"El mercado laboral español no discrimina por origen o por nacionalidad, pero los puestos de mayor cualificación se concentran más entre la población autóctona. Los migrantes ocupan puestos menos cualificados, pero no por ser migrantes, sino porque no acceden a los más cualificados", señala Elisa Chuliá, directora de Estudios Sociales de Funcas, el centro de análisis de las antiguas cajas de ahorro.
"No se puede decir que la española sea una sociedad que discrimine, aunque hay casos puntuales. Sin embargo, los trabajadores de origen extranjero lo tienen todo por demostrar cuando llegan, tanto los conocimientos como la capacidad para desarrollarlos; y, normalmente, los responsables de Recursos Humanos eligen a quien les ofrece mayores garantías en ese momento", añade.
No obstante, sí hay rasgos llamativos en la percepción de los españoles sobre el fenómeno migratorio: según el último barómetro del CIS, la inmigración resulta ser el quinto "principal problema que hay en España" y supone una de las tres principales preocupaciones para el 14,3% de los encuestados (la primera para un 2,7%) aunque cae al duodécimo puesto, con un 5,4% (1,3% como principal), cuando la pregunta se centra en "el problema que a usted, personalmente, le afecta".
Eso apunta a un malestar más de oídas que de vivencia personal, puesto que la extensión de la preocupación declarada no anda lejos de triplicar a la afección admitida. No deja de resultar sorprendente en un país en el que, según un informe del Ministerio de Inclusión, el 54% de los extranjeros que lo habitan lleva más de doce años residiendo en él y otro 23% supera los cinco.
Por el contrario, la inquietud por la implantación del racismo se encuentra en niveles de mínimos, ya que únicamente lo menciona como un problema general el 0,4% (puesto 47) y otro 0,3% (52) como una afección personal.
Eso apunta a un inquietante paralelismo entre quienes han vivido episodios de carácter xenófobo y quienes sienten la preocupación por ellos sin haberse visto directamente afectados: su proyección resulta ser de un tercio (cuatro preocupados por cada tres afectados) frente a la de casi el triple (catorce inquietos por cada cinco con vivencia) que se genera en torno al fenómeno migratorio.
Los flujos de la ocupación en el pico del empleo
En cualquier caso, la importancia de la participación foránea está fuera de duda en España, tanto por su languideciente demografía, a la que ya aportan uno de cada seis habitantes (8,2 millones de 48), como por su peso en el mercado laboral, donde ya cubren casi uno de cada cinco puestos, y, también, por su contribución al sistema de pensiones, del que ya sufragan dos nóminas mensuales.
Sin embargo, ese aumento de la ocupación extranjera, que alcanza niveles de récord al rondar los cuatro millones de ocupados entre los trabajadores de nacionalidad no española (2.996 millones) y los que la tienen doble (1,001), se concentra en los empleos de menor cualificación.
Los registros de la EPA (Encuesta de Población Activa) del INE (Instituto Nacional de Estadística) indican que el 70% del empleo creado desde finales de 2021, 755.000 puestos de 1,081 millones, han sido ocupados por trabajadores de origen extranjero. Más de la mitad de ellos concentrados en las ocupaciones elementales (87.000) y los servicios (311.000), ámbitos en los que en ese periodo se ha dado un retroceso (-34.000) y una menor entrada (173.000), respectivamente, de mano de obra española.
Ocurre algo similar entre los operarios de la industria y la construcción, con un avance de 86.000 migrantes frente a 33.000 autóctonos, y entre los operadores de máquinas y los montadores (78.000 por 24.000).
El balance es similar si el foco se centra en los últimos siete trimestres, los del cierre de 2021 al del verano de 2023: con un volumen similar, de algo menos de un millón en cada caso, la incorporación de extranjeros en los empleos de menor exigencia formativa, las ocupaciones elementales y los puestos de operario y de servicios, prácticamente duplica la de los autóctonos (647.000 por 335.000). Mientras, la proporción se invierte, y prácticamente se dobla, cuando se trata de los puestos de carácter técnico (140.000 por 535.000).
Eso apunta a una estratificación del empleo en la que, en paralelo a otros procesos como una mayor tecnificación del empleo, al avance de la ocupación femenina y a la expulsión de trabajadores de más de 50 años, se está dando un proceso de reemplazo en el que los migrantes ocupan los puestos de menor cualificación mientras los autóctonos se van haciendo con la mayoría de los de mayor exigencia formativa.
Obviamente, no se trata de procesos estancos, ya que 56.900 personas de origen extranjero se han empleado en ocupaciones de carácter técnico, científico e intelectual en esos siete trimestres (3.586 de ellas como autónomos) y otras 82.700 lo han hecho como personal de apoyo.
La evolución de los niveles de formación
Esos últimos datos apuntan a que el tejido productivo español mantiene cierta capacidad de atraer personal cualificado de otros países, un ámbito que resulta clave para la propia supervivencia de muchas de sus unidades ante los procesos de digitalización y tecnificación que, con un ritmo vertiginoso, se están dando en él.
"En todos los países europeos, en mayor o menor medida, el aumento progresivo de la proporción de personas mayores que ya han salido del mercado de trabajo plantea carencias de trabajadores cualificados para sostener el crecimiento económico y el estado del bienestar", advierte un estudio de Funcas.
Ese trabajo llama la atención sobre cómo en España se está estancando el nivel de formación de la población de origen extranjero, algo que debería activar algunas alarmas tanto institucionales como entre los agentes sociales vistas las necesidades del país a medio plazo.
El porcentaje de población de 25 a 54 años residente en España, nacida en el extranjero y con estudios universitarios "se hallaba entre los más bajos de la Unión Europea" en 2021 con un 30,3%.
Esa ratio, aunque se mantenía "por encima" de Italia (12,6%%) y Grecia (19,8%), se encontraba a mucha distancia de los de Holanda (42,5%), Portugal (40,8%) o Francia (37,7%), "países que en 2004 ostentaban tasas más bajas que la española", mientras su crecimiento, de 1,2 puntos, se quedaba a años luz de los 8,6 que Alemania (20,5% a 29,1%) ganaba en ese mismo periodo.
"Los niveles educativos no han mejorado como sería deseable"
Ese estancamiento de la estructura educativa de la población de origen extranjero de 25 a 54 años en España coincide con una etapa en la que ese factor "ha mejorado ostensiblemente" en "gran parte de los países europeos" y en la que "el nivel educativo de la población española de esas edades ha aumentado significativamente".
Como consecuencia, "se han agrandado las diferencias" en este ámbito entre la población nativa y la foránea mientras "en la mayor parte de los países europeos los cambios en la composición (educativa) de la población nacida en el país y la nacida en el extranjero han avanzado más acompasadamente".
"Los niveles educativos no han mejorado tanto como cabría anticipar y como sería deseable", explica Chuliá, quien anota que "esa brecha formativa tiene efectos en el mercado de trabajo, en el que los extranjeros acceden a puestos que requieren menos formación" y por los que, a menudo, compiten con los trabajadores autóctonos de mayor edad y menor preparación
Para la socióloga, se trata de una tendencia "preocupante". "Es positivo que la población migrante tenga mayor nivel formativo" vistas las necesidades del mercado de trabajo y las posibilidades de integración que se despliegan con ellas.
Actualidad Laboral / Con información de Público