En un raro acto de desafío colectivo, montones de médicos cubanos que trabajan en el extranjero para enviarle dinero a sus familias y a su país han presentado demandas para separarse del gobierno cubano, exigen ser liberados de lo que un juez definió como una “forma de trabajo esclavo”.
Miles de médicos cubanos trabajan en el extranjero con contratos que las autoridades cubanas han suscrito con países como Brasil, que le pagan millones de dólares mensuales al gobierno comunista de la isla por la prestación de los servicios de salud. Eso convierte a los médicos en uno de los más valiosos productos cubanos de exportación.
Sin embargo, los médicos solo obtienen a cambio una pequeña porción de ese dinero, y en Brasil crece la cantidad de médicos que han comenzado a rebelarse. El año pasado, por lo menos 150 cubanos presentaron demandas en los tribunales brasileños para impugnar el acuerdo, al exigir que se les trate como contratistas independientes que ganan salarios completos y no como agentes del Estado cubano.
“Cuando uno sale por primera vez de Cuba, uno descubre muchas cosas que hasta ese momento tenía los ojos vendados”, comentó Yaili Jiménez Gutiérrez, una de las médicas que presentaron una demanda. “Llega un momento en que te cansas de ser esclavo”.
Desde hace décadas, artistas y atletas cubanos han desertado durante los viajes al extranjero, y la mayoría de ellos terminaban viviendo en Estados Unidos. Sin embargo, las demandas en Brasil constituyen una rebelión jurídica inusual que afecta uno de los esfuerzos más emblemáticos de Cuba. Para el gobierno de la isla enviar médicos al extranjero no solo es una forma de obtener las ganancias que necesitan con premura, sino que también ayuda a promover la imagen de la nación como una potencia médica que frecuentemente acude en ayuda del mundo.
Ahora los desafíos legales son más importantes porque los doctores han perdido el estatus que convertía a Estados Unidos en su destino más frecuente. El gobierno estadounidense, que durante décadas ha intentado socavar a los líderes de Cuba, estableció un programa en 2006 para recibir a doctores cubanos con el objetivo de exacerbar la fuga de cerebros de la isla.
Sin embargo, en uno de sus últimos intentos por normalizar las relaciones con Cuba, el presidente Barack Obama finalizó en enero el Programa de Permisos para Profesionales Médicos Cubanos que le permitía a esos profesionales ubicados en otros países poder obtener visas de residencia permanente en Estados Unidos.
“El haber cerrado el parole para nosotros fue un gran impacto”, comentó Maireilys Álvarez Rodríguez, otra de las doctoras que presentaron una demanda en Brasil. “Esa era la salida para muchos de los que estábamos aquí”.
El fin del programa de visas significa que el futuro de estos profesionales ahora está en manos de la justicia brasileña. Los tribunales de ese país se han pronunciado principalmente en contra de los médicos cubanos, pero algunos jueces se han puesto de su lado al permitir que trabajen por su cuenta y ganen su propio dinero.
La decisión de los doctores los expone a sufrir graves repercusiones por parte del gobierno cubano, incluso podrían ser vetados de ingresar a la isla con lo que les impedirían ver a sus familias durante años.
Las semillas de la rebelión se sembraron hace un año en una conversación entre una doctora cubana y un clérigo en un pueblo remoto en el noreste de Brasil.
La médica cubana, Anis Deli Grana de Carvalho estaba por finalizar el tercer año de su asignación médica pero se había casado con un hombre brasileño, por lo que quería quedarse en el país y seguir trabajando.
El pastor se sintió indignado al saber que, conforme a los términos de empleo, los cubanos solo ganan una cuarta parte del monto total que el gobierno brasileño le paga a Cuba por sus servicios.
De inmediato, la puso en contacto con un abogado de Brasilia, la capital brasileña. A fines de septiembre del año pasado, presentó una demanda en un tribunal federal para trabajar como contratista independiente.
En cuestión de semanas, montones de médicos cubanos siguieron el ejemplo de Grana y presentaron demandas en los tribunales brasileños. El gobierno brasileño, que firmó el acuerdo con Cuba en 2013 para proveer servicios de salud en las regiones menos atendidas del país, está apelando los casos ganados por los médicos y piensa que prevalecerán.
“No hay injusticia”, declaró el ministro de Salud, Ricardo Barros. “Cuando ellos firmaron, aceptaron los términos”.
Álvarez y su esposo, Arnulfo Castanet Batista, quien también es médico, vieron una oportunidad en el estipendio ofrecido por el gobierno cubano para trabajar en Brasil, por lo que ambos se enrolaron en el programa en 2013.
El empleo significó que tuvieron que dejar a sus dos hijos pequeños al cuidado de parientes, pero cada uno ganaría 2900 reales brasileños mensuales —que antes valían unos 1400 dólares, y ahora son 927—, cantidad que les parecía inmensa en comparación con los 30 dólares mensuales que ganan en su país.
“Era una oferta bastante aceptable en comparación a lo que ganábamos en Cuba”, dijo Álvarez.
Así que se despidieron de sus hijos y tomaron vuelos a Brasil para formar parte de la primera ola de doctores cubanos a los que recibieron en aeropuertos con letreros de bienvenida y camisetas del “Che” Guevara.
