia completamente sin precedentes, tan novedosa como cambiante. Ningún acontecimiento de la historia reciente ha ejercido un impacto tan fuerte en nuestras vidas.
Esta no solo nos recuerda nuestra fragilidad física, sino que socava la seguridad económica, pone patas arriba las rutinas diarias, provoca estragos en nuestros planes y nos aísla de nuestros amigos y vecinos.
Las estresantes fuerzas externas que esta pandemia ha desatado están ejerciendo un profundo efecto interno. Poco a poco, están cambiando quiénes somos y cómo nos relacionamos con la gente y el mundo.
La pandemia está afectando a nuestra psique de tres maneras: Está influyendo en cómo pensamos, cómo nos relacionamos con los demás y en qué valoramos.
Ha cambiado nuestra sensación de seguridad
Esta crisis está extendiendo una gran incertidumbre entre todos nosotros. No sabemos qué pensar o cómo actuar en estas circunstancias completamente desconocidas.
¿Quién se verá afectado? ¿Nuestros seres queridos? ¿Con qué rapidez? ¿Habrá pruebas disponibles? ¿Sobreviviremos? ¿Cuánto tiempo durará todo esto? ¿Qué va a pasar con nuestro trabajo? ¿Y con nuestros ingresos?
La combinación de incertidumbre y peligro es una receta perfecta para la angustia. Alimenta un intenso deseo de certeza, más conocido por los psicólogos como la necesidad de cierre cognitivo.
Una vez despertada, la necesidad de cierre fomenta el ansia de información fiable, el deseo agudo de disipar la ambigüedad paralizante que nos envuelve. Anhelamos claridad y orientación, una "luz al final del túnel", un túnel que en este momento parece no tener fin.
Ahora que estamos todo el día pegados a las televisiones, nos estamos convirtiendo en adictos a las noticias de última hora con la esperanza de recibir noticias de que la crisis está llegando a su fin.
Las investigaciones sobre la necesidad de cierre nos dicen mucho más: En condiciones de incertidumbre difusa, la gente se siente atraída, como por un imán, a soluciones simplistas y razonamientos en blanco y negro.
Algunas personas se sienten atraídas por el polo de la negación de que no hay nada malo, otros hacia el del pánico absoluto, la creencia de que lo peor está por llegar, y de que el final está cerca.
Este es el momento en que el se necesita desesperadamente un liderazgo firme y tranquilizador. También es el momento en el que se prefiere una dirección autoritaria y confiada a una guía flexible.
Necesitamos que nos digan qué hacer, simple y llanamente. No es el momento para deliberaciones complejas.
Cambios en nuestras necesidades
Cuando la necesidad de cierre aumenta, la gente se vuelve "centrada en el grupo", lo que significa que anhelan la cohesión y la unidad.
El patriotismo gana impulso pero también el nacionalismo, la idea de que nuestra nación es superior a las demás, mejor en la gestión de una crisis que de hecho ha sido iniciada por unos extranjeros.
La pandemia del coronavirus es aterradora. Todo el mundo puede verse infectado. Nadie está a salvo. No importa cuál sea tu posición, tu estatus, poder o popularidad, existe la posibilidad real de que te contagies con el virus.
Esta posibilidad evoca una sensación de fragilidad y vulnerabilidad. Una gran cantidad de investigaciones han averiguado que en momentos como la infancia, la vejez o cuando estamos enfermos, la dependencia entre nosotros aumenta.
Esto hace que las relaciones sociales sean más importantes, que se refuerce el apego a los demás y que se aumente el aprecio de los seres queridos, la familia y los amigos.
Una consecuencia de nuestra impotencia frente a la pandemia es nuestra mayor sociabilidad, un anhelo de calor y socorro, la comprensión de que necesitamos a los demás, de que no podemos arreglárnoslas por nuestra cuenta.
Cambios en nuestros valores
El creciente apego a los demás viene acompañado de un sutil cambio en nuestra moral. Se priorizan los valores comunitarios de cooperación, consideración y cuidado, mientras que los valores individualistas de prestigio, popularidad y poder pierden parte de su prestigio.
Nuestros ideales culturales se transforman. En tiempos de crisis, celebramos y damos un gran significado a las personas que sirven a los valores comunitarios, ofrecen una mano amiga a los demás, sacrifican sus propios intereses por el bien común, demuestran empatía y modelan la humanidad.
El interés por la fama y la riqueza pierde impulso; pasa a un segundo plano. La pandemia del coronavirus está cambiando lo que somos, afectando a diversas facetas de nuestra psique.
Podemos aprobar algunos de los cambios - hacia lazos comunitarios más fuertes y valores humanitarios - y desaprobar otros - la mente cerrada, el pensamiento en blanco y negro. Nos guste o no, la inmensa crisis a la que nos estamos enfrentando está sacando a relucir lo mejor de nosotros, pero también lo peor.
Actualidad Laboral / Con información de Ihodl / José Rodríguez