En 2019, según datos del Banco Mundial, los flujos mundiales de remesas ascendieron a un total de US$ 706.000 millones, de los cuales US$ 551.000 millones llegaron a países de ingresos bajos y medianos. En América Latina, las remesas constituyen una fuente importante de ingresos, particularmente para las familias pobres, y, en muchos casos, constituyen al menos el 60% de su previsión.


Según datos de la la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en promedio, los migrantes envían a casa el 15% de sus ingresos y, una de cada nueve personas en el mundo (alrededor de 800 millones de personas) se beneficia de estos flujos.


Pero con la pandemia y el golpe económico, a inicios de 2020, el Banco Mundial previó que las remesas mundiales caerían 20%, especialmente porque las medidas de confinamiento de países de envío de remesas dejaron a muchos inmigrantes sin trabajo y porque cerca del 80% de las remesas se realizan físicamente a través de un proveedor de servicios de remesas, cuyas agencias se vieron obligadas a cerrar parcial o totalmente.


Sin embargo, las remesas no sólo subsistieron durante el año sino que, en ciertos casos, fueron mayores que lo usual. Por ejemplo, el flujo de remesas a México aumentó un 9,4% en los primeros ocho meses del año, según datos del Banco de México, especialmente en gran medida por “los estímulos del gobierno de Estados Unidos, que han sido emitidos a su población en hasta tres ocasiones en los últimos 12 meses. Parte de este dinero ha sido enviado por sus beneficiarios a familiares en México y América Latina”, dice Andrés Fontao, cofundador y managing partner de Finnovista.


En octubre de 2020, el Banco Mundial actualizó sus predicciones de que las remesas globales disminuirían 14%, mientras que en América Latina estas se contraerían solo 0,2% en 2020.


Para muchos expertos, estas cifras demuestran el comportamiento altruista de los migrantes hacia su familia y comprueban la hipótesis de que las remesas tienden a ser anticíclicas: se incrementan cuando la situación del país de origen del migrante empeora. Además, con la disminución de opciones para realizar las remesas, los migrantes han optado por vías heterodoxas para enviar dinero a sus familias y muchos recurrieron a canales digitales que se probaron más adecuados a sus necesidades, proveyendo rapidez, menor costo y simplicidad.


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