En aquella época, el gobierno de izquierda de la presidenta Dilma Rousseff, consideró la expansión del acceso a los servicios de salud un elemento crucial para su meta de construir una sociedad más igualitaria. Con el excedente de recursos derivado del auge en el mercado de las materias primas, Brasil importó a miles de doctores de Cuba y otros países para que brindaran atención primaria en áreas distantes y pobres con un programa llamado “Mais Médicos” (Más Médicos, en español).
La Organización Mundial de la Salud sirvió como intermediaria en el acuerdo por el cual, Brasil le pagó a Cuba más de 3600 dólares al mes por cada médico, o casi cuatro veces de lo que le pagaban a los médicos cubanos. Aproximadamente, 18.000 médicos cubanos han pasado temporadas en Brasil; casi 8600 siguen en ese país.
Naciones Unidas dijo que el programa había sido todo un éxito, mencionando que había reducido la tasa de mortalidad infantil brasileña y extendido la atención médica a las comunidades indígenas.
“El Proyecto Más Doctores se puede reproducir y sería muy beneficioso en cualquier país que decida adoptarlo”, mencionó en un informe del año pasado el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
Sin embargo, al hacerlo, algunos cubanos piensan que se perpetuaría una injusticia. Poco después de llegar a Santa Rita, un poblado pobre en el estado nororiental de Maranhão, Álvarez y su esposo comenzaron a sentirse inconformes con los términos de contrato que firmaron, en especial después de entablar amistad con médicos de otros países.
“Comenzamos a ver que las condiciones de los demás eran totalmente diferentes”, comentó. “Podías tener tu familia, tener a tus hijos, los salarios eran mucho mayores”.
A cientos de kilómetros de ahí, en el estado Minas Gerais, a Jiménez, de 34 años, le parecía que el trabajo era gratificante, pero también comenzó a sentir resentimiento.
“Uno se forma en Cuba, la salud es gratuita, pero ¿a qué precio?”, dijo. “Uno tiene que pagar eso toda la vida”.
Meses antes de que su estadía de tres años terminara el otoño pasado, a algunos médicos cubanos que se habían casado con brasileños se les ofreció la posibilidad de extender su estancia. A otros, incluida Álvarez y su marido, se les dijo que se prepararan para volver a casa.
Los cubanos, descontentos con su situación, formaron un grupo en WhatsApp. André de Santana Corrêa, abogado brasileño, narró cómo su teléfono comenzó a vibrar sin parar cuando los médicos que se encontraban en todo el país comenzaron a enviarle mensajes para solicitar su ayuda.
Tras analizar los términos de sus contratos, Santana concluyó que se contraponían a las protecciones de igualdad de la Constitución de Brasil.
A fines del año pasado, los jueces emitieron mandatos judiciales provisionales en algunos casos que les otorgaban a los cubanos el derecho de permanecer como contratistas independientes, ganando sus sueldos completos. Un juez federal de la capital condenó los contratos cubanos por ser una “forma de trabajo esclavo”.
No obstante, el juez que analizó el caso de Grana emitió una sentencia en su contra ya que, en su opinión, permitir que los médicos cubanos dieran por terminados sus contratos suponía “riesgos indebidos en la esfera política y diplomática”.
Poco después de que se emitieron los primeros mandatos, los supervisores cubanos en Brasil convocaron a los médicos que habían entablado demandas y los despidieron de inmediato, mencionaron varios de ellos. A todos se les dio la oportunidad de subirse a un avión dentro de las siguientes 24 horas para regresar a Cuba o enfrentar el exilio durante ocho años como castigo.
Los funcionarios cubanos no respondieron a las solicitudes de hacer un comentario, pero una publicación de la página de Facebook de la Brigada Médica Cubana incluye una referencia sesgada a la controversia.
“A muchos se nos olvida, cuando salimos a cumplir esta misión, cuál fue el contrato que firmamos”, dice la publicación. “Por eso vienen las debilidades y errores que van deteriorando los cuantiosos valores en los que nos criaron nuestros padres”.
Cuando no hubo duda de que la mayoría de los médicos estaban perdiendo en los tribunales, el grupo de WhatsApp se convirtió en un lugar para que los médicos organizaran estrategias y se consolaran.
“Nos damos fuerza entre nosotros”, dijo Jiménez, quien señala que ha estado desempleada desde su despido en junio y tiene prohibido ingresar a Cuba en ocho años.
Álvarez y su esposo se encuentran entre los afortunados que conservaron sus empleos y obtuvieron un generoso aumento de sueldo. También lograron traer a sus hijos a Brasil.
“Es triste, uno deja familia, amistades y es tu tierra natal”, dijo. “Pero aquí estamos en un país libre, donde nadie tiene que preguntarte para dónde tú vas, lo que tienes que hacer. En Cuba, tu vida es regida por el gobierno cubano”.
Barros, ministro de Salud, dijo que los médicos cubanos no deberían sentir que sus remuneraciones son malas porque son similares a los salarios que ganan los médicos brasileños cuando hacen sus residencias. “Hasta ahora, ninguno de ellos ha venido a quejarse de sus condiciones laborales”, dijo.
André de Santana, el abogado que defiende a muchos de estos profesionales, dijo que espera que el Supremo Tribunal Federal de Brasil tome el caso. No obstante, dado que el máximo tribunal brasileño tiene tanto trabajo atrasado, una decisión definitiva podría tomar años.
Actualidad Laboral / Con información de The New York Times